POR Jorge Ebro
Cuesta creer que le llamaban Big Dog. Tan caballeroso y suave en sus maneras, Tani Pérez fue alguna vez -y será siempre en el recuerdo- el alma de la Gran Maquinaria Roja de Cincinnati, el hombre que todos seguían y escuchaban. Otros, Pete Rose y Johnny Bench, eran estridentes, el slugger del central Violeta el más respetado.
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Este «Perro Grande» vuelve a vivir en las páginas de Tony Pérez: de Cuba hasta Cooperstown, una biografía homenaje del escritor John Erardi, quien cubrió mucha de la carrera del cubano, el único en el Salón de la Fama nacido en la isla que jugó en las Mayores.
Sereno y seguro, cómo solo puede ser lo un hombre capaz de impulsar más de 1,600 carreras, la figura de Tani Pérez cobra una nueva luz bajo la pluma de Erardi, quien escribió el libro sin la colaboración expresa del legendario pelotero. Para bien o mal, el autor no tuvo interferencia alguna del sujeto de la obra.
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«Es tanta la humildad de Tani, que no entendía la importancia de escribir este libro», comentó Erardi, quien estará todo el fin de semana en el evento CubaNostalgia promoviéndolo. «Su humildad es algo tan sincero, que desarma. El es un gran ser humano».
Y este resulta uno de los principales logros del libro: desentrañar la personalidad a veces hermética de Tani. Yo mismo lo traté -se le extraña enormemente- durante muchos años cuando era asistente especial de los Marlins. La palabra afable podía llevar su rostro, su forma sencilla escondía su grandeza. Diría ahora, tras leer este volumen, que nunca le conocí del todo.
¿Cómo alguien así pudo sobrevivir a la lejanía de su tierra siendo apenas un adolescente? ¿Cómo supo imponerse en el movedizo terreno de las Ligas Menores con esa piel oscura y convertirse en el centro de uno de los clubes más emblemáticos de todos los tiempos donde los egos abundaban? Erardi atiende este asunto con una prosa sugerente y subyugante, sin piruetas gramaticales.
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Pero el libro no solo es de Tani Pérez, sino de una Cuba en dos tiempos que se separan y entremezclan de acuerdo con las intenciones del autor, donde la nostalgia, la alegría y la tristeza se dan la mano en una ronda que desnuda los sentidos.
Para alguien como yo, que no he vuelto a mi tierra en casi dos décadas, resultó una aventura el viaje en un viejo Volkswagen que lo va llevando de la Habana a Cruces, el hogar del Inmortal Martín Dihigo, y de ahí a Violeta ese pueblo donde Tani aprendió los rudimentos del béisbol bateando piedras diminutas, mientras escuchaba por la radio las hazañas de Orestes Miñoso.
Uno puede cerrar los ojos e imaginarse a ese Tani delgado -que luego pegaría 379 cuadrangulares en Grandes Ligas- en el parque de pelota de Violeta, poco antes de ser reclutado para el equipo juvenil de los Havana Sugar Kings. Da pena que no exista allí una calle, un monumento, una placa con su nombre. Sin Tani Violeta no existe. Mucho ha cambiado y, de cierto modo, todo es lo mismo.
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Con la carrera de Tani Pérez de fondo, van desfilando los sucesos de la época: el asesinato del coronel Blanco Rico, los pugilatos entre Fulgencio Batista y Fidel Castro, el fin de la pelota profesional, la Habana elegante y la Habana verde olivo, el cierre de una era y el inicio de otra, el dolor por el tiempo ido y la incertidumbre de lo que vendría y dejó de ser.
Las glorias deportivas, los títulos en Series Mundiales, la exaltación en Cooperstown, se juntan con las heridas familiares, el hecho de que sus padres y hermanos jamás le pudieran ver con un uniforme de Grandes Ligas, el rumbo ajeno que siguió políticamente su patria. Ese es el signo agridulce del Big Dog, del sobreviviente nato.
«Algo que en lo particular me golpeó en Cuba fue que casi nadie supiera de Tani Pérez», agregó Erardi. «¿Cómo es posible que su pueblo no conozca a su héroe, a su tremendo embajador en las Mayores? Quisiera que esto cambiara pronto».
De ahí que este libro debe ser lectura obligada no solo por los amantes del pelotero y del béisbol, sino de la historia en general. Que sea presentado en CubaNostalgia debe ser el primero de muchos pasos para su difusión. Se puede sacar a Tani Pérez de Cuba, pero no sacar a Cuba de Tani Pérez.
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