Servicio militar provocó una de las mejores experiencias de extraclase big leaguer cubano

Por Yasel Porto

No creo que existan muchos los que tengan buenos recuerdos del servicio militar obligatorio. Sea en Cuba o donde sea, tener que pasar el “verde” es uno de los tragos más amargos que pocos quieren probar y que luego queda en un espacio de la mente que pocas veces intentamos recordar para bien.

Pero hay alguien para quien esta actividad le trajo más satisfacciones a pesar de todo, aunque ahí contamos sobre todo lo que tiene que ver con el contexto netamente deportivo.

Todo el mundo recuerda a Rolando Arrojo como una de las grandes estrellas del pitcheo cubano. Y en ese recuerdo están esas actuaciones como líder del staff del Villa Clara tres veces campeón nacional de forma consecutivas. Y como es lógico sus grandes momentos en el equipo Cuba y luego cuando lanzó en Grandes Ligas.

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Pero muy pocos reparan en el primer equipo de Arrojo el cual hace mucho desapareció de la pelota cubana después de representar a una de las provincias más destacadas en la historia si del deporte nacional de este país hablamos, como lo es sin dudas Matanzas.

El tema con el campeón olímpico de Barcelona 1992 y la llamada “Atenas de Cuba”, es que en 1983 tuvo que trasladarse temporalmente hacia allí desde Villa Clara por el asunto del servicio militar. Y en ese territorio el talento para el pitcheo del oriundo del poblado de San Juan de los Yeras no quiso ser desaprovechado por el sabio manager Tomás Soto después de su buen rendimiento con Limonar en la Serie Provincial.

El exprimera base y verdadero primer campeón de bateo de las Series Nacionales estaba al frente al equipo Citricultores, uno de los dos que asistía a los clásicos cubanos de aquel entonces en nombre de Matanzas. El otro era Henequeneros.

Los rojos contaron con un señor trabuco en aquella temporada 1983-84 y terminaron demostrando en el papel la condición de equipo favorito a luchar por la corona que había sido vaticinada por los especialistas.

Y en medio del protagonismo de jugadores de posición como Wilfredo Sánchez, Lázaro Junco, Juan Luis Baró, Leonardo Goire y Pablo Hernández, más lanzadores como Anselmo Martínez y Eduardo Terry, el desempeño del bisoño villaclareño fue esencial para el título de los Citris. Tan buena fue su labor (8-3, 1.72) que al término de la justa fue distinguido con el premio Novato del Año.

En entrevista que le hice a Arrojo en su hogar, el “Tifón” me confesó que ese tiempo en Matanzas es inolvidable y que a pesar de lo que pasó después con Villa Clara, el Cuba y los entonces Devil Rays, el significado de aquellos Citricultores no tiene comparación alguna.

“Para mí es el mejor equipo con el que yo he jugado. No solo por la calidad de los jugadores y por ganar aquel campeonato, sino por lo que yo hice siendo un novato y la tremenda acogida que me dieron ahí. Yo era el único que debutaba y hasta tenía miedo de hablar con la gente porque eso estaba lleno de estrellas. Junco fue uno de los que me dio la mano y me ayudó a coger confianza”, dijo quien años después llegó a ser incluso el mejor monticulista de toda Cuba.

Tras su paso triunfal por la pelota cubana Arrojo decidió probar suerte en Grandes Ligas. La única gran temporada en Estados Unidos fue cuando se estrenó dentro de la campaña de 1998 que también sirvió de debut a los Devil Rays de Tampa Bay. Estuvo a un paso de emular con lo sucedido en 1983-84 con Citricultores ya que se quedó a un paso de ser elegido mejor novato tras su formidable balance de 14-12 con un equipo de expansión que resultó el peor de toda la división.

El conjunto que para el extraclase pitcher fue el mejor de todos los que jugó se llevó dos coronas en Series Nacionales (1976-77 y 1983-84). Por varias temporadas fue el “macho” de la provincia hasta que a finales de los años ochenta decidieron potenciar otra vez a Henequeneros , lo que los marginó a lugares sotaneros del torneo. En 1992-93 desaparecieron para siempre del nivel superior cubano tras fundirse Matanzas en un solo equipo en la Serie Nacional.

Como Arrojo hubo otro ejemplo de la misma provincia Villa Clara que a través del servicio militar debutó y ganó con un territorio ajeno a su entorno. Fue el trascendental receptor Lázaro Pérez, figura notable en los años sesenta cuando se inició como jardinero con Industriales.

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