Por Boris Luis Cabrera con la colaboración de Elidia González
Ha pasado más de una década y todavía se comenta en los círculos beisboleros del país el sorpresivo retiro de los terrenos de juego del tunero Osmani Urrutia. Con apenas 33 años de edad y en plenitud física aquella decisión impactó a los aficionados, quienes aún no estaban preparados para despedir de la pelota cubana al llamado “out imposible”, después de apenas 16 temporadas.
«Me retiré porque me molesté cuando me dejaron fuera del equipo Cuba que acudiría a los Juegos Olímpicos de Beijín 2008. Aquello lo sentí como una falta de respeto luego de estar representando a mi país con honor y dignidad por once años consecutivos», le confiesa a SwingCompleto.
Por aquellos días la polémica creció cuando el timonel de la selección nacional en ese momento, Antonio Pacheco, declaró en una entrevista radial que Urrutia estaba cansado y le había pedido descanso, lo que motivó fuera desmentido por el pelotero unos minutos después en la misma emisora.
Lo cierto es que ese “guajiro” a mucha honra, nacido en el remoto poblado de Macagua 8 y considerado como uno de los mejores bateadores en la historia del béisbol cubano, guardó su impresionante currículo en una mochila y partió por la puerta trasera bajo una tremenda ovación de todos los que amamos este deporte.
Llevaba consigo seis títulos de bateo conseguidos en nuestros campeonatos domésticos (cinco de ellos de forma consecutiva) y la hazaña de haber promediado por encima de 400 en cinco oportunidades, lo que le valió el calificativo de “El Señor 400”.
Pocos imaginaron que aquel niño que jugaba pelota en los montes y se encaramaba casi a escondidas en las carretas llenas de hombres que iban a jugar a otros pueblos, se convertiría años más tarde en uno de los inmortales del béisbol cubano.
Ningún profeta de barrio pudo predecir que ese muchacho de corta edad que se quedaba fuera de los “pitenes” haciendo swings con un pedazo de palo viejo llegaría a ser campeón olímpico y mundial y culminaría su carrera deportiva con un increíble 366 de average ofensivo, entre los tres mejores de todos los tiempos en Series Nacionales.
«En aquellos juegos de barrio no me ponían a jugar porque era muy pequeño pero con el tiempo me gané un puesto. Dos señores que se llamaban Tito Luis y Orlis Corrales me llevaban con el equipo para todos lados y le decían al director de la primera categoría de Jobabo que había un muchacho con ellos que sí iba a ser pelotero. Ellos fueron los primeros que confiaron en mí y me ayudaron a despertar esta pasión por el béisbol», recuerda Urrutia.
Un día, el equipo de mayores fue a jugar a Macagua y preguntaron por ese muchachito de 15 años que algunos decían que tenía condiciones para este deporte y se quedaron impactados con lo que vieron.
«En el segundo partido ellos le dijeron al director del equipo de Macagua que me pusiera a jugar y después de verme me preguntaron por qué yo no estaba en la Academia. Vieron mi actitud y mi empeño y así fue como ingresé en la EIDE», nos cuenta el tunero.
Así comenzó la historia de este humilde pelotero que reconoce que un atleta no se forma de la noche a la mañana; habla de sacrificios, esmero, y disciplina y de dedicar la vida entera al deporte que uno ama para poder recoger los frutos.
«Debuté en la Serie Nacional con la edad 18 años junto a Danel Castro. Yo soñaba ser como Ermidelio, un atleta que todo el mundo conocía en la provincia y en el mundo entero. Él fue mi orgullo y mi guía. Tenía además mi misma sangre y mi mayor anhelo era convertirme en un gran pelotero como él», reconoce.
«Ese equipo tenía muchas estrellas y al estar rodeado de ellas me inspiraba a esforzarme más. Soñaba todas las noches con ser regular ahí e integrar el equipo Cuba algún día, hasta que pude lograrlo», declara con orgullo.
Osmani es un hombre sencillo, apocado, y tímido como cualquier hombre de campo. A lo largo de su carrera tuvo que sortear muchas piedras en el camino pero la voz incisiva de sus maderos logró siempre pulverizarlas.
«Todos sabemos que hay que esforzarse mucho para llegar al equipo nacional y más cuando eres de la zona oriental del país. Pero a pesar de todas esas cosas lo logré y estuve con la camiseta de las cuatro letras más de 10 años. Tuve que sudar y sacrificarme bastante para demostrarle a las altas esferas del béisbol que yo tenía coraje para representar a Cuba», dice emocionado.
En eventos foráneos siempre se destacó. Los aficionados recuerdan su imparable oportuno contra República Dominicana en la semifinal del primer Clásico Mundial de béisbol y su tremendo bambinazo decisivo en la décima entrada contra el elenco de Australia en la Copa Mundial de China Taipéi en el 2007.
«Los momentos cumbres de mi carrera fueron los Juegos Olímpicos y el Clásico Mundial», confiesa, «Fidel Castro fue el único que creyó en nosotros. Nadie más creía que ese equipo podría ganarle a los mejores peloteros del mundo, pero el nuestro estaba lleno de estrellas también y lo demostramos».
La vida de un deportista está llena de altibajos, de momentos turbios y de situaciones difíciles. Cuando vemos la estabilidad en el rendimiento de Osmani Urrutia, es posible que pensemos que esas turbulencias le fueron ajenas, sin embargo nos cuenta apenas uno de sus momentos más amargos en Series nacionales.
«Todo atleta tiene en su carrera momentos malos pero ahí es donde llega el apoyo de la familia y de la gente que te quiere. Ahí es donde llegan las palabras claves para que a uno no se le derrumben sus metas y objetivos. En un momento llegué a fallar 35 veces seguidas. Mi esposa me dio mucho aliento a toda hora, sufría junto a mí, fue un momento muy difícil pero al final pudimos rebasarlo. Ese año conseguí mi quinta corona de bateo en el último juego de la serie frente a Vladimir García, en Ciego, y discutiendo el título con el avileño Isaac Martínez».
Ha pasado el tiempo, ahora Osmani se encuentra trabajando con los jóvenes de la EIDE de la categoría 17-18 años, algo que confiesa siempre anheló después de su retiro.
«Siempre quise transmitir mis experiencias a las nuevas generaciones. Aquí está mi hijo que ya está en la preselección del equipo de Las Tunas. Siento mucho orgullo de padre al verlo a él desarrollarse en este deporte que es mi pasión. Se le ve buena actitud y quisiera que con su esfuerzo y sacrificio pueda superarme en un futuro, al igual que mis alumnos».
“El guajiro de Macagua 8” como el mismo se nombra, siente una alegría enorme al haber salido de su “montecito” y haberse ganado el corazón de todos los tuneros y buena parte de Cuba. Nos confesó antes de terminar la conversación que si le dieran la oportunidad de echar el tiempo atrás todavía estuviera dando lucha en el terreno con su colega y hermano Danel Castro.