Por Alexander García Milián
Es marzo de 2009, otra vez, marzo, 2006, 2009, 2013; en fin, marzo desde hace 13 años es sinónimo de béisbol, de buen béisbol, del mejor… Pero en esta oportunidad es marzo de 2009 y estamos en México, es el segundo clásico mundial en plena acción…
En tierras mexicanas los cubanos van por hacerle el favor a los locales; enfrentan a Australia en su segundo partido y una victoria los manda directos a segunda fase, ya en la primera jornada los canguros habían noqueado a los aztecas y los caribeños navegaron sin contratiempos el escollo sudafricano.
Por Cuba sube al box un muchacho espigado, zurdo, con fama por su temible recta, algo descontrolado pero imponente con sus pitcheo; Aroldis Chapman, escribo el nombre y resuena un eco, un eco profundo que nos lleva dos, tres, cinco, diez años después a la actualidad; Cincinnati, Nueva York, Chicago, Nueva York…
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Es octubre de 2016, los Cachorros de Chicago juegan la Serie Mundial contra los Indios de Cleveland, la maldición de la cabra parecía quedarse, sí, 3-1 abajo los dirigidos por Joe Maddon, nadie pensar que un juego siete sería posible contra los chicos de Terry Francona; pero hay juego siete y hay un cubano que es protagonista, Aroldis Chapman, el paño de lágrimas, el consuelo, el todo para la maquinaria creada por Teo Epstein.
Con el holguinero como cerrador las opciones de los Cachorros aumentaron y en ese juego final, Chapman, sin discusión, era la garantía, bueno, lo fue y tuvo su primer anillo; sí, Aroldis Chapman, el mismo que fue dado a conocer por Cuba en el segundo Clásico Mundial de Béisbol, en aquel juego contra Australia, donde apareció tirando rectas de 100 y de 101 millas , ahí tenía ya el boleto casi seguro para las Grandes Ligas; la actuación en la Serie Mundial siete años después no fue casualidad.
En ese contexto, el de 2016, Aroldis había ido de los Yankees a Chicago, con su actuación en la Serie Mundial- sayonara- pasaje de regreso rumbo al roster de los Mulos.
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– “… Fue una cosa loca, eso fue loco, fue algo muy arriesgado salir de ese modo, todo fue a suerte y verdad, pero había que hacerlo…”- la voz suena fuerte pero es un tono decente que se impone ante lo turbio de su mirada; es la voz de Aroldis Chapman hablando en una entrevista, contando como abandono el equipo Cuba en Holanda, narrando las vicisitudes por las que paso para llegar a la MLB.
La realidad del segundo Clásico Mundial, de aquel juego con Australia, de su efímera actuación ante Japón, la realidad imponía una sola cosa, Grandes Ligas; su arribo a los Rojos de Cincinnati sopeso en algo las expectativas, su paso arrollador desde entonces ha cimentado la leyenda, Chapman va camino a Cooperstown y desde ahora son palabras mayores pero estará ahí, tiene un gran equipo- los Yankees de Nueva York- tiene la maestría, tiene el corazón, lo tiene todo.
Lo mejor está por llegar, Chapman más que Mariano, más que Trevor Hoffman, Chapman es un peloterazo, orgullo latino, de Cuba, sin más… pase usted señor.
Nos vemos a la vuelta.