Por Alexander García
Si hubiera sido otro atleta, tal vez uno de los agraciados de la prensa oficial, si hubiera sido otro, el suceso habría sonado por todo lo alto pero lo cierto es que cuando Yunier Mendoza llego a 2 mil hits en Series Nacionales, casi nadie se enteró del hecho, de que era en ese momento el jugador número 23 en lograrlo y se dice fácil pero dar 2 mil hits es un hito en cualquier béisbol.
Esa hazaña, Mendoza la concretó en la Serie 59 y paso así, casi inadvertida, maquillaron un poco por aquí, matizaron después por allá, un lead breve en el noticiero y ya, se acabó, pasaron página como si fuera uno más, uno de esos tantos que pasan como fantasmas por los diamantes beisboleros del país.
Sin dudas Yunier Mendoza es un gran jugador, un pelotero sobrado en toda la extensión que la calidad deportiva le pueda otorgar a un atleta. Hablo de Yunier Mendoza y ahora mismo al escribir me suena como un desconocido y hasta cierto punto es así, medio fantasma pues nunca ha sido un tipo mediático y eso lo ha lastrado de por vida, ya va para los 40 años, el retiro toca a las puertas y a Yunier ni por asomo le han reivindicado dos décadas de entrega a la pelota cubana.
En comienzo siempre vivió a la luz de los hermanos Gurriel, de Cepeda, de Eriel, de Yenier Bello; Yunier siempre bateaba, daba como quiera, unos lo comparaban con Wilfredo, otros con el mismísimo Luis Ulacia, lo cierto es que así, descollando desde el principio, cierto halo de maldición cayó sobre él.
Cuando hace unos años, Víctor Mesa pidió a Mendoza de refuerzo para jugar con Matanzas, ahí, como nunca antes, su figura tomó el calado que debía tener, por su proyección y la estabilidad ofensiva que lograba cada temporada pero igual de poco sirvió, tal vez porque su estadía con los Cocodrilos fue corta, pienso que su destino estaba sellado.
Pocos recuerdan que si Yasiel Santoya se tuvo que ir para la Atenas de Cuba, fue en buena medida porque en la primera base de los Gallos, estaba Yunier Mendoza y como quiera que pinten el cuento, así, era imposible jugar, pues esa cantidad de hits por temporada que conectaba Mendoza le ponía la varilla bien alta a cualquiera, más al Santoya de aquel entonces.
Si Ariel Borrero fue al equipo Cuba, si también para sorpresas de todos, Luis Felipe Rivera vistió las franelas de la selección nacional, ¿Por qué Mendoza no pudo llegar? ¿Por qué nadie le dio el voto de confianza?
Las interrogantes quedan y al menos pudieran dictar la pauta que referencie la injusticia cometida contra el espirituano, porque más allá de hipótesis y variables sin sentido, Yunier Mendoza, por números, por hechos, porque seguía dando líneas cuando en postemporada los bates se le enfriaban a Gurriel, a Cepeda, a Eriel; por todo eso, merecía algo mejor que esperar allí, año tras año a que otra Serie Nacional tocara a las puertas.
Nos vemos a la vuelta.