Leinier Domínguez, Lázaro Bruzón, el ajedrez cubano, otra vez… jaque mate pastor

Por Alexander García

   Aperturas, medios juegos, finales, variantes, gambitos… Ruy Lopéz, Reti, Caro- Khan, defensa Alekhine, Gambito Rey… la Nimzovitch; el ajedrez en toda su dimensión, cuadros blancos y negros, el match del siglo, Reikiavik, 1972, Fisher- Spaski, aquí pudiera empezar todo, por un lado Kissinger pujando para que Bobby fuera, ¡contra los rusos hay que ganar en todo y más en el ajedrez!, por otro, la KGB, Andrópov, Brézhnev…! Perder es imposible!; entonces…

   Otra vez la imagen es imponente; los grandes maestros Lázaro Bruzón, Yuniesky Quesada, Emilio Córdoba y Leinier Domínguez posan juntos en una foto; Cuba, el exilio, la frustración el tedio, Leinier puja, puja duro y es un grande en Estados Unidos, es un grande en el mundo entero, ya no es la tricolor, es la bandera de las barras y las estrellas. El dolor y el amor, la ira y la compasión, la sencillez, pero sobre todo la ilusión, la ilusión de ganar, de ganar siempre.

   La reflexión se impone y entonces pienso en el libro, Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay de Michael Chabon, donde este pone en voz de El Escapista, un súper héroe que es el alter-ego de los protagonistas una frase corta, quizás simple, pero profunda: “La vida es un eterno sueño que nunca acaba”; el amor, la familia, la amistad, otra vez la ilusión, otra vez la historia de los ajedrecistas cubanos, de sus sueños, de sus dudas, de sus miedos, de su forma de ver las cosas. Las analogías emergen y todo tiene que ver.

La contraparte

   En un post, en un “ artículo”, en un no sé qué de la página web de Tele Mayabeque sale la misma foto del comienzo, la de los cuatro ajedrecistas juntos, riendo, con ganas de felicidad, sale la foto, es la misma pero encima se puede leer una especie de purga donde palabras más, palabras menos se emite el mensaje: “cuando te conviertes en presa del dinero, pierdes la condición de ser humano para convertirte en mercancía”. ¡Waooo, qué bomba! La de estos especialistas en economía, valor, dinero, mercancía. ¿Quién es la mercancía? ¿Aquellos de la foto o estos o este del post? ¿Qué prensa? ¿Qué sueños? ¿Tuvieron sueños alguna vez estos personajes que escriben tal tipo de cosas? ¿Tuvieron ilusión?

   Las preguntas salen una detrás de otras y entonces pienso en que tal vez como Leinier es de Guines, la “ilustre prensa” de Mayabeque debe combatir al “enemigo” y todo el bla, bla, bla, que viene adjuntado a esto; pienso en ello para encontrarle un sentido pero igual, no entiendo y solo el asco se impone.

   Casi al unísono, Bruzón responde: “Soy libre de hacer lo que quiera, soy un ser humano, quería representar a mi país como algo normal pero no me dejaron”, alega y día después otra bomba explota: Bruzón pasa a jugar por la Federación de Estados Unidos. Por un lado, robo de talento, por el otro, la libertad, los sueños, la ilusión…

   Lo que pareció comenzar con el match del siglo, con Fisher y Spaski como peones en el tablero de la Guerra Fría, se enquistó y llegó hasta hoy, esta burda politización de todo, la ofensa, la falta de respeto y  sí, falta de respeto, pues Leinier, por la mera condición de ser lo que es, un orgullo de este país aunque la renieguen mil veces, solo por eso, Leinier merece respeto y no debe ser calumniado de tal manera; ni él ni ninguno de los otros en la foto. Ya decían por ahí que quién no tiene el coraje de hablar debe tener al menos el valor para callar.

   Una vez Leinier en lo alto de la picota, centro y objeto de todo, de la frustración, de la ira, del enojo, de la desilusión y el oportunismo de cinco o seis que miran desde un cuartico oscuro y cerrado toda la gloria que adquiere el cubano día tras día. Imagino, Leinier mira desde lo alto de un edificio mientras discute el Campeonato de Estados Unidos, en su memoria lee, sonríe, los segundos se aprietan, todo se vuelve muy justo, demasiado. ¡No hay tiempo para tonterías! Luego enrumba sus caballos hacia las casillas centrales, en el horizonte se pinta una posibilidad de victoria; en cuadros negros y blancos, en sesenta y cuatro casillas todo se resume en una partida, la de siempre: el bien contra el mal.

   Bruzón habla, habla de libertades políticas, habla a camisa quitada, sin pelos en la lengua, habla bonito, pero lo miran feo. Bueno, es así, cuestión de perspectivas.

   Sin miramientos, Leinier es muy grande, en Cuba, en Estados Unidos, en Kalimandar del Norte, donde sea; de hecho, todos son grandes, Leinier, Bruzón, Quesada, Córdoba; valientes, hombres conscientes de su valor, de su inmenso talento.

Cuando uno lee la noticia más reciente respecto al tema, la asociada con el Gran Maestro Roberto García Pantoja; uno puede percibir que la renuncia exigida por el atleta a raíz de adeudo de pagos, no vuelve casual el tema de las salidas, la cuestión de renegar y querer buscar las mismas metas pero de otro modo. Resulta que la cuestión de mal manejo de fondos, de mal trabajo por parte de los federativos del ajedrez en la isla, es un mal que suena desde hace rato, de una manera silenciosa pero subyace ahí, medio enquistado, se va uno, luego dos ajedrecistas, después tres, cuatro… ¿quién queda?, ¿quién quedará?, ¿quién es el malo de la película?

   El final no es complicado, lo quieren pintar así, rey contra dos torres, pero no, la dama otra vez se adelanta. Es jaque mate pastor, muy fácil, siempre muy fácil.

   Nos vemos a la vuelta.

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