Cuba, Brasil, el fútbol, el béisbol y la última esperanza

Por Alexander García Milián

En el comienzo pudiera ser así…

Es un niño, un niño ya grande, de unos doce o trece años, bueno, eso parece; más bien es Neymar jr, parece un niño pero no, ya no lo es, ya paso los 20 años, vive, siente, piensa como un niño pero no, ya tiene edad hace rato para no serlo; Neymar llora, parecen lágrimas de cocodrilo pero llora, a veces es buen actor como cuando se tira sin que lo toquen y pinta mil murumacas pero ahora está llorando, estamos en el Mundial de Rusia, en 2018 y Bélgica pasó a semifinales luego de vencer 2-1 a Brasil…

En sucesivos flashes, la escena es otra, con otras caras, caras nuevas y también viejas, caras que son las mismas caras llenas de tedio y morbo, no es el mismo deporte pero si son las mismas caras de diez años atrás, caras de cansancio y de hastío, caras perdidas, carentes de ganas, son las caras de 2009, 2010, 2011, son las caras del equipo Cuba de béisbol, las caras de la derrota, caras inexpresivas como de zombis.

En teoría, la cultura une a cubanos y brasileños, España, Francia, Portugal, el sincretismo religiosos traído por los africanos, la música, podíamos hablar de Tom Jobim y Vinicius Morais, de Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla, de Jorge Amado y Lezama Lima,  del bossa nova y el danzón; los vínculos topan los caracteres de este texto y no podía faltar el deporte…

 Los brasileños fueron los reyes del fútbol en su momento, aún perpetúan su hegemonía como máximos ganadores de trofeos mundiales; los cubanos por su parte también fueron reyes… en el béisbol; al menos con una fuerte carga simbólica creímos eso y hoy deseamos aferrarnos a la esperanza de aquello que un día fue.

Decidí empezar por Neymar, pero pudiera hacerlo por Ronaldo, por Pelé, por Zico, por Heleno de Freitas; empecé por el Mundial de Rusia, pero podría empezar por el Maracanazo en 1950 o por el Mundial de 2014 y la goleada 7-1 endosada por los alemanes; desde 2002 los cariocas no alcanzan la gloria y desde entonces han vivido de eso, de lo que fueron, amén de ganar la última Copa América y el torneo olímpico de fútbol en 2016, de reyes solo les quedan las dos primeras letras, la hegemonía global se queda en Europa.

Con el equipo Cuba de béisbol, pudiera empezar por donde quiera, ahora mismo por el premier 12, pero podría ser la última Serie del Caribe, el último Clásico Mundial, los Juegos Panamericanos de Lima; la historia de los fiascos dan para una novela; desde la plata en el primer Clásico Mundial  en 2006,  de la gloria alcanzada antaño por la Isla, solo quedan los fantasmas y también de eso se sigue viviendo.

Los paralelos en las historias no podrían aportar tal similitud y por ejemplo, si en aquel juego contra Brasil durante la Copa Intercontinental en La Habana, Kleber Ojima saca los últimos outs, si llega a ponchar a Yuliesky o a Kendrys, bueno ahí ni Doña Flor con sus dos maridos ni José Semí hubieran logrado sacar las castañas del fuego, los monstruos, todos, los peores diría nos hubieran sepultado antes de salir el sol y la oscuridad nos hubiera cegado hace rato.

Las analogía se imponen solas, son contextos que el tiempo nos regala y al delirar de emoción por el segundo gol de Ronaldo ante Alemania en el Mundial de Korea y Japón en 2002, vivíamos a la par el último gran suceso de la pelota cubana- Holguín era campeón tras vencer a Sanctis Spiritus-  Luis Felipe Scolari abría los brazos y le daba gracias a Dios, Oscar Gil ponchaba a Cepeda y casi pactaba la maldición.

De hechos, de fenómenos singulares esta hecho nuestra conciencia, Brasil, Cuba, el futbol, los simbolismo, la grandeza, el eufemismo, la hostia por perder tanto y no saber qué hacer; llega Tite y busca revolucionar el futbol carioca, trata de ir a las raíces, ¿ quién llega para salvar el béisbol cubano?, ¿ Habrá alguien?…

Las preguntas quedan flotando y algún sentido me dice que tal vez el salvador este por ahí, si Brasil se va rearmando, todo es posible y tal vez soñar, creer con un equipazo de pelota para el 2021 no sea utopía; es la última esperanza señores, no hay más.

Nos vemos a la vuelta.

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