Por Yasel Porto
De lo que hizo en el béisbol prácticamente no se habla, ni siquiera entre la mayoría de los fanáticos pinareños que por lo general dejan su nombre en el anonimato.
Si bien su carrera no llegó a la altura en resultados y total de años en comparación con varios de su generación que convirtieron al territorio vueltabajero en el más trascendental de toda una década, el talento de Domingo Ordaz y lo que logró sobre el terreno, también merecen ser reconocidos de vez en cuando.
Todo a pesar del nivel de la época que le tocó y de un estilo de vida que le trajo varias situaciones especialmente la de su desenlace fatal.
En investigación hecha por el prestigioso historiador y escritor Juan Martínez de Osaba, amigo en lo personal, buscó detalles de lo sucedido de uno de los miembros de aquellos conjuntos que bajo la dirección de Jorge Fuentes arrasaron en los años ochenta.
Conocidos de Ordaz como el mismísimo Luis Giraldo Casanova, comentaron parte de lo que aconteció con su vida dentro y fuera del terreno.
En total fueron 6 temporadas (1983-90) en las que dejó excelente promedio de ganados y perdidos de .637 (58 victorias y 33 fracasos). Lanzó 145 juegos, de ellos 111 como abridor, además de 625 ponches en 788 innings, y 3.25 en su efectividad en tiempos de bate aluminio.
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Este lanzador diestro que contaba con una excelente bola rápida, en 1987-88 fue co-líder en lechadas (3) en la zona occidental y una campaña después hizo lo mismo pero en el renglón de ponches.
Su momento internacional lo tuvo en 1984 cuando integró la selección nacional que tomó parte en el Campeonato Mundial Juvenil.
Dos de las anécdotas contadas por Casanova reseñan su fuerte reacción cuando Jorge Fuentes primero, y Pedrito Pérez luego, no le quisieron dar la bola un día después de haber recibido castigo.
Y es que el carácter de Ordaz era bastante colérico en determinados momentos, aunque la mayoría insiste que en verdad su nobleza imperaba por lo general.
Su despedida de la pelota cubana fue en 1990. La muerte le llegó de forma bien prematura y totalmente trágica. Aunque ha habido varias versiones, la obtenida por Osaba en su diálogo con varios excompañeros de Ordaz, se relaciona con un accidente en medio de la vía pública.
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Sin estar en un estado de sobriedad plena según algunos, lo cierto es que el exlanzador confundió la guagua de su equipo y al darse cuenta que estaba en el transporte equivocado lo trató de abandonar de forma abrupta. El hombre tropezó y se cayó de cabeza hacia la calle, lo cual le causó la muerte sin llegar siquiera a los 30 años de edad.
Independientemente a su carácter y a que como tantos en ocasiones era vencido por el alcohol, el vínculo de Domingo Ordaz con sus compañeros de equipo siempre fue bien favorable de modo general.
Todavía hoy es recordado por varios expeloteros con cariño y nostalgia, además de la insatisfacción por una desgracia que impidió convertirse en un pitcher con resultados que tal vez lo hubieran elevado a la élite suprema. Más allá incluso del propio contexto nacional.