Pedro Jova, la estrella que nadie pudo apagar

Por Boris Luis Cabrera

Cuando vi su nombre en el listado de las glorias deportivas que estarán trabajando en el nuevo proyecto con los llamados talentos del béisbol cubano, me emocioné. Recordé las múltiples hazañas que ha protagonizado este hombre sobre el terreno de juego y las injusticias que ha tenido que sufrir durante su carrera deportiva, convertido en una clásica ave fénix para poder resurgir siempre de sus cenizas como un héroe mitológico en medio de ovaciones interminables.

Tener a Pedro Jova de vuelta a los terrenos es un privilegio tremendo. La bitácora de este “maestro”, como muchos lo llaman, está llena de experiencias increíbles, de tesoros ocultos y de territorios aun no explorados por aquellos fieles que anhelan reconquistar la reputación y la beatitud de nuestro deporte nacional.

Novato del año en la campaña de 1972, fue acusado de un robo cuando se encontraba entrenando en la preselección nacional, y a pesar de no existir pruebas convincentes (fue absuelto en el juicio), las autoridades decidieron prescindir de sus servicios para siempre ante la simple sospecha.

Sin embargo, al descubrirse la verdad unos meses después, el talento natural de Ranchuelo era reinsertado a las Series Nacionales bajo una ovación cerrada en su estadio Augusto César Sandino, en un preámbulo de lo que vendría después.

Disciplinado, habilidoso y con varias herramientas imprescindibles para jugar al béisbol, se adueñó del campo corto de su equipo provincial desde el primer momento y luego lo hizo también en el equipo grande durante varios años.

En 17 temporadas pegó mil 598 imparables en 5 mil 73 apariciones oficiales al cajón de bateo para un promedio de 315, el más alto entre todos los contendientes de su época.

Entre Series Nacionales y Selectivas disfrutó de cinco campeonatos y acaparó varios lideratos, entre los que se destacan las coronas individuales en hits (92) y average ofensivo (372) en la Selectiva del año 1978.

Con el uniforme del equipo nacional alcanzó cuatro títulos en Campeonatos Mundiales, dos en Juegos Panamericanos, tres en Copas Intercontinentales, y uno en Juegos Panamericanos, entre muchos otros.

Con este palmarés hubiera sido suficiente para que Pedro Jova entrara en el maravilloso y reservado mundo de los inmortales de la pelota cubana, pero cuatro años después de su retiro reapareció llevando las riendas de su equipo Villa Clara en el campeonato doméstico, decisión que lo llevaría al Olimpo, convertido en uno de los dioses del béisbol en la isla.

“La naranja mecánica”, nombre con el que se conoció al equipo bajo su mando, se llevó tres coronas consecutivas entre los años 1993 y 1995 con dos subcampeonatos posteriores en las series de 1996 y 1997, una hazaña descomunal teniendo en cuenta la calidad reunida en los elencos de aquellos tiempos.

Su porcentaje victorioso de 601, producto de 247 éxitos en 411 presentaciones, con una forja de 24-10 en partidos de playoff, demostró la capacidad analítica y de cohesión y el olfato beisbolero del “maestro”, quien después de esas memorables actuaciones sería una vez más, víctima de las injusticias.

Una llamada desde el exterior del catalogado como “desertor” Rolando Arrojo, un lanzador que había sido una estrella del equipo y había abandonado el país en busca de un contrato profesional, fue la justificación para cercenar la carrera del ahora glorioso director, a pesar de, como dijeron muchos testigos en aquel penoso y deplorable asunto, él no tuvo nada que ver con ese tema.

Siete años más tarde recibió el perdón oficial de las autoridades y reapareció al mando del equipo Guantánamo para nuevamente ser protagonista de una de las historias más desgarrantes y conmovedoras jamás vistas en nuestros estadios, cuando miles de personas reunidas en el “Sandino” de Santa Clara se levantaron de sus asientos entre aplausos delirantes y prolongados para reconocer a su ídolo y “abofetear en la cara” a los autores de tamaños atropellos.

Pedro Jova es una estrella que brilla con luz propia, por eso nadie pudo ni podrá apagarlo jamás. Nos vemos en el estadio, campeón.

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