Pedro Durán y su dura decisión entre «seguir en el béisbol o poner los frijoles en la mesa»

Por Darien Medina

   Pedro Durán salió de Cuba en agosto de 2015, a su vida comenzaban a llegar ambiciones y sueños que cumplir en otro béisbol. Dentro de sus maletas se llevó una camisa de su equipo de toda la vida, Industriales como apreciado amuleto para hacerle frente a los nuevos retos que la vida le impondría.

   «Solo el que ha dejado a Cuba atrás sabe lo que se siente. Primero la familia, como eso no hay nada, es una herida que no se sana jamás en la vida. Todavía recuerdo ese momento en que me despedí de mi mamá y de mi abuelo, darle ese último beso y abrazo sin saber cuándo se volviera a repetir. Te cuento esto y se me salen las lágrimas, dejar a la persona que te trajo al mundo, que te dio la vida, eso no tiene precio».

   Esas fueron las primeras palabras a SwingCompleto de uno de los lanzadores capitalinos de más talento que han abandonado el país en los últimos tiempos.

   En el primer año su etapa en la categoría juvenil logró el título en el Campeonato Nacional con La Habana, fue una temporada en la que alcanzó 10 victorias con dos derrotas y un promedio de limpias de 1.72. No fue una campaña fácil: «Nadie nos daba como favoritos porque para el 95% de los jugadores era su primer año. Antes de comenzar el campeonato había ocurrido un incidente y sancionaron a todos los atletas de la EIDE menos a uno que quedó libre y pudo participar. Imagínate, ese trofeo lo disfruté al máximo».

   Durán fue el abridor del partido de la definición del título ante Pinar del Río, y ese mismo año sería llamado a la preselección nacional juvenil, aunque finalmente no hizo el grado al equipo nacional en esa categoría.

   En su segundo año volvió a dejar muestras de calidad. Repitió las 10 victorias, con una sola derrota y promedio de limpias de 1.53, además de ser líder en ponches en el torneo ubicándose a tan solo seis de romper la marca histórica para un campeonato en esa categoría, propinó un juego de no hit no run a Artemisa y en la etapa final ante Camagüey dio juego perfecto en siete entradas con marcador final de 1×0. 

   «No pudimos ganar ese año, obtuvimos el segundo lugar en una final muy reñida frente al equipo de Matanzas. Gracias a esos resultados en los juveniles formé parte de la preselección de Industriales con solo 18 años que tenía en aquel momento. Para mí fue algo estupendo poder compartir ideas en el terreno con jugadores experimentados y estar en las filas del equipo azul», asegura.

   Fueron tres sus temporadas con el equipo grande la capital. Dejó balance de ocho victorias con cuatro derrotas, dos juegos salvados y un promedio de limpias de 3.60.

   «Uno de los momentos más bonitos dentro del terreno fue aquel juego que le lancé a Pinar del Río en el playoff del 2015, fueron siete entradas no me hicieron carreras y me conectaron tres imparables. Ese día el Coloso del Cerro explotaba, era la primera vez que yo lanzaba con un Latino así abarrotado y recuerdo siempre las palabras de Lázaro Vargas que era mi manager, cuando terminé el séptimo inning que entré al banco me abrazó y me dijo: Hoy te graduaste como pícher Pedrito».

   El último torneo del béisbol cubano donde participó fue el sub 23. Para entonces, la decisión estaba tomada. «Tuve que dejar todo, el barrio, mi familia. Dí un paso que me cambiaría la vida por completo, dejar atrás tu país. Por eso todo el cubano que emigre yo lo aplaudo porque sé que es valiente», subraya.

   Junto a su padre puso rumbo a Ecuador, la primera escala de un recorrido que se extendió posteriormente a Venezuela, Perú, Haití y Bahamas antes de llegar a Estados Unidos en junio de 2016. «En Bahamas fue donde comencé a entrenar nuevamente y ponerme en forma, ellos están creciendo en el béisbol, tienen una academia y varios talentos firmados con organizaciones de la MLB incluso por bonos millonarios».

   En su estancia en esa isla del Caribe, estuvo acompañado por otros cubanos: Norge Luis Ruiz, Cionel Pérez, Miguel Antonio Vargas y Orlando Martínez. Después de haber recibido la documentación legal se encaminó a los Estados Unidos, esta vez ya no tendría a su padre de compañero.

   «Desgraciadamente mi papá se tuvo que quedar en Bahamas a esperar un tiempo para poder llegar aquí a Estados Unidos, cosa que jamás pasó por motivos de familiares, mi abuelo enfermó en Cuba y tomó la decisión de regresar para cuidarlo», nos cuenta.

   Entonces, Durán daba un paso más que pensaba que lo acercaría a su meta, firmar por alguna organización de la MLB, fueron dos años enfrascado en un sueño que nunca llegó. «Comienzo a entrenar diario, no tuve la fortuna de encontrar un agente bueno, que me consiguiera un contrato, por mi parte no quedó y mi conciencia está limpia, recuerdo que los Philadelphia Phillies me querían ver en su campo de entrenamiento en Orlando, Florida. Hablaron conmigo y mi agente, en aquel momento y jamás esa oportunidad llegó, no tengo idea de lo que pasó, mi trabajo era entrenar, prepararme bien y el de ellos era buscarme el contrato. Esto es profesional cada cual hace su trabajo y no te puedes inmiscuir en el de la otra persona».

   Desde los cinco años el béisbol había estado la vida de Durán, y es de esas relaciones que terminan solo por una fuerza mayor. «Cuando mi mujer estaba a punto de dar a luz decidí no intentar más la firma y hacer mi vida por otro camino, tuve que poner las dos decisiones en una balanza: seguir intentando en el béisbol que no era nada seguro o poner los frijoles en la mesa de mi casa, como decimos en buen cubano».

   Ya el béisbol no cuenta en su vida, así lo ha decidido. Hoy se dedica a «trabajar en la compañía de Herbalife, soy coach de nutrición y ejercicio además de ser dueño de mi propio negocio. Cualquier persona que esté interesada en cambiar su físico y su salud los ayudo, tengo personas hasta en México con las que trabajo así que ya te imaginas. Me va sumamente bien gracias a Dios».

   Renunciar a un sueño en ocasiones está determinado por diferentes circunstancias y Durán tuvo que hacer sus elecciones. «Todas las decisiones que he tomado en la vida las he pensado muchas veces antes de hacerla».

   Tras su salida de Cuba Durán ha visitado en dos oportunidades su tierra, en ambas se ha quedado con los deseos de visitar el Latinoamericano y sentarse a ver un juego de Industriales, lo sigue añorando porque está convencido de que «seré industrialista hasta la muerte».

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