Difícilmente alguien sea capaz de poner en duda que la mejor selección juvenil del béisbol cubano fue la que asistió al segundo Campeonato Mundial Juvenil, efectuado en 1982 en la ciudad venezolana de Barquisimeto. Sin embargo, eran tiempos donde el talento echaba raíces en la isla y, lamentablemente, solo uno de sus integrantes pudo llegar a Grandes Ligas.
Se trata del derecho Rene Arocha, quien en 1991 aprovechó una escala en Miami para convertirse en el pionero de los ‘desertores’ del béisbol cubano. Poco tiempo después de dar el paso, el reglano llegó al máximo nivel de la pelota con St. Louis Cardinals y allá se mantuvo durante 4 temporadas.
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Los restantes jugadores del equipo, muchos de ellos sobrados de herramientas para ser firmados por organizaciones de MLB, decidieron hacer carrera en su tierra natal y, en algunos casos, devinieron leyendas en el escenario del béisbol cubano.
Vayamos al pitcheo. Osvaldo Duvergel desarrolló una larga y exitosa trayectoria en las Series Nacionales, al igual que tres zurdos cuyos nombres se mencionan entre los lanzadores de esa mano más brillantes que pasaron por casa: Faustino Corrales, Pablo Miguel Abreu y Osvaldo Fernández.
El staff lo completaban Carlos Pérez y Ovidio Hano, menos renombrados pero también con permanencia y resultados en el clásico del béisbol cubano.
El béisbol cubano no ha podido superar al equipo juvenil de Barquisimeto
En la receptoría, Armando Ferreiro llegó a ser uno de los buenos catchers de su época, y en esa selección estuvo secundado por Gustavo Trespalacios.
Ofensivamente hablando, el infield era de ensueño. Sus cuatro titulares perduraron en el equipo nacional de mayores y dejaron huella permanente en la historia del béisbol cubano: Orestes Kindelán custodiaba la primera, Omar Linares la intermedia, Lázaro Vargas la antesala y Antonio Pacheco se ocupaba de las paradas cortas.
En cuanto a dos de los suplentes del cuadro (Roberto Dueñas y Manuel Montalvo), igualmente tuvieron una larga estadía en los campeonatos domésticos, no así Juan Gorguet.
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Por último, en los jardines estaban los estelares Javier Méndez (central) y Jorge García (izquierdo), en tanto del bosque derecho se hacían cargo, en dependencia del lanzador rival, Mario de Cárdenas y Luis Armenteros.
Para cerrar la llamativa conjugación de estrellas, el manager fue José Miguel Pineda, el inolvidable “Conde”.
Después de aquel equipo de 1982, el béisbol cubano ha conformado muchas escuadras juveniles de nivel, pero ninguna pudo emular con aquella en materia de talento. Lástima, insisto, que entonces no se había abierto el grifo rumbo a las Mayores.
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