Por Andy Lans
Su reaparición en la pasada Serie Nacional, como cerrador de los Toros de Camagüey, generó un gancho informativo aprovechado por más de un periodista. No lo caracteriza la especulación, pero sí la grandeza.
El próximo 26 de junio cumplirá 40 años. A lo largo de varias temporadas, Vicyohandri Odelín asumió un rol protagónico dentro del pitcheo de la Ciudad de los Tinajones y en el equipo Cuba.
Durante 21 Series Nacionales, Vicyohandri acumuló 2 mil 47 y un tercio de entradas lanzadas. Ganó 133 desafíos, perdió 116 y salvó 16. Lanzó 20 lechadas. Registró mil 223 ponches y 617 boletos. Su promedio de limpias (PCL) terminó en 3,47.
«Debuté en Guáimaro, frente a las Avispas de Santiago de Cuba. En aquel momento, enfrenté a Gabriel Pierre», así rememora “Viyo” Odelín su llegada al máximo circuito cubano.
Durante tres campañas seguidas (entre 1999 y 2002), Odelín consiguió más de 10 victorias en nuestros clásicos domésticos. Sin embargo, en los campeonatos siguientes, Camagüey quedaría lejos del éxito a pesar de sus magníficas plantillas. «Contábamos con un equipo bastante parejo, pero faltaba concretar el trabajo en momentos claves», asegura.
La Copa Mundial del 2001, celebrada en China Taipei, consagró al agramontino a nivel internacional. A sus 21 abriles, Viyo finalizó con un triunfo, sin derrotas. Propinó 16 ponches en 11.1 innings. Cuajó una efectividad de 0,79. En la final, venció a la escuadra de Estados Unidos.
«Agradezco la confianza que depositaron en mí, pese a mi juventud», remarcó el estelar serpentinero en relación al torneo.
Para el Mundial de 2003, el diestro acaparó el liderazgo de abanicados (26 en 17 capítulos) y mostró un PCL de 2,12.
Al año siguiente, Cuba buscaba retomar el oro olímpico en Atenas 2004. Odelín siente molestias debido a una lesión, no obstante le encomiendan el duelo contra Japón: «Siempre le lancé sin dificultades a los nipones, pero ese día no me encontraba en la mejor forma».
El camagüeyano carga con el descalabro antillano. Tolera cuatro rayitas en tres episodios. Daisuke Matsuzaka sale con la sonrisa. A la postre, los cubanos suben a lo más alto del podio.
Vicyohandri Odelín no volvería al equipo Cuba hasta el Clásico Mundial de 2006: «Sufrí una fatiga muscular. Me utilizaron en exceso durante los años anteriores. Creo que por eso tardé dos años en regresar al seleccionado Nacional», acota Viyo.
En el Clásico de 2006, firmó un espléndido relevo ante Puerto Rico. Tiempo después, cuando todos pensaban que perdía su brillo, domina a los boricuas en la Serie del Caribe de 2014, esta vez formó parte de los Leopardos azucareros de Villa Clara. El veterano maniató a los de la Isla del Encanto durante nueve entradas del choque contra los Indios de Mayagüez. Villa Clara ganó 2×1 y Viyo utilizó más de un centenar de envíos.
«El equipo puertorriqueño de 2006 poseía pocas debilidades, por tanto no podía fallar. Además de la victoria en la Serie del Caribe, los derroté en el Preolímpico de 2003. Se me daba muy bien enfrentarlos», subraya.
Otro pasaje curioso en la trayectoria de Vicyohandri, resulta su incorporación a los Industriales en calidad de refuerzo. Ese momento lo guarda en el baúl de los recuerdos pues asegura que «me sentí bien en la capital. Los muchachos ya me conocían. Lázaro Vargas y José Elosegui me apoyaron bastante. Aunque Industriales hala numerosos fanáticos y el Latino exige, jamás sentí presión. La experiencia con el Cuba me ayudó en ese sentido».
Una de las armas secretas de Viyo desde la lomita, consistía en un lanzamiento algo raro que algunos llamaban jocosamente “el garabato”, sobre el cual Odelín nos compartió que «sSe parecía a una sinker, pero el movimiento de la muñeca lo cambiaba por completo».
Vicyohandri Odelín asume que su etapa de jugador pasó definitivamente. De ahora en adelante encaminará sus esfuerzos para enseñar a las futuras generaciones de peloteros.
En cuanto al comienzo de la LX Serie Nacional, considera que depende del momento epidemiológico que viva el país. Cuando le preguntamos, si asumiría una rebaja salarial en caso de ser jugador, responde: «Claro que si ¡Yo soy Cuba!».