Por Yasel Porto
Además del aspecto más que obvio de que son instalaciones donde se desarrolla el principal evento beisbolero interino de Cuba y Estados Unidos, hay un punto en común entre los estadios cubanos que acogen partidos regulares de la Serie Nacional y los 30 que pertenecen a las Grandes Ligas.
El mismo tiene que ver con el nombre oficial de los parques beisboleros, pues en ninguno de los casos responde a figuras vinculadas con el béisbol. La solitaria excepción es la casa de los Gallos de Sancti Spíritus, que desde su construcción en 1991 rinde tributo al exlanzador José Antonio Huelga, uno de los grandes del pitcheo cubano hasta que un accidente lo privó de la vida en 1974 . El resto de los 45 estadios de un lugar y del otro se denominan de una forma muy variada.
Es válido señalar que ya el Santiago «Changa» Mederos dejó de recibir juegos de Serie Nacional desde hace muchos años. Desde la eliminación de Metropolitanos en 2012 dejó de tener protagonismo más allá del entorno provincial.
En el caso de Cuba, casi todos los parques beisboleros fueron bautizados en homenaje a héroes y mártires (algunos de ellos extranjeros como Van Troi y Sandino), o momentos históricos como la muerte de los deportistas tras el sabotaje al avión en Barbados, el levantamiento popular en Cienfuegos el 5 de septiembre, y lo acontecido en 1961 con el Congreso Latinoamericano de Juventudes junto con Playa Girón.
Con respecto a la MLB, desde hace mucho que se implementó el mecanismo de ponerle una nomenclatura a sus estadios a partir de los derechos que compre una compañía. No es equipo el responsable de esto ya, por lo que ha sido bastante común incluso que haya existido más de un cambio en tal sentido.
Miami, Houston o la casa de los Medias Blancas están en ese grupo, un fenómeno que también se ve en Japón, Corea del Sur y Taiwán. Claro que existen franquicias bien apegadas a la historia para los que no existe dinero que haga cambiarle el nombre a Fenway Park, Wrigley Field y los estadios de los Yanquis y los Dodgers.
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De todos modos a lo largo del tiempo muy pocos de estos sitios han tenido el nombre de personalidades del béisbol. Uno de los casos más notables fue el del dueño de los Medias Blancas en la primera parte del siglo XX, el controversial exjugador Charles Comiskey. Lo mismo con la anterior plaza de Atlanta, el Turner Field, por el otrora dirigente de los Bravos Ted Turner.
Pudiéramos hablar también de los Atléticos cuando estaban en Filadelfia (Connie Mack Stadium), y hoy algunos le dicen a su casa en Oakland el estadio de Rickey Henderson pero que queda más en la iniciativa popular de un grupo.
Algo muy diferente nos encontramos en muchos países latinoamericanos como México, Puerto Rico, Venezuela, Nicaragua y Panamá, más los casos excepcionales de figuras todavía en vida en lugares como Colombia (Edgar Rentería en Barranquilla) y Dominicana (Juan Marichal en Santo Domingo).
Y lo mismo sucede con Cuba y Estados Unidos pero a un nivel inferior. O sea, ligas de menos rango o categoría en estas naciones sí tienen unos cuantos estadios que sirven para homenajear en vida o post mortem a jugadores y entrenadores que han destacado. Ya sea localmente o más allá de ese contexto tan reducido en cuanto a geografía.
De hecho, son alrededor de 40 las instalaciones beisboleras cubanas cuya denominación oficial o extraoficial se relacionan con figuras del llamado deporte nacional de la mayor isla caribeña. Mucho más de lo que piensa seguramente la mayoría, lo cual me obliga a regresar pronto sobre este tema tan particular.