Por Boris Luis Cabrera
Este lunes, las Avispas de Santiago de Cuba estarán atrincheradas detrás de los muros del Guillermón Moncada esperando al “Rey” con su tropa de Leones hambrientos, donde tratarán de revitalizar una versión del Clásico de la pelota cubana ante la siempre fiel fanaticada oriental que sin dudas llenará los graderíos.
Por supuesto que estos son otros tiempos donde no existen aplanadoras rojinegras ni maquinarias azules, donde no estará Pablo Miguel Abreu liquidando avisperos con su curva endemoniada, ni tandas de terror donde Orestes Kindelán, Antonio Pacheco y Gabriel Pierre podían sacar la esférica del parque en cualquier momento.
Tampoco veremos montajes cinematográficos alrededor de la segunda almohadilla con tomas increíbles-donde Germán y Padilla levantaban al público de sus asientos-ni estará Norge Luis Vera burlando el impacto de los maderos.
No veremos los guantazos de Javier Méndez ni los metrallazos de Pedro Poll y de Fausto Álvarez, ni tampoco aquellas líneas extraviadas de Vargas y de Meriño, ni el tremendo coraje de José Modesto Darcourt en la lomita.
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El malecón habanero no se va a secar ni nadie intentará cerrar la trocha, ya no son aquellas escuadras favoritas inmersas en un Serie Nacional que desbordaba calidades, y lo más probable es que pasen varios años para que nuevamente se enfrenten en una final de campeonato; pero el morbo y la garra están ahí, en los genes de cada uno de los peloteros y en la mente de miles de aficionados que no pueden despojarse de aquellas sensaciones.
Las estadísticas no importan en este tipo de enfrentamientos, el sonido de la conga oriental en una banda del estadio se cuela por los poros hasta la sangre misma, levanta muertos sobre el campo y crea héroes, despeja a los cobardes y mantiene ardiente la leña de las rivalidades.
Son Yordanis Samón (556 AVE) y Lisbán Correa (500 AVE) los que tienen ahora los bates humeantes en el cajón de bateo por los capitalinos, le toca subirse al box al joven Bryan Chi, a Héctor Ponce y Yandi Molina, y la ocasión es perfecta para demostrar su estirpe.
Es la hora de Ricardo Ramos (396 AVE) de argumentar porque es el máximo impulsor de la campaña, de medir de que madera está hecho Adriel Labrada (409 AVE) y le toca a Ulfrido Garcia y a Alberto Bicet tirarse el equipo en las espaldas para escalar peldaños en la tabla de posiciones.
Los pronósticos están divididos, ambas escuadras poseen balas de gran calibre en el home-plate, picheo intermitente y defensa impredecible. Es la fiesta que más le gusta a Anglada.
Nos vemos en el estadio.