Series Nacionales: 17 muertes trágicas de peloteros cubanos

Jerry Díaz

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Por Boris Luis Cabrera A lo largo de la historia de las Series Nacionales, el trágico fallecimiento de algunos de sus protagonistas ha enlutado a la fanaticada. Muertes prematuras provocadas por accidentes, enfermedades, eventos meteorológicos adversos, e incluso asesinatos; han detenido bruscamente carreras deportivas en ascenso de jóvenes figuras que ya se habían ganado el…

Por Boris Luis Cabrera

A lo largo de la historia de las Series Nacionales, el trágico fallecimiento de algunos de sus protagonistas ha enlutado a la fanaticada. Muertes prematuras provocadas por accidentes, enfermedades, eventos meteorológicos adversos, e incluso asesinatos; han detenido bruscamente carreras deportivas en ascenso de jóvenes figuras que ya se habían ganado el respeto y el arrobo de la familia beisbolera en todo el país.

El primer deceso mediático que impactó a los aficionados fue el de José Antonio Huelga, el 4 de julio de 1974. Un accidente de tránsito ocurrido en la carretera del Mariel cuando solo contaba con 26 años de edad, terminó con la existencia de este lanzador espirituano, considerado por muchos entre los mejores lanzadores que han pasado por las Series Nacionales.

“El héroe de Cartagena”, apodo ganado por su soberbia actuación en el Campeonato Mundial de 1970, es dueño aun del mejor promedio de carreras en la historia de nuestros campeonatos caseros con 1.50 y ganó 73 desafíos en siete contiendas.

Un año más tarde el mundo del béisbol se sorprendió con la muerte del también lanzador Emilio Salgado cuando apenas tenía 27 años de edad, fulminado por un tumor cerebral maligno que acabó con su vida.

Fue el primer serpentinero pinareño que integró el equipo Cuba. Logró el campeonato en el mundial de Colombia 1970 y en los Juegos Panamericanos un año más tarde, celebrados en ese mismo país.

En nueve Series jugadas rebasó los 100 ponches en dos de ellas, solo cometió un error en 227 lances y formó parte de la primera pareja de hermanos en ganar un doble juego en Series Nacionales.

Trágica para los lanzadores cubanos fueron esas dos primeras décadas, cuando además del fallecimiento del granmense Francisco Tomás Moreno en 1965 al salirse de la carretera el ómnibus donde viajaba para inaugurar estos obituarios, ocurrió la desaparición física de Santiago ”Changa” Mederos, producto de otro accidente en la madrugada del 14 de diciembre de 1979.

El zurdo, dueño de una de las curvas más letales de todos los tiempos, no pudo recuperase de las quemaduras sufridas y pereció un día después a los 34 años de edad, dejando una huella profunda en la pelota cubana, al ser el primero en arribar a los 1000 ponches en Series Nacionales y ser considerado por muchos especialistas como el mejor lanzador de su mano de la historia.

En la década de los 80´s fue doloroso el caso del joven inicialista holguinero Ricardo Bent Williams (padre del medallista de bronce olímpico Neisser Bent), quien fue alcanzado por una descarga eléctrica en medio de una tormenta y del jardinero yumurino Lázaro Contreras, asesinado por su esposa al regresar de un evento internacional.

Según declaraciones de un compañero de equipo, el talentoso joven poseedor de las cinco herramientas necesarias para brillar en este deporte, llegó a casa pasado de tragos y ella le roció un galón de gasolina y le prendió fuego, haciendo realidad amenazas anteriores.

Más acá en el tiempo también fueron víctimas de actos violentos los lanzadores Enrique Cutiño (Santiago de Cuba), quien fue apuñalado en una riña callejera, Eddy Nelson Savón (Guantánamo), fallecido durante una trifulca familiar, y Arcilio Dionisio Rodriguez (Villa Clara), asesinado en el pedraplén que conduce a Cayo Santa María.

En este siglo, varios accidentes automovilísticos troncharon las vidas de valiosos peloteros. Uno de las perdidas más sentidas fue la del camagüeyano Miguel Caldés en diciembre de 2000, cuando el auto en que viajaba fue impactado por una locomotora en un pase a nivel.

Integrante de la escuadra nacional, será recordado además de su tremenda calidad como jugador, por su cuadrangular en la final de las olimpiadas de Atlanta, que sirvió para poner delante a los suyos en el marcador. En 14 Series Nacionales promedió para 289 con 176 jonrones y 683 carreras remolcadas.

Otra perdida sensible fue la del lanzador artemiseño Yadier Pedroso, a solo unos días de cumplir 27 años, cuando el auto en que se encontraba chocó con un transporte de carga en una carretera de su provincia natal.

“Pedrosito”, como lo llamaban sus amistades, fue campeón con sus Vaqueros de la Habana y representó a Cuba en dos clásicos Mundiales y en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.  

En ocho Series Nacionales obtuvo 75 victorias y solo permitió 3.15 carreras limpias por juego de nueve entradas, llegando a convertirse en uno de los mejores lanzadores cubanos del momento.

En este oscuro listado también se incluye Frank Tamayo, receptor de Santiago de Cuba, quien perdió la vida a la edad de 28 años al impactarse contra un árbol mientras conducía una motocicleta en estado de embriaguez y Andrés Luis Martínez, lanzador zurdo camagüeyano, atropellado por un camión mientras se trasladaba en una bicicleta.

Martínez, logró dos lideratos en carreras limpias en clásicos nacionales y en nueve campañas llegó alcanzar 169 éxitos con un excelente promedio de limpias de 3.13.

Otros fallecimientos menos mediáticos también son los de los lanzadores Arnaldo Hernández (hermano del “Duke” y Liván), víctima de una enfermedad repentina, quien apenas logró jugar un campeonato con los colores de Metropolitanos; el de Osmani Tamayo, jugador de siete campeonatos nacionales, producto de un infarto cardiaco a los 30 años de edad; y la del prometedor espirituano Andy Fache, electrocutado al tocar una cerca perimetral en casa de un familiar cuando apenas contaba con 19 años de edad.

La última de estas muertes trágicas de peloteros cubanos que se desempeñaron en Series Nacionales fue la del también lanzador Miguel Alfredo González, el 24 de noviembre de 2017 a la edad de 34 años, en un accidente automovilístico ocurrido en la Habana.

Jugó en siete temporadas cubanas antes de abandonar el país para firmar un contrato de tres años y 12 millones de dólares con los Filis de Filadelfia donde apenas jugó un par de años.

Fue campeón con los Vaqueros de la Habana en 2009 y en 131 juegos lanzados ganó 42 con 32 derrotas, con un promedio de carreras limpias de 3.68.

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