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Que el futbol cubano no gana para disgustos es una vieja cantinela que repetimos, de una u otra manera, todos los que alguna vez soñamos con tener un equipo competitivo en el más universal de los deportes.
La selección recibe palos por doquier. Primero descendió en la Liga de Naciones. Luego falló el intento de clasificarse a la Copa Oro. Para colmo, días atrás le dijo adiós a la esperanza de regresar al Mundial de Fútbol.
¿Quién le quitó tales opciones? Pues Bermudas (sí, Bermudas, una islita que no llega a 70 mil habitantes), que se plantó en el césped de Santiago de Cuba y se impuso a una escuadra que solo requería de un empate.
Es lamentable: con todo a su favor, el equipo élite del futbol cubano fue incapaz de dividir el botín para instalarse en la fase final de las eliminatorias mundialistas de CONCACAF, instancia a la que no llegamos hace la friolera de más de cuatro décadas.
El futbol cubano no levanta cabeza
Así que, por más que duela aceptarlo, vamos de papelón en papelón. El grupo era asequible (Honduras aparte, estaban Bermudas, Islas Caimán y Antigua y Barbuda), y encima había más cupos mundialistas que nunca antes, porque la CONCACAF otorgaría tres boletos directos y dos a los repechajes, con el añadido de que los “cocos” del área (Estados Unidos, México y Canadá) no entraban en carrera por ser sedes del Mundial de Fútbol de 2026.
Pero de todos modos no se pudo. Ni siquiera la presencia de los legionarios extranjeros bastó para que la Mayor de las Antillas mantuviera viva la ilusión de volver al teatro mundialista, tras aquella solitaria incursión en el remoto 1938.
Casi todos los truenos, ahora mismo, van en busca del seleccionador Yunielys Castillo, la cara más visible del fracaso. Y si bien el estratega espirituano demostró estar varios peldaños cualitativos por detrás de su antecesor en el cargo, Pablo Elier Sánchez, lo cierto es que las peores decisiones seguramente no las tomó (y tal vez ni siquiera las propuso) él.
No señor. En el futbol cubano, como en todo el deporte en sentido general (béisbol incluido), hay demasiada gente que tiene voz y voto en las convocatorias, y muchas veces el seleccionador es apenas un títere que da la cara, mas no determina.
Dicho esto, sinceramente dudo que la idea de hacer una purg* para librarse de los jugadores “incómodos” partiera de Castillo, quien sabía mejor que nadie que para que su cabeza no rodara era preciso llamar a filas a la mayor cantidad posible de jugadores con experiencia en ligas extranjeras.
Reclaman «limpieza total» en el futbol cubano
De momento, todos los ojos apuntan al descalabro ante Bermudas y personalidades del futbol cubano como el exportero y comisionado nacional José Francisco Reinoso se expresan sin medias tintas en las redes sociales: “Limpieza total se necesita (sugirió Reinoso) de directivos y el técnico nacional por no ser receptivos y algo más; quinto fracaso consecutivo en el 2025; hasta cuándo el Alto Rendimiento y la dirección metodológica van a permitir tal descalabro”.
Ahora bien, la selección nacional es apenas la punta del iceberg de un sistema futbolístico mal atendido e implementado, con deficiencias de toda índole en el trabajo en la base y eternas intrigas en torno a la utilización del presupuesto que se recibe en aras de un desarrollo que no llega.
Entonces salta a la luz la interrogante inevitable: en las altas esferas del deporte y el gobierno, ¿a quién le importa el futbol cubano? Yo me atrevo a decir que desde hace muchísimos años, prácticamente a nadie.