Por Alexander García Milián
Siempre supe que todo era cuestión de mucho ruido y nada más, ni nueces. Sí, cuando escuché que Arrebarruena llegaría a jugar con Matanzas para esta temporada, como es lógico la noticia me animo pero hasta ahí, de un modo rápido la realidad me bajo al plano terrenal.
El comienzo del elenco yumurino en esta campaña beisbolera no ha de sorprender, ni la sapiencia de Yonder Martínez, ni todos los jonrones de El Grillo, ni los babalawos, ni el fantasma de Víctor van a transformar los sueños en realidad; Matanzas aunque le duela a muchos no va a llegar ni a la esquina en la Serie Nacional.
La cuestión es genética, es como la maldición de la cabra, bueno en este caso de Sile Junco, para ganar tienen que pasar… no sé cuántos años, habría que ir a Limonar a preguntar.
El asunto se torna más pesado aún, luego de que los señores comentaristas empezaran a llenar de encomios el trabajo realizado por Armando Ferrer- Ferrer esto, Ferrer aquello- lo mismo de siempre; es como una pérfida brujería que sataniza lo que sale de sus boca.
Ya el resurgir de la estirpe que poseían aquellos Henequeros de finales de los 80 y comienzos de los 90, ya eso quedó en los años que Víctor dirigió; es un hecho; la dinámica de ese equipo es la de los elencos anteriores al 32, mira que ni el mismo Alfonso Urquiola pudo imponerse.
En lo personal es lo que pienso; más allá creo además que cuentan con un pitcheo muy viejo, Irandy Castro, Licourt; de igual manera creo que las ausencias de Gracial y de Ariel Martínez son un lastre, para rematar, todas las victorias de Yera no dan para transitar mucho.
Como se ha dicho por ahí en diversos medios y foros, el momento fue ese que vivió la provincia bajo la égida de Víctor Mesa; ganar un título hubiera sido el aliciente necesario para establecerse, por ahora el ocaso del desagravio se acerca y nosotros como espectadores solo podemos mirar.
Nos vemos a la vuelta.