Por Pablo Pichardo
Abanderamientos, firmas de compromisos, actos políticos, presiones, exigencias y temores de no volver jamás a vestir los colores del equipo nacional; son algunos de los factores que conspiran contra las esencias de un partido de béisbol y que vienen lacerando desde hace un buen tiempo la psiquis de nuestros peloteros.
Si a esto le sumamos las deficiencias que arrastran desde las categorías infantiles donde la desmotivación de los técnicos por los bajos salarios, la falta de implementos deportivos y los cortos campeonatos provinciales y nacionales, se unen a los largas etapas de entrenamiento donde prima más el logro de una capacidad física determinada sobre el pensamiento táctico del juego; el resultado no puede ser otro que el que estamos viendo contra cualquiera que se ponga un uniforme de béisbol y nos lance unas pelotas desde el montículo.
Los malos resultados del equipo Cuba en eventos internacionales y las buenas actuaciones en solitario de los peloteros contratados en otras ligas, ponen en evidencia que el problema, a pesar de todo, está en el conjunto en sí mismo, en la diferencia de jugar a tope de la capacidad psicológica y con diferentes rutinas de entrenamiento.
Para muchos, no tiene explicación el rendimiento de esos atletas cuando están ajenos al equipo nacional, incluso en ligas de mayores exigencias como la japonesa o la misma liga mexicana.
Desde el mismo momento que un cubano cualquiera logra firmar un contrato profesional y se terminan de súbito sus problemas financieros con todo lo que esto conlleva, su pensamiento cambia, la motivación sube y comienza a ver el deporte como un juego donde es una máxima divertirse para poder lograr los objetivos.
Este equipo Cuba que se prepara para los próximos juegos Panamericanos no es una excepción. El agotamiento físico y mental de sus jugadores crece a medida que se acerca la competencia y poco puede hacer un director de prestigio como Rey Vicente Anglada ni el cuerpo de dirección que lo acompaña para revertir esto.
Para colmo, han caído en el error de acelerar el cambio generacional en medio de un ciclo competitivo importante y esto, ni ha dado resultado en los topes de confrontación, ni los dará en una competición inminente.
Una buena actuación en esa convocatoria continental (léase lograr el primer escaño) dependerá ahora de lo que pudieran hacer de forma individual esos que están jugando en otras ligas con sus mentes frescas, sus músculos relajados y la visión diferente del juego de pelota que han podido adquirir por otras tierras.
Sin embargo, no todo es color de rosa. El rendimiento de ellos dependerá de múltiples factores. Cambios bruscos de horarios y escenarios, de funciones y responsabilidades, sumados a las viejas presiones a las que serán una vez más sometidos, pueden cambiar filosofías y resultados en el terreno de juego.
Ahora, a escasos días de la competencia, los swings, las largas carreras, las rutinas de ejercicios, los levantamientos de pesas y las largas repeticiones; las deben hacer con la mente y atrincherarse, olvidándose de las bombas que suenen afuera, dentro de los oscuros laberintos de sus cerebros para poder demostrar herramientas, que sin ningún tipo de dudas, tienen la mayoría de ellos.