De figura importante en equipo histórico a brillar y por más tiempo como plomero

Por Yasel Porto

Hace un tiempo compartí con ustedes la historia del exlanzador de Industriales Deynis Suárez, quien en los últimos tiempos ha ejercido la profesión de plomero. El también miembro de algunas selecciones nacionales, incluida la del primer Clásico Mundial, actualmente se consolida en ese oficio que ahora desarrolla en la ciudad de Cape Coral.

Pero mucho antes que el explosivo integrante de aquellos Leones de Rey Vicente Anglada, otro pelotero de la misma época había comenzado el trabajo de plomería a los meses de emigrar a Estados Unidos.

Hace poco más de una década que el exjardinero villaclareño Yorky La Rosa no ha hecho otra cosa en Miami que ser parte de compañías de construcción y reparación dentro de la especialidad hidráulica. Fue esa una labor que siempre le interesó mientras jugaba béisbol y desde que se dio cuenta que el deporte no sería más parte de su vida, decidió enfocarse en una vocación que le garantizaría salir adelante en su nuevo lugar de residencia.

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El natural de Santa Clara llegó al sur de la Florida en 2010 junto a su esposa. Ambos viajaron legalmente por reclamación de sus suegros y aunque probó suerte en la pelota, tuvo que desistir cuando todavía tenía 28 años de edad. Eran tiempos donde los cubanos tenían un mercado más reducido y muchos de los agentes se enfocaban en los jugadores que podían aspirar a una agencia libre desde otro país que no fuera Estados Unidos.

Yorky llegó a la Serie Nacional en 2000-01 después de un paso brillante por las categorías menores. Tanto fue así que en el Mundial Juvenil del año 2000 fue elegido mejor left field de la competencia. Su protagonismo en la selección de Villa Clara fue creciendo poco a poco hasta convertirse en uno de los principales empujadores de los entonces discípulos de Víctor Mesa.

Su momento clásico fue aquel jonrón decisivo en el juego 6 de la semifinal de 2004 contra Santiago de Cuba, y posteriormente se caracterizó por ser uno de los bateadores de mayor clutch en el plantel villaclareño. En 2008-09 jugó una última temporada que no pudo completar pese al tremendo año que estaba teniendo. La provincia decidió sacarlo del equipo porque él había dicho que al término del torneo emigraría junto a su pareja a través del proceso de reunificación familiar.

Actualmente La Rosa vive completamente desvinculado de la profesión que lo dio a conocer públicamente. Tiene poco contacto con peloteros en activo o retirados y hace más de cuatro años que no ha hecho un swing siquiera. Su ausencia en los más recientes encuentros entre figuras del béisbol cubano dice que ha tenido que ver con el hecho de no enterarse a tiempo, pero que la próxima actividad que convoquen hará todo lo posible por estar presente.

Además del éxito en los menesteres de plomería por casi doce años, también lo ha conseguido en el plano personal. Yorky ha mantenido su matrimonio hasta el día de hoy, y de esa unión han salido tres niños que el exjugador confía que puedan desarrollar carrera dentro del béisbol y hasta llegar a las Grandes Ligas según sus propias palabras.

Yorky es uno de los tantos ejemplos de deportistas cubanos emigrados que han logrado salir adelante sin el béisbol de protagonista. De hecho, si se profundiza en tal sentido es muy probable que casos como éste sean más habituales que aquellos que después de su retiro del juego activo tienen algún contacto con la pelota desde el punto de vista profesional. La necesidad pese mucho más que la pasión.

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