Bombardeo azul lleva a los Leones a la segunda fase del campeonato

Por Boris Luis Cabrera Los Leones lo sabían, no se podía perder este partido. No podían cerrarse las puertas del Latinoamericano hasta la temporada siguiente. Era casi un sacrilegio, una burla histórica, dejar que el “Rey” se retirara en el silencio. Un chiste del destino dejar que esas camisetas azules tan gloriosas terminaran colgadas en […]

Por Boris Luis Cabrera

Los Leones lo sabían, no se podía perder este partido. No podían cerrarse las puertas del Latinoamericano hasta la temporada siguiente. Era casi un sacrilegio, una burla histórica, dejar que el “Rey” se retirara en el silencio. Un chiste del destino dejar que esas camisetas azules tan gloriosas terminaran colgadas en un perchero tantos meses.

No se podía permitir que una ciudad que celebra sus 500 años de fundada terminara en ruinas en la mente de la fanaticada, apagada y triste como una urbe fantasma sin esos sonidos únicos de maderos chocando pelotas, sin fanfarrias y sirenas, sin congas y sin acaloradas discusiones beisboleras en las esquinas.

No había manera de permitirlo, era una irreverencia, un perjurio, casi una herejía caer derrotado en tu propio terreno después de batallar contra demonios y espíritus burlones a lo largo de toda la temporada; después de sobreponerse a lesiones y firmar hombradas, de suspensiones y mareas tormentosas.

Los Leones lo sabían. Por eso prepararon un ataque despiadado y casi cruel. Sacaron una artillería pesada, esa que solo sale al terreno cuando está en juego la honra o cuando el orgullo de muchos está en peligro, y desataron una ofensiva de 15 bombazos para dejar rendidos en el césped a los caballos orientales 13-3 en siete episodios y asegurar su pase a la segunda fase del campeonato.

No había otra forma, la victoria tenía que ser contundente, limpia, sin dejar margen a dudas o a interpretaciones banales. Nada personal contra los valerosos y aguerridos Alazanes de Granma, que el destino (o la Comisión Nacional) los puso en la mira de los cañones, esto era un partido por la supervivencia y no había más opciones en el tintero.

Anotar nueve carreras en la primera entrada es una señal que fuerza. Entre todos, se disputaron el protagonismo del choque, todos querían donar algo, un pedazo de sí mismos para lograr la victoria. Imparables de Peñalver, Urguellés, Alomá y Samón; doble de Oscar Valdés, triple limpiador de bases de Dayron Blanco y Jonronazo de Aroche; se combinaron en ese épico episodio para mostrarles a las nuevas generaciones que cosa es estirpe a ver si comprenden porque este equipo tiene 12 trofeos dorados en sus vitrinas.

Blanco, se apoderó de la bandera y se convirtió esta tarde de jueves en el señor de la vanguardia. Con su estacazo de vuelta completa minutos más tarde, y par de imparables más en el resto del partido, fue líder de la manada por unas horas, distinción que le ha tocado a todos en algún momento a lo largo de la campaña.

“Costo trabajo pero clasificamos, es lo principal. El aplauso para los muchachos, tuvimos muchos problemas de lesiones, aun así peleamos y llegamos hasta aquí”-Dijo “el Rey” al finalizar el partido haciendo un esfuerzo para no expresar en llanto las emociones que llevaba por dentro.

La victoria va a la cuenta de Marcos Ortega, quien abandonó el montículo después de trabajar durante cinco capítulos con el placer del deber cumplido, pero todos saben que este triunfo tiene muchos nombres.

“Los jóvenes dieron la cara, pelearon y asumieron el protagonismo”-Alcanzó a decir el timonel azul entre el bullicio de la fanaticada que se mantuvo durante varios minutos después de terminado el partido para vitorear a sus héroes.