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Antes de que se cantara el primer lanzamiento del juego entre Tampa Bay Rays y New York Mets el pasado viernes 14 de junio en el mítico «Citi Field», Juan Soto ya había protagonizado un momento muy especial. Sin que mediara un batazo ni una gran jugada defensiva, el pelotero dominicano se robó todas las miradas con una muestra de cercanía y cariño hacia los fanáticos más pequeños.
Minutos antes del inicio del duelo, Juan Soto salió del dugout para interactuar con varios niños que esperaban su atención en el terreno de juego. En un gesto natural y lleno de simpatía, repartió chicles, firmó autógrafos y dedicó sonrisas a los pequeños, quienes no podían creer que uno de los mejores peloteros del momento se tomara el tiempo de hablarles.
La escena, que fue registrada por cámaras y celulares de los presentes, se viralizó rápidamente en redes sociales, destacando la actitud de un Juan Soto auténtico, sencillo y siempre dispuesto a devolver el cariño que recibe a diario. Mientras los niños mostraban camisetas, gorras y pelotas para firmar, el quisqueyano se tomó el tiempo de atenderlos uno a uno junto a su compañero Brandon Nimmo, provocando un recuerdo que seguramente atesorarán por siempre.
Una estrella que no olvida sus raíces
El impacto de Juan Soto en MLB no se limita al terreno. El dominicano de apenas 26 años de edad, se ha ganado el respeto por su actitud dentro y fuera del juego. Este posee una conexión inmensa con los fanáticos (especialmente con los más jóvenes), situación que ha sido constante desde sus días en Washington, San Diego y con Yankees, ahora, en Queens, sigue cultivando ese lazo con el mismo entusiasmo.
En tiempos donde el acceso a las estrellas suele estar mediado por barreras, agendas o presión, ver a Soto interactuar de forma tan amena recuerda el valor del béisbol como puente generacional. La figura del ídolo accesible cobra más fuerza cuando se expresa con autenticidad y eso es precisamente lo que el dominicano transmite en cada gesto.
El aplauso más importante que recibió Juan Soto
Aunque la atención siempre se centra en lo que sucede entre las líneas de cal, lo que ocurrió el viernes enaltece que la grandeza también se construye con detalles. Ese intercambio de chicles, esas firmas apresuradas, esa sonrisa espontánea, todo eso fue parte de una jugada emocional que no aparece en la caja de bateo, pero que vale tanto como un cuadrangular.
Mientras la noche caía sobre el «Citi Field» y el juego arrancaba, Juan Soto ya había conectado el batazo más significativo del día, uno directo al corazón de sus pequeños fans.