Por Alexander García Milián
En el momento de escribir este artículo avanzo en la lectura de El arte de ser feliz de Schopenhauer; un tratado o manual con 50 reglas básicas para la vida, todas las necesarias para solventar la existencia, hacerla más llevadera.
De igual modo, al mismo tiempo, como historia paralela, el equipo Cuba termina su actuación en la Liga Can Am y lo hace con saldo favorable de 8 victorias y siete derrotas.
La filosofía existencialista de Schopenhauer, un maestro del pesimismo; la felicidad, el dolor, la impaciencia; el béisbol, la vida, todo fluye y se condensa, se descompone en muchos matices y vemos el fenómeno como un todo.
Entonces aquí, en este instante, el sabor a victoria insufla los ánimos de todos, hasta los míos- un discípulo del filósofo alemán- pudiera decir; pero ateniéndome a las consecuencias, intento profundizar en el tema y darle una mirada al asunto con otros tonos.
El hecho de ganar es algo bueno, inobjetablemente pero no siento ni por asomo que este torneo en el cual jugamos quince partidos sea el gran medidor, la gran prueba o como le quieran poner, pienso incluso que el tope con los juveniles de Estados Unidos, es mucho más que los visto en la Can Am.
Al momento de darle vida a este artículo los dirigidos por Anglada se aprestan a iniciar el tope con los colegiales en Carolina del Norte y amen de lo que pueda ocurrir tras finalizar el duelo, no pienso que el bateo cubano pueda con el bullpen canadiense, ni con el puertorriqueño.
La realidad que nos dejó esos juegos, muestra que estamos lejos de asimilar un pitcheo disciplinado, experimentado, con exquisito control, con training casi diario- solo vemos el de la Serie Nacional- y los guarismos ofensivos así lo atestiguan.
Este aspecto no es nuevo, es parte de esa realidad que se impone y nos pega en el rostro una y otra vez- estamos atrás- sin temor creo que el retroceso en este deporte se vuelve más plausible a medida que topemos con otras ligas, otros eventos, otros sistemas de preparación… digo esto y siento que es en vano, pero tengo que hablar y punto, refrescar la memoria diría.
En un momento así, donde queremos creer al precio que sea en la victoria, en la posibilidad de ganar, en un momento así, cuando se prepara un elenco para competir en los Juegos Panamericanos y ganar el oro, los sucesos una vez más me demuestran que la cuestión no versa sobre poner a un hombre o a dos y pensar que son magos, la cuestión versa sobre cambiar la base, la estructura de un deporte que sin objeción se va anquilosando en las memorias que nos deja el tiempo.
Nos vemos a la vuelta.