Por Alexander García
El tema del Clásico Mundial de Béisbol sigue generando opiniones, más allá incluso de una posible clasificación olímpica para la pelota cubana. Mientras el paso de los años refresca la mente, el mes de marzo nos hace recordar momentos de glorias antañas y en este contexto la tercera edición del máximo certamen beisbolero nos regresa varios años atrás y nos pone a soñar otra vez.
Si parto de la tesis que avala esta actuación como la más decente o seria de nuestra pelota en los últimos años, de seguro la polémica vuelve a tomar un cariz diferente, se exacerban los ánimos y demás cuestiones relacionadas con la pasión que despierta el béisbol.
Estimados lectores, parto de ahí, de ese momento, cuando en 2013, Víctor Mesa perdió aquel juego con Holanda en extrainning, 7 a 6… ¡vaya manera de perder!, ¡me quedó con eso sin dudas!,
Llegó la venganza contra Japón
Parecía algo imposible, pero en esa edición, Cuba empezó jugando en Asia contra Brasil y como olvidar aquel segundo juego ante Japón, la némesis, el castigador, ¡Cuba al fin ganó! Y pensamos con toda lógica que se podía pensar en la final, que nuestra pelota podía volver a soñar.
Aunque el juego se puso cuesta arriba en el final, Víctor supo imponer carácter y la remontada nipona quedó en eso… en remontada.
La cuestión de la espina clavada por los japoneses en las versiones anteriores aún hincaban, era un asunto de honor, un tema de vida o muerte, un viz a viz que se llevaba esperando desde hacía 4 años o bueno 7 si ponemos un límite en 2006, cuando el primer Clásico Mundial, no obstante que a Japón se le pudo ganar también en la Olimpiada de Beijing, durante el primer partido.
Señores ese éxito contra los japoneses, con un equipo menor respecto a anteriores ediciones, así y todo ese éxito supo a miel.
Una hornada de Grandes Ligas
En otro orden o mirando una nueva arista, muchos de los jugadores de ese equipo llegaron a la MLB, algunos aún continúan ahí, José Dariel Abreu, Yuliesky Gurriel, Guillermo Heredia, José Miguel Fernández, Raciel Iglesias, Yasmani Tomás, el mismo Erisbel Arrebarruena que fue el torpedero titular… incluso Odrisamer Despaigne que a pesar de no ver acción, estaba en ese equipo; aquello era un equipazo en todos los órdenes, tal vez el último gran elenco criollo que haya visto acción en la arena internacional.
Tras sobrepasar la barrera infranqueable que significaba Japón, en la segunda ronda las cosas lucían bien, había seguridad y confianza pero entonces apareció la némesis odiada en otro uniforme… Holanda…
Para el juego decisivo, el que daba el boleto a la semifinal, los holandeses que habían vencido en el primer partido de esa segunda ronda, 6 a 2; bajaron otra vez de las nubes a los antillanos a pesar de ser un juego reñido, disputado desde el mismo comienzo.
La entrega y la calidad desplegada en el terreno fueron factores que motivaron a todos los fanáticos; Víctor Mesa puso a soñar otra vez… cuando la séptima y decisiva carrera de los holandeses centro por fly de sacrificio, el cumulo de sensaciones encontradas fue inmenso, amor, odio, desesperación, dudas, la incertidumbre y la certeza de que se pudo ganar.
Para mí, fue la última gran actuación de Cuba en eventos internacionales… ¿Y usted que cree?
Nos vemos a la vuelta