LO MEJOR Y LO PEOR DE la derrota del Cuba en su debut

Por Boris Luis Cabrera

Para muchos, la derrota del equipo cubano en su debut frente a los Campeones de Ottawa en el marco de la Liga canadiense-americana de béisbol (Can-Am) fue más de lo mismo. Caras tensas, presiones sobrevolando el terreno como buitres hambrientos, ausencia de conexiones oportunas, mal corrido de bases, desconcentración, errores costosos, y derrota.

Sin embargo, si podemos sacudirnos el polvo de las pasiones y ser objetivos, podemos leer el partido entre líneas y suspirar, claro que con cierta nostalgia, pero con un aliento optimista.

Las victorias son necesarias hasta en un entrenamiento, construyen el carácter del jugador, crea un espíritu colectivo y fortalece la psiquis; pero son las derrotas, las piedras en plena calle, los escollos infranqueables, los que nos hacen reflexionar y superarnos en la vida y en el deporte.

Rey Vicente Anglada puede dormir tranquilo. Su gran mérito es confiar en los jóvenes. Se ha mostrado como un artesano que talla la madera con calma, una especie de agricultor que siembra la tierra bajo una tormenta implacable y en medio de una hambruna apocalíptica porque quiere asegurar el alimento del futuro.

Si vimos a César Prieto doblado en una base, a Andrés Hernández puesto out saliendo adelantado con un elevado de sacrificio, a Yuliesky Larduet fallando en un lance fácil, y a Pablo Guillén sirviendo un lanzamiento cómodo para que nos dejaran tendidos en el terreno entre otros pequeños detalles, tenemos que darle gracias a Dios por la gran oportunidad que tuvieron esos muchachos de equivocarse.

No importa el contrario, la calidad del torneo, y aunque nos duela en el alma aceptarlo, tampoco el triunfo. Nos quedamos con la satisfacción de admirar el trabajo de Pedro Álvarez en el montículo, con la bendición de jugar quince partidos en tierras foráneas dentro de un campeonato, y sobre todo, con el privilegio de ser testigos de un proceso que tiene que ir forjando hombres en el terreno de juego.

Hubiera sido perfecto entrar por la puerta grande mientras el Rey era vitoreado por fieles y observado con asombro por sus detractores, pero esta guerra es larga, necesita de finas estrategias, de mentes frías y paciencias extremas.

El béisbol cubano anda con rodilla en tierra, la bandera del orgullo se tambalea y son las nuevas generaciones las que tienen la misión de cambiar destinos y revertir maldiciones. Anglada lo sabe, sacrifica piezas, se arriesga…y espera.

Este primer partido fue un mapa abierto que nos dice con claridad donde estamos y hacia dónde vamos, desnuda maniobras y para nada puede generar vergüenzas ni mucho menos burlas en la impaciente fanaticada.

Le entregamos a ese cuerpo de dirección el futuro de nuestro deporte nacional en las manos como un pájaro muerto buscando milagros. Es el momento de apoyar sus conjuros y sus métodos, de tener fe en las resurrecciones y de unirnos todos. Nos vemos en el estadio.

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