OPINIÓN: Serie Nacional de Béisbol y la inestabilidad de su ESTRUCTURA

Por Jesús Alaín Fernández/ @JesusLCA2017

Un tema que siempre ha estado sobre la mesa en el deporte nacional ha sido la llevada y traída estructura del torneo. Y como todo tema relacionado con el deporte y la meteorología los cubanos todos somos expertos, le invito a conocer mi valoración del tema y por supuesto a comentar y dejar su opinión al respecto.

En los años 80 muchas veces la Serie Selectiva de Béisbol era más popular y llenaba más estadios que la propia Serie Nacional. Sobre todo había equipos que no tenían protagonismo en el clásico doméstico y luego unidos a otros eran firmes candidatos al triunfo. Por allí está el ejemplo de Cienfuegos, Santi Spíritus y el trabuco que se armaba unidos a Villa Clara en Las Villas.

Luego de 1992 y en plena crisis económica se empezaron a buscar fórmulas para disminuir el gasto y que dieron al traste con el resultado deportivo. Algunos aun defienden aquella decisión con un “el público no iba a los estadios”. No es mi experiencia personal con el 5 de Septiembre que se mantiene en mi memoria abarrotado en un fin de semana de lujo entre Las Villas y Serranos.

Los ocho equipos de entonces, Pinar del Río, Ciudad Habana, Agropecuarios, Matanzas, Las Villas, Camagüeyanos, Mineros y Serranos, agrupaban lo que más brillaba en casa y se jugaba a un nivel muy superior y con calidad concentrada.

Muchos de los que defienden mantener la estructura actual de 16 equipos lo hacen sobre la base de una historia que cuando indagamos salta a la vista que no es tan larga. Recordemos que hasta 1977 la cantidad de equipos en juego varió entre 4, 6, 12 y 14. La cantidad de juegos también fue desde 27 hasta 99. A partir del 1978 y hasta 1992 los equipos fueron 18 (Metropolitanos, Citricultores, Forestales) se sumaban a las 14 provincias y la Isla de la Juventud.

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Luego, desde 1993 han sido 16 los participantes (exceptuando el 2012 con 17), primero Metropolitanos haciendo el número par y luego la división de la Provincia Habana en dos y la desaparición del segundo conjunto capitalino mantuvo la cifra intacta. Más allá de los equipos la estructura ha sido, incluso en este último periodo muy variada:

  • cuatro grupos, dos zona, 65 partidos.
  • cuatro grupos, dos zona, 90 partidos.
  • Dos zonas, 90 y 96 partidos.
  • Una zona, dos fases (45 + 42 partidos).
  • Una zona, una fase de 75 juegos.

Entonces, ante tanta inestabilidad el recurso de algunos “románticos” de que cambiar algo afectaría las marcas y récords históricas evidentemente carece de mucho fundamento ante tantas modificaciones en la historia incluso reciente.

Cuba necesita una estructura que permita hacia lo interno desarrollar el talento que esté en la casa. Un torneo con nivel que ponga a los bateadores en el 80% de los turnos a enfrentar lanzadores exigentes y a su vez que los lanzadores necesiten exigirse al menos con ocho de los nueve bateadores de la tanda rival.

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Aferrarse nunca ha sido una buena receta. Incluso cuando no había éxodo de jugadores el torneo Selectivo era lo máximo en calidad. Para tener una idea de las principales ligas del mundo y el potencial de población de que se nutren echemos una mirada a los siguientes datos:

  • Liga Roberto Clemente (Puerto Rico): 1 equipo al máximo nivel cada 457 mil habitantes.
  • Liga Venezolana: 1 equipo cada 3.5 millones de habitantes.
  • Liga Mexicana Arco del Pacífico: 1 equipo cada 12.6 millones de habitantes.
  • Liga Dominicana (LIDOM): 1 equipo cada 1.75 millones de habitantes.
  • KBO: 1 equipo cada 5.1 millones de habitantes.
  • NPB (Nippon Professional Baseball): 1 equipo cada 10.41 millones de habitantes.
  • MLB (Estados Unidos): 1 equipo cada 11 millones de habitantes.

Como dato adicional a los números cada uno de estos circuitos no solo se nutre de los jugadores nacionales. En el caso de la MLB el porciento de importados es significativo y aun cuando el resto de las ligas tienen regulaciones muy estrictas para potenciar el talento nacional también sus torneos se prestigian con jugadores de diversas naciones.

Entonces cabe una pregunta. ¿Cómo podemos pretender con solo 11 millones de habitantes tener 16 equipos jugando al máximo nivel? Aun sin tener en cuenta la emigración del talento en edades cada vez más jóvenes y la inclusión de jugadores en ligas foráneas desde el auspicio de la propia Federación, ¿de veras podemos aspirar a un torneo local con suficiente calidad como para que sea atractivo para el público cubano que no tiene oportunidad de ver otro béisbol?

Es cierto que el desarrollo de los jugadores llega, valga la redundancia, jugando. Y que menos equipos son menos jugadores viendo terrenos cada día. Entonces, sumando una necesidad y la otra me atrevo a lanzar una propuesta, que además no implica un gasto adicional de recursos, sino quizás todo lo contrario y permitiría estratificar las condiciones de vida, los salarios y estímulos en dependencia del nivel de juego. Si ya estamos dispuestos a contar con financiamiento para ocho juegos de béisbol diarios entonces nada cambia en materia económica con esta idea.

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Dos ligas independientes y entrelazadas. Un nivel Serie Nacional, Liga Nacional o como le quieran llamar y otro como Liga de Desarrollo o Torneo de Prospectos. Ocho equipos en cada una. Podrían ser a nivel de Serie Nacional:

  • Pinar del Rio y Artemisa.
  • Industriales y Mayabeque.
  • Matanzas y la Isla de la Juventud.
  • Cienfuegos y Villa Clara.
  • Santi Spíritus y Ciego de Ávila.
  • Camagüey y Las Tunas.
  • Granma y Holguín.
  • Santiago de Cuba y Guantánamo.

Y otros ocho equipos compuestos por las mismas combinaciones pero a nivel de desarrollo. Se jugarían diariamente los mismos ocho encuentros, cuatro en el primer nivel con condiciones de excelencia y otros cuatro en un segundo nivel que podrían llegar a los estadios municipales en ocasiones.

Entre las “franquicias” podrían ocurrir altas y bajas. Quizás esta forma se pueda prescindir de los “refuerzos” por etapas, aun cuando esta es una práctica habitual en todas las ligas invernales, a partir de una mejor concentración de nivel de juego. Y quizás la cantidad de juegos de la liga superior pueda ser mayor y la del nivel de desarrollo menor, manteniendo la cantidad total de partidos a jugar.

El torneo sub 23 puede llegar a ser una suerte de Liga Otoñal y jugarse durante parte del descanso de la temporada para lograr el desarrollo de prospectos.

Claro que la tradición es importante, pero no puede ser un lastre que frene el desarrollo y ponerse a tono con el momento. Cierto es que habría una pelea entre Elefantes y Leopardos, picotazos entre Gallos y Tigres, Alazanes y Cachorros. Pero también es cierto que el torneo doméstico necesita, muy a pesar del resto de factores, elevar su nivel. Y no se puede seguir posponiendo. Nada borra la historia, los registros, los récords.

Por sobre todas las cosas, el aficionado común que quiere disfrutar de un buen juego lo necesita. A la vuelta de unos años nos acomodaremos con los cambios y como ahora mismo diremos, eso ha sido así toda la vida.

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