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Vestir el uniforme de Industriales, el equipo más famoso del beisbol cubano en las últimas seis décadas y media, fue la gran aspiración del niño Rey Vicente Anglada, quien posteriormente se convertiría en auténtica leyenda del diamante.
La confesión la hizo el inolvidable camarero en una conversación con Swing Completo donde dijo que “yo siempre soñé con jugar en Industriales y por suerte la vida me lo puso en el camino”.
Durante la charla, hizo un recuento de su trayectoria donde rememoró que en las categorías infantiles jugó segunda, tercera, shortstop y también lanzó, “porque a los muchachos que tienen buen brazo siempre los ponen a pitchear”.
Pedro Chávez no ignoró el talento de Rey Vicente Anglada
Pero pasado el tiempo, dijo, “me dediqué a jugar segunda, aunque a veces incursionaba como torpedero. Entonces jugué la provincial, una hexagonal y después entré en una preselección para sacar los tres equipos que había en la capital (Industriales, Metropolitanos y Constructores), caí en la de los azules y no hice equipo, pero me quedé en la reserva”.
A la sazón, los Industriales eran dirigidos por Pedro Chávez, y el avezado manager detectó rápidamente las potencialidades de Anglada.
“A él le gustaba mi manera de jugar, de manera que en cuanto tuvo una oportunidad me subió al primer equipo y ya no me fui jamás”, reveló el número ‘36’ de la capital. “Jugar con Industriales significa siempre un reto. Es el equipo insignia del beisbol cubano aunque muchos no lo quieran ver así. Mantenerse jugando allí era bastante complicado”.
A partir de aquel momento, el pimentoso camarero del barrio de Carraguao sentó cátedra en la defensa de su posición, y poco a poco le fue tomando el pulso a la ofensiva hasta devenir un bateador capaz de dejar promedio de .291 en una decena de contiendas en el beisbol cubano.
Aquella injusta sanción
Durante los referidos campeonatos, Rey Vicente Anglada fue el centro de las miradas del país por su manera de asumir cada situación de los partidos. Era un showman sobrado de talento, y las puertas de la preselección nacional estuvieron abiertas para él entre 1974 y 1981, lapso donde intervino en los Mundiales de 1976 y 1978, los Centroamericanos de 1978 y los Panamericanos de 1979.
Lamentablemente, después lo acusaron de vender juegos (algo que nunca se le pudo probar), y no solo fue suspendido de por vida en el esplendor de su carrera, sino que dio con sus huesos en la c*rcel.
De acuerdo con el propio jugador, su amistad con emigrados como Bárbaro Garbey y Eduardo Cajuso, aparejado al hecho de que él se vestía y actuaba como un profesional, fueron los desencadenantes de aquel episodio, uno de los más oscuros en la historia del beisbol cubano.
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Michel Contreras González
Periodista deportivo con treinta años de carrera. Graduado de Comunicación Social en la Universidad de La Habana, ejerció el periodismo en medios como Juventud Rebelde, Bohemia y Cubadebate antes de adherirse a la llamada prensa independiente, para la cual ha sido colaborador de la página deportiva en Oncuba, Cibercuba y Cubanet. Artículos suyos han aparecido en varias publicaciones extranjeras de habla hispana. Obtuvo numerosos premios en concursos de carácter provincial y nacional. Tiene publicados los volúmenes “Dioses Paralelos” (Ediciones Loynaz) y “Vuelos de Gavilán” (Unos y Otros Ediciones). Apegado fundamentalmente a la crónica, el comentario y la entrevista, la mayoría de sus textos versan sobre béisbol, fútbol y ajedrez, sin desdeñar el boxeo y el atletismo.