La desastrosa y penosa narración del beisbol en Cuba

Por Alexander García Milián La pausa rompe todo; el eco sordo y monótono de la voz luce como un grito de auxilio en el fondo de una cueva. Es la voz, son las voces de muchos que son pocos, de pocos que son todos porque lo quieren o los hacen querer cosas que no desean […]

Por Alexander García Milián

La pausa rompe todo; el eco sordo y monótono de la voz luce como un grito de auxilio en el fondo de una cueva. Es la voz, son las voces de muchos que son pocos, de pocos que son todos porque lo quieren o los hacen querer cosas que no desean y añorar sueños que si anhelan, Olimpiadas, Panamericanos, Centroamericanos… en fin … creo que empieza la novela, no se levante siga…




La voz cálida de Ernesto Jerez nos aferra a todos al sillón, nos absorbe,… Pero se va llega la voz estruendosa, la voz ronca de Rodolfo García y Sergio Ortega, Modesto Agüero, Evian Guerra; sí, ya lo lee,… los mismos del “cuartico”. Los de la pelota, el fútbol, el baloncesto, el atletismo; ¿A que juegan?,… creo que a vivir como sea posible entre un infierno en Chicago y la soledad del corredor del fondo, en el hastío inmenso que va de Bradbury a Sillitoe…

Entre el enclaustramiento de Lovecraft y la locura de Maupassant, hay que reír para no llorar cuando en la final del reciente del torneo sub 23, se escucha- Sin dudas, el relevo está garantizado,… o strike! ponchado,… ¡no!, fue la cuarta bola…- perdón, ¿De qué? Pregunto… Por pifiar tanto, decir mentiras, recibir jabas por aquí y por allá, ser los “supermentores” de todo, – Eso no se hace,… debía haber tocado,… Con dos abajo!!- se oye una y otra vez…

El tema de la narración de deportes en Cuba, no es nuevo; de sus cosas, sus faltas, la constante actitud peyorativa, burlona diría de los protagonistas es parte del pan nuestro de cada día. Ya lo decía el mítico Alfonso Urquiola en una entrevista,- “… esos no han jugado ni con mier… y creen saberlo todo, piensan que son técnicos y van de disparates en disparates…”.




Los nombres de Eddy Martín, Bobby Salamanca y Héctor Rodríguez, aluden salvando distancias a los de Bob Costas y el mencionado Jerez. La cima de la narración de béisbol en Cuba ronda entre el sonido aún retumbante de sus voces y algún que otro nombre tirado por ahí en un rincón de algún municipio; ya sea en terrenos deportivos o escuelas.

Una falta de todo, desde el respeto hasta la cultura; la cultura al menos básica de un comunicador, de un profesional que debe saber transmitir, interpretar para su público los detalles y componentes de un juego que es parte de la idiosincrasia del cubano.

Sí, pues no es errado decir que cualquier criollo sabe de pelota, conoce al menos reglas básicas, domina nombres, estadísticas o tan siquiera refrita opiniones para entrar en polémica.




Hace años un colega hablo de este malestar, de la falta de profesionalismo de tan aborrecibles personajes. Ni Dostoievski, ni la Paloma de la Paz de Picasso asoman por casualidad en el verbo herrumbroso de nuestros comentaristas. Diría hoy con presteza que Freud quizás da en el clavo una vez más cuando habla de El malestar en la cultura. Y es que es necesaria una recia introspección para entender a veces que dicen, para comprender tal vez que el tema va apara rato y el sufrimiento por la desidia de esos pocos no acabará…

¿Qué hacer? … Leer, indagar, buscar todo lo que sea sobre béisbol; ver Grandes Ligas, otros torneos… Llenar espacios que son abismos sin fin porque la pelota, la que todos gozamos con un descomunal jonrón o un ponche espectacular debe permanecer por encima de la ignorancia y de la infatúa adulación.