Por Robiel Vega/ @robielcuba87
La prensa oficialista cubana se ha hecho eco de un problema que cada día vemos hacerse más habitual en los estadios de nuestro país. El periódico Guerrillero de Pinar del Río publicó una serie de imágenes tomadas durante la subserie entre Vegueros y Piratas donde se observa claramente el incumplimiento descontrolado de las medidas sanitarias para evitar que la situación epidemiológica del país alcance niveles en los que sea imposible seguir albergando público.
Desde el permitir aforos superiores a lo previsto, hasta la irresponsabilidad de muchos aficionados que no entienden que el distanciamiento social es fundamental para evitar el contagio, son motivos de alerta para todos. Desde la experiencia personal del que suscribe, durante el primer choque de la serie particular entre tuneros y avileños en el José Ramón Cepero, pude ver, de primera mano, como las aglomeraciones de personas, amén de que estuvieran marcadas cada una de las posiciones donde el público debía sentarse con la distancia requerida, podían observarse a lo largo y ancho de toda la grada, sin tener en cuenta el alto riesgo que esto implica.
Las imágenes en el Capitán San Luis, desgraciadamente, no son exclusivas de esa ciudad occidental, durante las transmisiones televisivas en el Mártires de Barbados de Bayamo, pudimos ver más de lo mismo: aglomeraciones, uso inadecuado de la mascarilla, sobre todo en niños y adolescentes. La indisciplina social no sólo se limita al público, en los dogouts pasan cosas similares; peloteros sin nasobucos que interactúan con otros sin ninguna protección.
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Volviendo al día en el que presencié el choque en el Cepero, pude percatarme que primeramente se hizo un llamado desde la amplificación local a mantener el distanciamiento social y que cada aficionado se sentara en los lugares marcados al efecto. Una hora después, al darse cuenta que era imposible que las personas cumplieran con las normas, simplemente hicieron un llamado al uso correcto del nasobuco, mantener la distancia, a esas alturas, era pedirle peras al olmo.
Es necesario recordarle al público cubano que durante dos años no fue posible entrar a los estadios. No podemos olvidar lo difícil que fue ver los estadios vacíos por la televisión o para los propios peloteros, que como varios me confesaron en su momento: a veces se sentía como un entrenamiento y no como un juego de verdad.
El béisbol sin afición es como la comida sin sal, por más que lo intentemos no tiene el mismo sabor; pero para no volver a atrás, todos, y quiero decir, todos, público, directivos y peloteros, debemos poner de nuestra parte. Regresar a las gradas desiertas en un torneo donde la calidad competitiva es cada vez más baja; es condenarlo por completo. La afición es la única que, a día de hoy, mantiene viva la pasión; no permitamos que eso se pierda.