Alexei Ramirez «No soy un desertor» recuento de una salida legal de Cuba

Michel Contreras

El de Alexei Ramírez es uno de los contados casos de emigración que nunca fue vilipendiado por las autoridades del pasatiempo en la Isla.

El de Alexei Ramírez es uno de los contados casos de emigración que nunca fue vilipendiado por las autoridades del pasatiempo en la Isla.

El pinareño Alexei Ramírez no solamente ha sido uno de los mejores peloteros que llegaron a las Ligas Mayores después de brillar en el beisbol cubano, sino también uno de los contados casos que nunca pudo ser vilipendiado por las autoridades del pasatiempo en la Isla.

Eso porque Alexei Ramírez salió legalmente del país. Como me contó en una entrevista de hace algunos años, emigró “por la familia”.

“Mi esposa había terminado en Cuba la carrera de Medicina, se iba de regreso a República Dominicana y para ese entonces ya teníamos dos hijos. De manera que me fui, estuve cuatro meses en su país y luego pasé a Estados Unidos para jugar Ligas Mayores, me contó.

De Alexei Ramírez no pudieron hablar mal

Así pues, «El Pirineo» no dejó resquicio alguno para que lo acusaran de “traidor” o “desertor”, los calificativos del discurso oficial cubano a la hora de echar pestes de quienes dejan el terruño en aras de afincarse en el mejor beisbol del mundo.

De ahí que cuando en septiembre de 2007, Alexei Ramírez aseguró al diario dominicano Hoy que “no me considero un desertor”, ningún oportunista alzó su índice acusador para denigrarlo. Ganas seguramente no faltaban, pero era imposible.

“El viajó con todos los permisos, con una visa dominicana y lo que ha sucedido es que ha decidido quedarse con su familia”, explicó en su momento el agente Jaime Torres, el mismo que a la sazón representaba al también pinareño José Ariel Contreras.

A diferencia del propio Contreras, Rolando Arrojo o René Arocha, Alexei Ramírez no tuvo que vivir la incertidumbre del que abandona una delegación en el extranjero a expensas de que el intento sea fallido.

Tampoco necesitó encaramarse a una embarcación insegura o romper un contrato fuera del país. Su pasaporte a las Ligas Mayores fue una carta jugada con una finura que no dejó lugar a la maledicencia.

Alexei Ramírez elaboró rápido su rompecabezas

Había terminado de jugar su séptima campaña en el beisbol cubano con promedio de .335, 20 cuadrangulares y 68 remolques y todavía sin quitarse el polvo del terreno el día 6 de septiembre del referido 2007, ya recalaba con una visa de turista en la República Dominicana.

No tenía tiempo que perder. Enseguida inició el procedimiento para obtener la residencia quisqueyana, requisito indispensable para declararse agente libre y firmar como profesional con un equipo de Estados Unidos. En enero del año siguiente, Chicago White Sox lo sumaba a sus filas.

En su expediente destacaban el oro olímpico de Atenas y la plata del primer Clásico Mundial, pero Alexei Ramírez tenía un sueño incumplido. “Yo también quiero ser parte de las Ligas Mayores”, declaró al salir de Cuba y a seguidas lanzó una confesión que resultó premonitoria: “Y quiero ser torpeder0 aunque en el beisbol cubano jugué en los jardines y en segunda base”.

Nueve años más tarde, el hombre que silenció las malas lenguas dejó la MLB con average de .270, 115 jonrones, 143 bases estafadas, dos Bates de Plata y una presencia en el Juego de Estrellas. Como si todo esto no fuera ya bastante, coronó una impactante fortuna personal por concepto de salarios.

Lo más increíble de esta historia de éxito personal, repito, es que la consiguió sin que nadie se atreviera a denigrarlo en un ámbito beisbolero donde, no bien sacas el pie «de la base», ya eres un «desertor».

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