Por Alexander García Milián
En el aire lívido de Birmingham, una sensación sinestesica evoca el clásico ambiente de parsimonia y formalismos propios de Gran Bretaña. El té, el reloj de pulsera, la precisión con el tiempo, “el puntualismo” para decirlo en buen cubano; cada elemento en el estadio da una imagen, varias imágenes de Inglaterra, de lo inglés por cualquier lado. Desde Shakespeare, Marlowe y Milton, hasta Yeats, Kipling, Dickens y Virginia Wolf, las ideas fluyen bajo el estigma de cada uno de esos fenómenos de las letras universales; todos ingleses hasta los tuétanos, tanto como Sherlock Holmes o la reina Victoria, auténticos como el Palacio de Buckingham y Trafalgar Square.
La atmosfera es densa, algo más densa que al principio; en Birmingham, transcurre el Mundial de atletismo bajo Techo de 2018, y en la pista el aire corre, da la sensación que no está, que a veces se escapa pero no, como en Londres siete meses atrás, en el verano de 2017, en el Mundial al aire libre, la competencia aparenta transcurrir con normalidad… Cuba como asistente habitual, no detenta pronóstico alguno, la espera aprieta un poco las ganas de ver, exaspera la nostalgia por un Iván Pedroso, pentacampeón en lides bajo techo, o por un Javier Sotomayor, eterno ganador, campeón en todo.
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Es 2016, en el verano los Juegos Olímpicos de Río, colman expectativas, entre la brisa de mar que brota de Ipanema, hasta el Maracaná, todo sabe a samba, a capoeira, a fútbol. Con el oro olímpico ante Alemania, la sombra de Gigia y el Maracanazo parece esfumarse, el sabor a revancha por la derrota ante los teutones en su propio Mundial sabe a feijoada, a fritura de mandioca acabada de sacar del horno. Ya Neymar es héroe, antes lo fue Sara Meneses, una chica de las favelas, con su oro en el judo. Ahora toca el turno al atletismo, la hora de cerrar la fiesta supone el fin, el termino de todo, nadie aún cree que fue el comienzo…
Ver a Usaint Bolt, arrasar en la velocidad, ya en su tercera olimpiada, fue algo impresionante, sentir el orgullo de compartir época con una leyenda viviente y activa del deporte mundial, quizás junto a Lebron James, Roger Federer, Leonel Messi y Cristiano Ronaldo, lo mejor de lo mejor en la actividad muscular; fue como revivir una y otra vez Mientras Agonizo de Faulkner. Pero sonará algo kafkiano o freudiano quizás, sí digo que lo que más me impresiono fue ver a varios cubanos competir bajo la bandera de otros países; más aún a Orlando Ortega por España y Alexis Copello por Azerbaiyán para seguir en materia de atletismo, sin obviar a Osmany Juantorena vistiendo la camiseta azurri de la escuadra italiana de voleibol…
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Mucho se habla, se hablo, Juan Miguel Echevarría comentó sobre la comparación con Iván Pedroso, de lo que significa,- un tope muy alto- resumió siempre en cada entrevista. Aún hoy al arrasar en la Liga del Diamante, topando marcas cercanas a las de Pedroso, el criollo mantiene la postura y ve posible superarse y alcanzar las plusmarcas mundiales.
Yorgelis Rodríguez también habló, agradeció a Leonel Suarez por los consejos, a sus entrenadores por el apoyo,… es consciente de que pudo ser el oro, Thiam y Thompson sacaron la casta al final pero la antillana saboreo la presea dorada. Sí, en Birmingham, en el Mundial bajo techo, Echevarría alcanzó el primer lugar en salto largo y Yorgelis Rodríguez el bronce en heptatlón. La cubana también lleva un buen paso en las paradas del circuito mundial y su ascenso es indetenible.
Desde los más tediosos comentaristas hasta los entendidos en la materia elogiaron, aún elogian el talento de estos jóvenes. Pero pocos, casi nadie dijo nada, auguró o profetizó sobre el futuro de estos atletas, y entonces la pregunta da vueltas en mi mente, en la de muchos, – ¿Será lo mismo con ellos?, ¿Qué pasara?, ¿Cuánto tiempo estarán en Cuba?, ¿Se quedarán aquí? ,- pienso en Pedro Pablo Pichardo, una de las últimas joyas del campo y pista, las dudas afloran, la incertidumbre crece y siento que todo es posible.
Se desarrollan deportistas, se forman en nuestras escuelas de alto rendimiento, llegan al más alto nivel, ganan medallas, oro…plata… bronce,…, trepan a los podios, escollan como grandes figuras, y luego?…
Es una realidad, solapada entre el hedor y el morbo del triunfalismo; tan cierta como Copello, Juantorena, Ortega, Pichardo. Ver como se esfuman las cosas, como se disipa el deseo, las ganas, las emociones, la sensación de soñar; es la atadura a la cual la mente nos condena. La realidad, la enjundiosa realidad, vuelve y se impone una y otra vez; en el aire lívido de Birmingham, en las arenas de Copacabana, en una calle cualquiera de La Habana.