Si en el béisbol cubano todavía no hay un pelotero con 500 jonrones, se debe a que un día algún oportunista decidió sancionar a Pedro José Rodríguez por haber aceptado unos míseros dólares.
Lo sancionaron sin piedad. El hombre que con más facilidad daba cuadrangulares en el béisbol cubano de su tiempo se perdió varios años y, con ellos, descartó aquel swing maravilloso que desaparecía pelotas y levantaba multitudes.
No importaba el equipo que siguieran, los fanáticos iban al estadio y clavaban sus ojos en el mulato regordete con el número 6 en el dorsal. Era una máquina. Le encantaban los lanzamientos bajos, y en la antesala se habituó (vaya coraje) a detener muchas conexiones con el pecho.
Gracias a Dios, la vida me plantó en par de ocasiones ante Pedro José, el “Babe Ruth cubano”. Un tipo que, previo a ser condenad*, llegó a tener una frecuencia de un vuelacerca cada 12.69 turnos oficiales. ¿Y de qué hablamos más? Pues de jonrones, claro está.
Fueron muchas historias las que me contó. Su carrera en el béisbol cubano estuvo plagada de proezas, y yo me emocioné con cada una mientras él se empeñaba en superar una humildad que le dificultaba relatar con lujo de detalles.
¿El slugger más grande que pasó por el béisbol cubano?
Me dijo, por ejemplo, que sus batazos más grandes en Cuba habían sido tres: el que dio en Santa Clara y la pelota no paró hasta un organopónico; el que pegó en Las Tunas y terminó en las cercanías del cementerio; y uno que rubricó en el Latinoamericano durante un Juego de Estrellas, el cual aterrizó en el espaldar de la tercera sección de gradas.
Asimismo me aclaró que la leyenda de sus jonrones pronosticados la difundió “Misifú”, el carga bates más pintoresco que ha pasado por el béisbol cubano. Según Pedro José, “a él le gustaba cuando yo le decía ‘recoge los bates que esto se acaba aquí’. Iba y empezaba a guardarlos, y cuando le preguntaban por qué hacía eso sin acabarse el juego, decía que yo lo había mandado”.
Porque “Cheíto” vivía para sacar la esférica del parque. Adoraba ese instante, y por eso me confesó que prefería batear de 5-1 con un bambinazo que de 5-5 sin ninguno. Y que si estaba en dos strikes seguía persiguiendo el gran batazo sin recortar el swing para buscar contacto.
Cierro con una anécdota exquisita que me narró sobre la última jornada de uno de sus campeonatos en el béisbol cubano.
“Jugábamos contra Constructores y yo estaba un jonrón por detrás de Muñoz. Entonces le dije: ‘Guajiro, apúrate que voy a dar dos, trata tú de dar uno y ganarás por menos veces al bate’. Entonces saqué una pelota en el mismo primer inning, Muñoz dio su jonrón en el séptimo, y cuando llegó a home le pedí: ‘No te vayas lejos que la voy a volver a perder’. Y así fue”.