Yasel Porto hace swing al caso Yordanis Samón y pide respeto por el granmense

Por Yasel Porto

La polémica más encendida previo a la edición 60 de la Serie Nacional de béisbol ha estado alrededor del destacado bateador Yordanis Samón después de hablar de su posible partida de La Habana si le ofrecían mejores condiciones en otra provincia. Esto generó duras reacciones de industrialistas y hasta periodistas, utilizando todo tipo de comentarios y términos, incluido el de traidor, junto a la acusación de que falló a propósito contra Camagüey porque ya manejaba el vestirse de toro en la venidera campaña. Y con ello otras ofensas que motivó que el jugador respondiera con la misma fuerza que conecta los lanzamientos, para generar así nuevas reacciones de fanáticos y colegas que han avivado aún más esta controversia.

Es por ello que decidí opinar al respecto, aunque vaya en contra de lo expresado por unos cuantos, incluidos aquellos escritos en este mismo sitio que a mi consideración fueron un tanto injustos. Aclaro que el único vínculo que me ata a Samón son algunas entrevistas más la foto que acompaña este comentario. Y para los extremistas del bando azul les recuerdo que además de ser habanero de nacimiento y por convicción, he tenido muchos puntos de contacto con los equipos de la capital desde que era un niño. No obstante, cuando hago este tipo de análisis trato de estar al margen de simpatías personales para defender mejor la nacionalidad sobre el regionalismo y ser consecuente conmigo mismo.

Yo no voy a aprobar bajo ningún concepto las expresiones del granmense a través de Facebook (como se publicó en estas mismas páginas de SwingCompleto). Eso estuvo mal, muy mal, aún cuando las redes sociales son un tiro al blanco para las figuras públicas, plagadas de irrespeto y groserías que nos demuestran cuán mal anda nuestra sociedad.

Nada justifica a Samón, y aunque estoy claro de que como muchos de nosotros tiene un carácter complejo y que la diplomacia no es una de sus virtudes, no fue Samón quien empezó esta guerra de ofensas que al final no solo está perjudicando la imagen del pelotero, también al béisbol cubano, generándose un estado de opinión adverso, además de una rivalidad público-jugador y equipo-jugador bastante peligrosa de cara al futuro.

¿Acaso es justo tildar de traidor a quien quiere mejorar su modo de vida en un mundo injusto donde muchos no tienen lo que se han ganado con mucho sacrificio en comparación con otros que con menos méritos viven mejor? Pongámonos por un momento en su lugar como pelotero y como persona especialmente.

Yo diré siempre que es totalmente lícito y entendible que Samón o el que sea pretendan una atención por encima de lo que han tenido.

Es su derecho creer que no ha tenido las facilidades en concordancia con sus resultados, así le hayan propuesto una mansión con piscina y muebles incluidos, acompañado de un mercedes, un iphone de última generación, un factura mensual de comida y aseo, y conexión 6G las 24 horas. Estamos claros no obstante, que no fue su caso ni remotamente en ninguno de esos puntos señalados.

¿Qué derecho hay de atacarlo si no le gustó la casa que le ofrecieron, haya sido por tamaño, la zona donde está o su estado de conservación? ¿Por qué emprenderla con él si en otro lugar del país piensa que tendrá un trato acorde a su exigencia?

 ¿Qué razón tienen algunos para oponerse con saña a la libertad de cada cual para decidir sobre su futuro, máxime en un caso que aunque todavía tiene mucho nivel, su etapa de declive no está demasiado lejos?

 ¿Cuál ha sido y es la actitud de los que hoy le dicen traidor a Samón cuando muchos han decidido permutar internamente sin que Industriales esté relacionado, o cuando muchos miembros de los Leones dejaron al equipo antes o en medio de la temporada para superarse económica y deportivamente fuera de Cuba?

Muchos de los que nos han llenado de orgullo en la MLB y otras ligas, llegaron allí a través de procesos más o menos controvertidos en pos de un sueño personal.

Algunos extremistas todavía hoy los cuestionan, pero muchos, entre ellos yo, decidimos respetar su determinación desterrando términos como traidor y hasta desertor.

Alguien me dijo que esa es otra cosa. No, es la misma cosa, solo que hay un grupo que quiere pintar más grave esta situación porque se sienten afectados por tener ahora a Samón como contrario y lo que eso significa por su gran bateo, y porque además, los que se fueron, no juegan o no jugaron con un rival de Industriales en la Serie Nacional.

Yo trabajé en la emisora COCO durante 15 años hasta que en 2013 la televisión me ofreció un salario superior a los 18 pesos que cobraba por conducir un programa de 3 horas (Tribuna Deportiva), además de otras condiciones que mejorarían mi estatus profesional y lógicamente personal. Y así hicieron muchísimos de mis colegas con el talento para tomar otro camino. Y eso pasa en la prensa, en la pelota y en la vida de todos, cubanos y no cubanos. Es la aspiración eterna de los seres humanos, por nuestra familia y por nosotros mismos. La diferencia está en los métodos, claro está, y ese es el elemento que han utilizado los detractores de Samón.

El poderoso bateador comenzó con Granma siendo Novato del Año en 2003 y con los Alazanes estuvo por largo tiempo hasta que cambió a Matanzas en 2016 al recibir por Víctor Mesa “buenas ofertas” que incluían el equipo Cuba. Esa situación fue la misma cuando en 2017 Víctor tomó por asalto la dirección de Industriales.

En ese momento la afición habanera recibió a Samón con los brazos abiertos, sin cuestionar si se había ido de aquí o de allá ni la forma que había acontecido, ni como hacen algunos ahora, diciéndole “palestino” mercenario, bateador sin técnica, primera base de defensa mediocre, y hasta jugador de poco cerebro carente de carisma y cultura. Por tres años y hasta el tercer juego contra Camagüey nada de eso se pensaba, solo que era un bateador fuera de serie.

Ya muchos borraron sus aplausos y elogios hacia él, y de haber sido fundamental en la clasificación de Industriales ahora no pocos lo consideran como alguien que aportó lo normal… uno más y punto. Todo se olvidó tan rápido como cuando los Gurriel eran vitoreados vestidos de azul después de haber sido abucheados con irrespeto cuando pertenecían a Sancti Spíritus.  Ahí solo primó el beneficio propio, no la afectación de los rivales, igual que con Entenza, Baños, los Mesa y hasta el mismísimo Raudelín Legrá.  Si estamos de acuerdo con unos, debemos actuar igual cuando sea al revés.

Estamos en un béisbol que ni es amateur ni profesional. Si por un lado todos tienen un contrato salarial por su participación en la Serie Nacional a diferencia de como sucedió por más de 50 años,  dicho salario además de ser insuficiente, es parejo para todo el mundo seas titular o suplente, estelar o mediocre. No hay diferencias y eso crea otros problemas.

Los estímulos son muy variables, ya sea porque dependen del interés o posibilidades de la provincia; en algunas partes regalan plasmas, celulares y hasta casas confortables, y en otros sitios solo microwaves de uso, bicicletas eléctricas para pagar a plazo o apartamentos que no cumplen con un grupo de necesidades. Aparte de eso, el tratamiento individual no siempre responde a resultados, sino a favoritismos por otros factores que no se ajustan necesariamente a los méritos en comparación con otros.

La permuta de equipos por mejoras materiales no ha sido la única razón del traspaso cada vez más creciente de jugadores de un lado a otro, pero ya se ha convertido en una de las más notables. Eso ha generado gran controversia y dificultades a la hora de conseguir el objetivo por parte del pelotero. Desde hace tiempo se destapó la caja de pandora con el protagonismo de Matanzas y el propio Industriales, y ya hoy es imposible nadar contra esa corriente, no solo por los múltiples antecedentes, sino porque en medio de tantas dificultades económicas los peloteros que se han quedado en Cuba no tienen más alternativa que conseguir todas las prebendas que puedan mientras tengan capacidad para jugar y rendir. Y todos, sin excepción, estamos en el deber de entenderlos.

Un amigo cuestionaba que quién era Yordanis Samón para demandar más facilidades. De la misma forma que le dije a él les recuerdo a los que así piensan que el inicialista oriental ha sido el mejor bateador cubano en los últimos años entre Nacional y eventos internacionales. Cuando los bates de casi todos allá afuera han estado fríos, el gigante granmense ha producido más que el resto sin importar el nivel contrario. Y le ha dado lo mismo el Premier, Lima, la Can-Am o el tope frente a Estados Unidos, a zurdos y derechos, y a lanzadores lentos y rápidos.

Mientras a otros se les ha permitido negociar contratos por su cuenta, decidir si juegan la Serie Nacional o determinado evento internacional, tomarse el descanso que estimen y moverse internamente solo por tener un nombre, Samón también se ganó un nombre dando palo, y sus estadísticas son bien claras.

Y sin cuestionar a los que tomaron rumbo norte, también lo merece porque teniendo las condiciones decidió mantenerse dentro. Y no me digan ahora que no tenía calidad para irse de aquí porque decenas y decenas peores que él lo hicieron, y no pocos al menos firmaron por unos miles para jugar en las Menores.

Es cierto que su incursión en el béisbol foráneo fue fallida (Liga de Verano de México en 2013), pero fue la única posibilidad que tuvo. Después de eso su labor fue creciendo dentro de la Isla y nunca más tuvo la dicha de que le gestionaran un contrato. No creo que sea falta de calidad el no haber jugado en otra parte cuando otros de menor rango hasta sobresalieron en ligas de alto, medio o poco rango.

Y repito para los que tergiversan opiniones o se van por la vía equivocada sin analizar la esencia de lo que se dice, mi defensa hoy es para Samón y para los casos similares que ha habido y habrán. Ningún fanático, periodista, compañero de equipo, manager o funcionario, puede obligar a un jugador que esté en contra de su voluntad en un lugar por la variable que sea.

Sus expresiones anti habaneras, vulgares y homofóbicas en Facebook, o cualquier historia negativa de cuando vestía el uniforme de Industriales o las que vengan a partir de ahora son parte de otro tema, aún cuando en cierta medida sea una causa o consecuencia del mismo.

Si el pelotero no quiere renovar su contrato anual, la provincia no puede frenar su interés de firmar en otra parte solo por el hecho de haber contribuido a su formación u otorgarle ciertas atenciones. Cuando se satanizaba al béisbol profesional, y hay quienes aún lo hacen, uno de los elementos de mayor peso era que los jugadores eran mercancía de los dueños de equipo y que decidían por ellos.

No se trata de libertinaje, sino de libertad controlada y conveniada entre cada parte para que nadie salga perjudicado, especialmente el atleta.

Fue más fácil criticar con todo a Samón, verlo como un capricho, como un tipo insaciable, que tratar de resolver el problema y buscar la manera de entenderlo y preservarlo. No acabamos de entender completamente lo que representan la pelota y los peloteros no ya en lo deportivo, sino en lo social, y vemos todo esto como absurdas exigencias y no necesidades comprensibles de componentes que contribuyen a darle como pocos, un bálsamo de satisfacción a una ciudad y a un país en medio de tantas dificultades.

Pero eso de deporte nacional o símbolo cultural lo decimos mucho, pero lo ponemos en práctica algunas veces, y no en todas partes.  

Por lo pronto mientras el estelar número 8 se afianza a palo limpio para el preolímpico de Arizona, está fuera ya de la preselección de Industriales para generar así una expectativa de si regresa al equipo que lo vio nacer y desarrollarse, Granma, o si hay un nuevo camino que indica a la ciudad de los tinajones.

Seamos justos, agradezcamos lo hecho en el pasado a los que estuvieron y ya no están, y antepongamos el respeto al fanatismo, la política, la pasión y sobre todo a ese regionalismo fatal.  Si hoy condenamos como traidor a Samón, posiblemente estemos traicionando a nuestra propia conciencia por olvidarnos que de cierta manera, en el amor, en el trabajo o en la vida en general, alguna vez fuimos, somos o seremos nuestra propia versión de Yordanis Samón o la de tantos otros que intentaron cumplir con uno de los más elementales derechos como seres humanos.

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