En Santiago también omitieron a otras leyendas

Por Kiara González 

   Si bien la exclusión del número y nombre de Antonio Pacheco del grupo de estrellas santiagueras señalizadas sobre el dogout de home club del estadio Guillermón Moncada se robó los principales comentarios del Juego de las Estrellas (aunque directivos y algunos más opinen lo contrario), sería injusto señalar que el llamado “Capitán de Capitanes” fue el único en ser irrespetado por quienes tomaron esa decisión intentando borrarlo de la brillante historia de Santiago de Cuba. 

   Evidentemente los que idearon aquello o no recibieron el visto bueno o de antemano determinaron seleccionar solamente a peloteros santiagueros que tengan como condición primaria el residir dentro de Cuba antes que sus méritos como beisbolistas.

   Si bien Antonio Pacheco es considerado por el INDER como un “desertor”, por el hecho de haber abandonado en Canadá un contrato de trabajo antes de su final, sobre el banco de las avispas orientales faltan otros números y nombres con los que no hay ningún tipo de justificación.

   No es que con Pacheco la haya, pero aceptando el hecho de la intransigencia institucional con los “se quedaron” en medio de una misión deportiva, nos damos cuenta que es evidente que no se trata del cómo te fuiste sino de que simplemente te fuiste. Como decía la popular canción: “si te fuiste, perdiste”. Es la triste realidad, en una contradicción irrefutable de lo que se ha manifestado públicamente más allá del contexto de la Comisión de Béisbol y el INDER. 

   ¿Cómo es posible entonces que el mismísimo Higinio Vélez haya dicho en cámara para Cuba y el mundo que cubanos somos todos sin importar donde vivamos y que tres meses después se ultraje la memoria histórica del béisbol santiaguero con la eliminación de varios de sus íconos indiscutibles?  

   ¿No es una contradicción real que por un lado se hable de respeto hacia la comunidad cubana en el extranjero y del derecho de cada cual de vivir donde desee siempre y cuando dicha emigración sea legal y ordenada, para después marginar peloteros que son también ciudadanos cubanos, no solo de esta forma sino de muchas otras? 

   ¿Quién puede entender que haya peloteros que hayan salido ilegalmente de Cuba y tras un proceso de repatriación jueguen la Serie Nacional y se hayan sentado en un dogout sobre el cual se ha discriminado a otros que jugaron antes que ellos y que hasta emigraron tras su retiro, sin hacer ruido y en total legalidad?  

   Ni es problema de espacio físico ni falta de resultados deportivos. Empezando por Pacheco, quizá la figura beisbolera de Santiago más importante que han tenido las Series Nacionales (ninguno combinó como él triunfos como pelotero y manager), y continuando con leyendas de la talla de Gabriel Pierre, Fausto Álvarez, Rolando Meriño, Alexei Bell y el mismísimo Héctor Olivera, único del grupo que si bien no duró mucho al menos llegó a jugar en Grandes Ligas. 

   A excepción de Olivera, los otros cuatro emigraron totalmente legal, varios no se fueron a vivir al “irreverente” Estados Unidos, y todos sin excepción han vuelto a su tierra natal para compartir con familiares y amigos. 

   Con relación a su calidad, todos trascendieron el nivel de su provincia, tanto por estadísticas que los situaron en la élite de la pelota cubana como por su incursión variada en la selección nacional. Quizá a excepción de Fausto, aunque el caso del risueño zurdo no fue precisamente por falta de rendimiento su nula presencia en el equipo Cuba. Todo el mundo sabe que él no solo coincidió con otros grandes jardineros desde el punto de vista ofensivo, sino que no pocas veces fue excluido sin justificación pese a ser uno de los impulsadores de más alta rango de todo el país.

   Es cierto que estos y otros peloteros emigrados se han podido ver de nuevo en la televisión en juegos y documentales históricos, e incluso se hace referencia a ellos cuando se hace imprescindible. Eso es un gran paso de avance y se aplaude con las dos manos, pero eso al mismo tiempo nos llena de dudas del por qué el tratamiento es diferente con relación al propio INDER, tanto a nivel provincial como nacional.   

   Soy del criterio que si no es posible hacer algo como debe ser o al menos como la mayoría de las personas cree lo más correcto, lo más sensato es no hacerlo y punto. Se evita un escándalo como el que se ha producido aunque ciertos directivos vuelvan a hablar en la reunión de los lunes con la prensa dando golpes en la mesa, molestos por la “crítica destructiva” de cierta gente y de determinados “medios alternativos” que quieren distribuir al béisbol cubano. Habría que ver qué destruye más, si criticar lo mal hecho o la acción de hacer mal las cosas una y otra vez con una variedad y cúmulo de equivocaciones que ya supera en tamaño la grandeza de esos que hoy algunos quieren ocultar a capricho puro pese a que el pueblo no esté de acuerdo.  

   Esta vez fue la propia televisión cubana la que hizo público las aberrantes exclusiones, de forma indirecta claro está, pues el objetivo era mostrar una gran idea de homenajear a grandes figuras y en definitiva se convirtió en un boomerang mortal.  

   A excepción de un porciento reducido de personas nadie puede estar de acuerdo con eso, y si usted discrepa con esta periodista simplemente lo invito revisar por un rato las redes sociales donde muchos de los que comentan indignados no son enemigos del sistema que impera en Cuba. Es que simplemente una cosa no tiene que ver con la otra.

Se trata de lógica, de respeto, de honestidad, la cual una vez más se pierde de la mente de quienes pensando que van por el camino correcto terminan provocando la reacción contraria en los millones de personas que revolucionarios o no simplemente no pueden estar de acuerdo con botar a capricho una historia individual y colectiva que no le pertenece ni siquiera a los mismos que la escribieron.

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