La Vinotinto vuelve a fracasar: Mediocridad, corrupción y un nuevo adiós al Mundial

Adrián Bonilla

La Vinotinto vuelve a quedarse sin Mundial. Y no, no fue mala suerte ni una conspiración de la FIFA, fue el resultado de un proyecto mal ejecutado.

La Vinotinto vuelve a quedarse sin Mundial. Y no, no fue mala suerte ni una conspiración de la FIFA, fue el resultado de un proyecto mal ejecutado.

La Vinotinto vuelve a quedarse sin Mundial. Y no, no fue mala suerte ni una conspiración de la FIFA, fue el resultado de un proyecto mal ejecutado, de una gestión que arrastra años de improvisación y de un equipo que nunca estuvo a la altura del desafío. Lo de Venezuela es el espejo de un fútbol que vive entre la ilusión pasajera y la mediocridad estructural.

Fernando Batista fue vendido como el hombre que daría continuidad, orden y frescura a la selección. Pero cuando se necesitó un estratega de verdad, el argentino se quedó corto y ridiculizó a una selección entera. Repitió la dosis mediocre como si la eliminatoria fuese un laboratorio y los rivales no se enteraran. Cambios tardíos, lecturas erradas y un equipo que nunca supo reaccionar en los partidos de peso.

Batista confundió discurso con soluciones. Armó un libreto bonito para la prensa, pero en el campo no hubo un plan B. Y en Sudamérica, donde cada punto se suda con sangre, no tener variantes es firmar la condena.

El cuerpo técnico jamás empujó hacia el sueño. Al contrario, dejaron pasar detalles que estaban a simple vista del ojo analítico y apañaron jugadores que jamás merecieron jugar un solo minuto con esta camiseta. Seamos claros y no repliquemos el discurso colaborativo, varios futbolistas de esta generación no dieron la talla y quedaron en números rojos con el país.

Algunos jugaron por lo que representaban en el pasado y no por lo que mostraban en la actualidad, algunos otros como Jefferson Savarino también brillaban en clubes y acá se olvidaban de cómo se tocaba una pelota; pero no nos vayamos tan lejos, otros simplemente enamoraron al DT por una actuación anecdótica (Eduard Bello) y desde entonces más nunca salieron del 11 titular. Otros debían ser el motor del equipo y se escondieron cuando había que dar un paso al frente, ejemplo de ello: Yangel Herrera.

La Vinotinto nunca encontró líderes reales en la cancha además de unas cuentas arengas de Salomón Rondón o Tomás Rincón desde el frío banquillo. Hubo talento, sí, pero intermitente. Hubo promesas, sí, pero que se quedaron a medio camino. Y lo más doloroso, hubo algunos reyes del marketing a los que se les siguió dando minutos cuando ya no podían marcar diferencia.

La Vinotinto sin carácter y sin alma en los partidos decisivos

Si algo quedó claro es que Venezuela no sabe competir al límite. Cada vez que tocaba dar un golpe de autoridad, el conjunto se desmoronaba. Contra los grandes, faltó personalidad; contra los rivales directos, faltó hambre. La selección se apagó justo en los momentos en los que debía jugar con rabia y determinación.

Se repitió un patrón una y otra vez. Arranques tímidos, reacciones tardías y cero contundencia en el área rival. Así no se clasifica a un Mundial en una de las eliminatorias más duras del planeta, ni por suerte ni por milagro.

El fracaso de este ciclo también desata una verdad incómoda, y es que Venezuela no tiene estructura para producir jugadores de élite. Ese cliché ridículo de apelar por «el pasaporte pesa» quedó retratado este martes 9 de septiembre en Maturín, no es la nacionalidad, es la preparación, la cabeza y la voluntad.

En Venezuela NO hay academias modernas en cantidad suficiente, los torneos juveniles son débiles y la crisis económica desangra al talento desde edades tempranas, teniendo niños que prefieren salir a trabajar que jugar a la pelota.

Cada tanto en el país aparece una joya que brilla afuera por esfuerzo propio, pero no hay un sistema que multiplique ese talento o lo revolucione a ser mejor. Lo que hacen países como Uruguay, Colombia o Ecuador en formación, aquí se desperdicia entre precariedad y abandono. Y así, por mucho que se sueñe, el Mundial seguirá siendo una utopía; y más aún cuando toda esta mediocridad y desidia continua siendo apañada por la nómina de periodistas asignados a la federación para defender sus intereses.

Lo más grave no está sobre la cancha

El problema más grande no está en la cancha, está detrás de los escritorios. Años de corrupción, politiquería barata y dirigencias incapaces han condenado al fútbol venezolano a sobrevivir y nunca a crecer. Se improvisa con proyectos, se eligen técnicos sin planificación a largo plazo y se cambian procesos cada vez que conviene a los de arriba.

Mientras en otros países se trabaja con seriedad y planificación, en Venezuela se derrochan generaciones enteras por intereses mezquinos. El resultado está a la vista y sigue claro, otro ciclo perdido, otra decepción que se suma a la lista.

Venezuela no va al Mundial de la FIFA 2026 porque nunca estuvo realmente preparada para ir. El «Bocha» Batista falló en lo táctico, en lo estratégico y lo moral. Los jugadores que debían liderar se quedaron en promesas y cuando se ponen la de sus país les da todo igual.

La selección no tuvo carácter en los partidos y mucho menos en el más importante de nuestra historia, el que definía el destino. Y todo eso ocurre en un contexto donde no hay bases sólidas ni una federación seria que pueda revertir esta situación.

El fracaso no es de un partido ni de una eliminatoria, es el fracaso de un sistema entero, podrido desde las raíces y sin visión de futuro. Y hasta que no se asuma con crudeza y se comience a reconstruir de verdad, Venezuela seguirá viviendo de excusas, de lamentos y de sueños rotos.

Lamentable, pero así es…

1 comentario en «La Vinotinto vuelve a fracasar: Mediocridad, corrupción y un nuevo adiós al Mundial»

  1. Lamentablemente esa es la realidad del fútbol venezolana, dónde no hay planificación y pasión por esa camiseta vinotinto nunca habrá un proyecto mundialista.

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