Por Alexander García Milián
Primero diré que en el comienzo lo admiré, ¿cómo no?, Higinio Vélez sacaba la cara por el país entero y le daba un buen bofetón a Industriales en el Latino.
Más… cuando se puso ferruco en la premiación de aquella final en 1999, por la copa pintada de azul y todas las payasadas acaecidas al respecto, cuando eso paso, era mi héroe casi; piensen, un niño de 11 años que comenzaba con la pelota, que se llenaba de ilusiones, que empezaba a desbordar imaginación…
Es cierto que estaban Kindelán, Pacheco, Pierre, pero ese hombre enjuto, de mirada inteligente era el centro…
Los años, los Clásicos Mundiales, los juegos perdidos; hablarían por si solos.
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En la guagua el tumulto lo cuece todo, entre el calor, el mal olor y la apretazón, la vida se vuelve insoportable, solo piensas en darte un tiro, tomarte un pomo de barbitúricos o mandar todo al carajo. Imaginen la combinación, local en San Miguel del Padrón, pasajeros como sardinas en latas, no hay otra opción que esa del A- 5.
En medio del jolgorio se sienten a dos hombres hablando como absortos, enajenados- Vistes el equipo- dice uno; – está bueno y más con Anglada- dice el otro abriendo sus ojos y esbozando una tenue sonrisa…Los dos se miran, varias personas en la guagua los miran a ellos,- están locos- dicen por el fondo;- No, el loco es Higinio Vélez- acota el mayor de los dos que conversaban y elevando su voz, para que todos oyeran, pregunto ¿ Hasta cuándo va estar ese tipo en la Federación?, eso parece que es de por vida- alegó.
Desde ese momento no pare de reír, me olvidé de la incomodidad, solo reía, es que el cubano es así, chotea en todo momento, con todo y el deporte incluido, la pelota está con nosotros donde sea; pero que casualidad que hablaban de Higinio ahí, en ese instante.
La historia se expande, tiene sus particularidades y estas fueron parte de mi realidad por unos minutos.
La narración la tomo para mostrar lo profundo del tema que abordo en el trabajo y siento como las voces se extienden por cada esquina, en cualquier cuadra, en la bodega, en el parque; donde quieras encuentras a alguien preguntándose sobre tantos problemas y el béisbol no escapa, menos Higinio Vélez.
Cuando Higinio fue elegido para dirigir el equipo Cuba en el primer Clásico Mundial, todos aplaudieron, el metió a Ormary Romero a la cañona, a pepe- como quieran asentar- los puso porque él quiso y el oro se le fue, se le fueron también sus caras ocultas, sus mentiras, el tipo flexivo, atento, el hombre inteligente se volvió como el más autoritario de los seres. Pero el tipo cayó bien, perdió de un modo… bonito- para decir algo-
Ya para el segundo Clásico Mundial, Higinio estaba en el trono, con más veras podía hacer de las suyas y puso a Chapman a abrir el segundo juego contra Australia y si no es por el gordo Peraza e Ismel Jiménez; la historia se habría acortado y los fantasmas hubieran empezado a salir temprano.
Pero Higinio quería a Chapman, quería mostrarle a las Grandes Ligas el chico de 100 millas que teníamos y dio resultado- miren en Nueva York, en los Yankees-; donde no resulto fue en el primer juego contra Japón en ese torneo del 2009- se sostuvieron dos-.
Higinio tenía opciones, Vera, Maya… pero no, Chapman y el holguinero no vio la luz contra los nipones. Ya la gente cambió los aplausos por la rabia y el enojo, por la frustración; en crudas miradas se resume todo.
El poder comenzaba a causar estragos y con más fuerza desde entonces, la cosa ha ido de gris para negro. Pero Higinio sigue ahí…Seguro de por vida, es un cargo vitalicio- como dijo aquel hombre en la guagua- vuelvo a reír.
La historia comenzó con un tipo que creí Dios hoy no sé qué es, siento ya pena de él, no quiero nada en particular con Higinio, solo preguntarle, pedirme que me explique… ¿ por qué estamos así?
Nos vemos a la vuelta.