Por Boris Luis Cabrera.
La Serie Nacional se ha vuelto a caracterizar por la paridad entre la mayoría de los equipos participantes. Vencido el segundo tercio del calendario oficial de la etapa clasificatoria, varios equipos se mantienen en pugna por los boletos que le darán el pase a la siguiente fase y a estas alturas, ninguno de ellos tiene absolutas garantías de lograrlo.
Es por eso, que cada partido tiene una vital importancia en las aspiraciones de cada conjunto, que los ánimos se exaltan con más facilidad, y que los atletas están tratando de sacar sus extras para aportar a la causa de sus colores provinciales, a sabiendas que el mínimo descuido o la carrera más insignificante tendrá un gran peso en los minutos finales.
El pasado martes, en el choque que decidía la subserie particular entre los Leones capitalinos y los Vegueros de Pinar del Rio en el Latinoamericano, los anfitriones azules tenían en rotación a su mejor carta de triunfo, al único lanzador con sobrada experiencia en el staff, y el único de todos sus serpentineros que al menos podía garantizar una buena apertura, teniendo en cuenta la juventud y la inexperiencia de los otros. Su nombre: Vladimir Baños.
Antes de comenzar esta campaña, Baños fue noticia al integrar la preselección de los Industriales después de hacer una larga carrera en su Pinar del Rio natal que lo llevó varias veces a integrar la nómina de la selección nacional y aun a sus 36 años sigue catalogado como uno de los mejores lanzadores del país.
El diestro, para agregarle más morbo al asunto, declaró en varias ocasiones que había tomado esa decisión, entre otros factores, por problemas personales con Alfonso Urquiola, quien había sido nombrado nuevamente director de los pativerdes, cosa que asombró a la gran mayoría de los aficionados ajenos a todos esos asuntos.
“Las razones son simples. Ahora en estos momentos con la directiva que hay en Pinar del Río no me siento bien, por eso decidí trasladarme hacia otro equipo”-me dijo escuetamente en una entrevista a su llegada a la capital.
Así las cosas, cuando muchos se frotaban las manos de ambos bandos para ver el clímax de este guion al más puro estilo hollywoodense, Baños declinó encaramarse en el box para enfrentar a su antiguo equipo y Rey Vicente Anglada lo apoyó al instante al no hacer uso de sus facultades como director y aceptar su decisión sin pensar en la importancia del partido ni en la necesidad imperiosa de esa victoria, que aun faltando un tercio de competencia, pudiera al final darle la ansiada clasificación.
Fue una clase magistral de humildad, un derroche de ética, de decencia, de moral y de dignidad.
En primer lugar del lanzador pinareño, por solicitarle a la dirección no enfrentar a su antiguo equipo, en una muestra gigante de vergüenza y amor por su terruño; y en segundo plano de Anglada, por aceptar su pedido, demostrando que más allá de si gana o pierde en un partido de béisbol, lo más importante son los valores humanos y el comportamiento ante la vida.
Desde mi tribuna de periodista les doy las gracias a ambos, por privarnos de ese espectáculo deprimente y por enseñarnos, una vez más, que los juegos no solo se ganan dentro de un terreno de béisbol.
Nos vemos en el estadio.