ENTREVISTA: Rusney Castillo y la despedida que no pudo darle a su padre

Por Kiara González

    Perder a un familiar es una situación que, aún de distinta forma, afecta a cualquier persona. Cuando se trata de alguien tan cercano, como un padre o una madre, duele aún más. Pero si en ese momento de la despedida, que por sí sola es tan difícil, no puedes acompañar a tus seres queridos pues el dolor se convierte en frustración y se hace más complicado superar la ausencia.

    Rusney Castillo sabe muy bien lo que es ese sentimiento. Cuando salió de Cuba en 2012 llevaba una maleta cargada de sueños y la ilusión de que sus padres vivieran para disfrutar junto a él de la promesa cumplida.

   Pero los designios de la vida muchas veces son más caprichosos de lo que uno espera. La decisión de abandonar su país natal con el deseo de probarse en el mejor beisbol del mundo lo privaría, por las absurdas leyes que regían la política migratoria cubana en ese entonces, de regresar hasta pasados ocho años. Y ocho años se dice fácil, pero la verdad resulta una eternidad.

   Como todas las decisiones, la suya tuvo consecuencias, una inesperada. El 25 de junio de 2017 recibió la noticia de que su padre Julio Castillo quien apenas tenía 51 años había fallecido. Fue un duro golpe, un golpe de improviso. De esos que dejan su marca para siempre.

   A Rusney se le notó desde muy joven su talento para el béisbol, algo que, en su caso, resultaba hereditario. «Toda mi familia por parte de padre fue de peloteros. Mi papá fue muy bueno. Jugó por Camagüey y por Ciego de Ávila en las Series Nacionales», nos cuenta y a la vez pide «¡Qué en paz descanse!».

   En entrevista ofrecida para nuestro Canal de YouTube el avileño, jugador de la organización de Boston Red Sox, ahora a punto de convertirse en agente libre recordó que su padre «estuvo en una Serie Nacional conmigo cuando dirigió Roger (Machado) que me ayudó muchísimo. Él fue parte del éxito que tuve en mi provincia y en Cuba. Fue uno de los vínculos que me llevó a ser pelotero porque lo vi jugar desde niño».

   Como otros que un día se fueron, entre ellos los habaneros Orlando “El Duque” Hernández y Yaser Gómez, Rusney debió llorar desde la distancia la partida física de su progenitor. Y quizás, con cierto matiz de culpabilidad asumía el “castigo” que implicaba salirse de manera ilegal de los márgenes de la pelota cubana y de Cuba.       

   «No podía entrar a Cuba», nos dice. «Estaba en Scranton, jugando en AAA en los Yankees. Me dieron la noticia como a las seis de la mañana, pero no dije nada. Aquí cuando tienes esa situación te dan tres o cuatro días, pero no lo dije porque no podía viajar a Cuba. Sabía que no me permitirían entrar».

   Su historia con su padre no había sido normal, sin embargo, la pasión por el béisbol los llevó a un acercamiento muy particular. En Rusney hay mucho de Julio. De hecho, quienes lo vieron jugar aseguran que hasta en el estilo se parecen.  

   «Cuando a la semana se enteraron (los directivos del equipo) me preguntaron por qué no había dicho nada, pero no tenía sentido porque no podía estar con mi familia en ese momento. A los meses eliminaron la ley de que debíamos esperar ocho años para regresar los que habíamos salido de manera ilegal del país. En mi primer viaje de vuelta, después de 4 o 5 años, fui directo a su tumba», confiesa.

   «Dolió doblemente. Primero porque a nadie le gusta que se muera un familiar y en segundo por la limitación de viaje que en definitiva, fue lo que más me golpeó», concluyó.

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