Jonrones más memorables del béisbol cubano: Ariel Pestano a Maykel Martínez

Michel Contreras

Difícilmente en el béisbol cubano haya habido un jonrón con más tintes revanchistas que el que conectó Ariel Pestano en junio de 2013.

Ariel Pestano a Maykel Martínez, beisbol cubano

Difícilmente en la larguísima historia del béisbol cubano haya habido un cuadrangular con más tintes revanchistas que el que conectó Ariel Pestano el 18 de junio de 2013 en la final entre Villa Clara y Matanzas.

Pestano había llegado a aquella instancia con una herida abierta. Víctor Mesa, quien por entonces asumía al mismo tiempo los timones de Matanzas y el team Cuba, lo había excluido de la selección nacional que meses antes intervino en el tercer Clásico Mundial.

De modo que esa noche, en el estadio Sandino, el que muchos consideran el mejor catcher de los campeonatos domésticos, compareció en home plate con toda la rabia de este mundo. El juego estaba cerradísimo, corría el sexto episodio y Ariel Pestano empuñaba con los ángulos repletos.

Sobre el diamante había una suerte de ring imaginario. Si existía alguien en el mundo que no podía decidirle ese partido a Víctor Mesa, era aquel veterano receptor elogiado por estrellas como David Ortiz y Orel Hershiser. De ahí que, justo antes del turno al bate, el manager de los Cocodrilos encaramó en el box a Maykel Martínez.

“En ese momento hubo una carrera de mentes”, me contó Ariel Pestano en entrevista para Cibercuba. “Todo el mundo sabe que a los lanzadores les habían dicho que cualquiera podía batearles menos yo. Así que era yo contra todo el mundo. O mejor dicho, el pueblo de Villa Clara contra el mundo”.

La reivindicación de Ariel Pestano

El primer lanzamiento fue una bola por dentro. El segundo, hacia afuera, sí cayó en strike.

“Entonces me invadió la duda y pedí tiempo, me separé y busqué concentración. Saqué la lengua, una mala manía que tengo, y me la puse en los labios. Llegué a no escuchar los ruidos del estadio, y calculé que vendría con recta por dentro otra vez. Por eso abrí el pie delantero cuando el pitcher estaba presentándose, para dejar abierta la cadera y trabajar la bola pegada”.

Después de eso fue el swing y el vuelo de una pelota que caprichosamente dejó el parque junto a la gigantografía de Víctor Mesa. En las gradas (escribí a la sazón) hubo un terremoto de magnitud 7,5 en la escala de Ariel Pestano, y este dejó salir toda la furia del desquite mientras le dio la vuelta al cuadro. Tanto drama destilaba aquella escena, que su hijo y esposa saltaron al terreno para abrazarlo en el glorioso instante de la reivindicación.

Villa Clara, que había perdido seis finales seguidas, alcanzó su quinto centro y el jugador de 22 certámenes de casa concretó su capítulo de oro en el béisbol cubano.

“Todo se dio como una novela”, me dijo. “Parecía que se había escrito hasta un guion. Una señora de Santiago de Cuba me llamó para decirme que eso había sido ley divina, que Dios no se equivocaba y castigaba sin palos y sin piedras”.

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