Por Roberto Ortega
Cual versión mala de serie televisiva se antoja la primera semana de una «Liga» que ha atraído menos público porcentualmente que cualquier torneo de softball en la capital de Cuba. El estreno, con 15 días de atraso, drama de uniformes, mentiras y malas disculpas en televisión nacional, ocurrió a estadio vacío y pantallas apagadas, por apagones y abrumador desinterés.
Los desatinos no acaban ahí, y las coordinaciones hacen mella en la verdadera esencia de un torneo nacido más prematuro que un embarazo psicológico.
Cualquier evento programado con apenas dos semanas de antelación provoca hechos como el ocurrido en Santiago de Cuba donde el alojamiento de los peloteros no se hace factible y la subserie tiene que ser trasladada a otra provincia, incluso con la provincia justificando que “no es somos los encargados de reservar habitaciones para el desarrollo de la Liga Élite”.
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Lo del transporte es de burla. Portuarios el sábado esperaba su guagua a las 12:35 pm en las inmediaciones del Teatro Nacional mientras el chófer del ómnibus discurría en no pocas discusiones con los agentes de la motorizada por haber abordado la calle Paseo por un carril que no tenía acceso a doblar a la izquierda con nada menos que 28 puntos en su licencia.
¿La merienda? Uffff. Sigue siendo un tema espinoso y escabroso de tocar, porque el pan está complicado, y lo de adentro mejor ni hablar.
Es muy difícil que se renuncie ahora a lo que tanto han querido empujar, pero les aseguro a la Federación Cubana de Béisbol que posiblemente, sí suspenden la “Liga Élite” NADIE SE VA A DAR CUENTA.