Por Boris Luis Cabrera

Vencidos los primeros seis partidos del equipo cubano de béisbol por tierras canadienses, el escenario en las redes sociales es un campo de batalla surrealista donde los hipercríticos han huido a las trincheras, los optimistas son suicidas que corren temerarios mostrándole el pecho a las bombas, los patriotas levantan banderas, los cobardes callan, los escépticos disparan balas salvas y los pesimistas cuentan los cadáveres pensando en retiradas.

Mientras tanto, la tropa dirigida por Rey Vicente Anglada, quizás sin proponérselo a fondo, se mantiene enfocada y por primera vez archiva un balance positivo en este certamen desde que fue invitada.

Sin embargo, no son las victorias las que han despertado el interés de los aficionados ni la barrida ante los Capitales de Québec, verdugo de los antillanos en años anteriores y ganadores de cinco títulos de la Liga; es la aptitud de un conjunto, su psiquis colectiva, y las estrategias pacientes de su mentor, las que han encendido lucecitas en el oscuro túnel donde nuestro deporte nacional yace lamiéndose las heridas.

Bajo la filosofía de “esto es un entrenamiento y las derrotas no cuentan” las presiones son mínimas sobre la grama, los jóvenes reciben oportunidades-incluso en momentos claves del choque-los lanzadores sólo trabajan lo necesario en el montículo, todos tienen la posibilidad de salir al campo y el team-work se fortalece como un muro de acero desde la banca.

No importa el rival ni el nivel de la competencia. Una fórmula donde se combinen la materia prima que tienen los cubanos para este deporte con salud mental y estrategias modernas; ajenas de discursos vacíos y de compromisos absurdos, tiene que dar resultado sobre el terreno de juego…y viceversa.

La liga Can-Am es un laboratorio y una tribuna perfecta para que este cuerpo de dirección exponga su tesis desprovista de champeonismos y de incoherentes chovinismos provinciales, para recoger la confianza que anda esparcida por el suelo en mil pedazos, para demostrar que se puede jugar con dignidad con lo que tenemos, y para levantar un tanto el orgullo nacional.

Es temprano aun, en otras ocasiones cuando llega la competencia principal vuelven las caras serias, vemos los mismos hombres en el terreno, las bancas se llenan de atletas entumecidos, los lanzadores solo abandonan el box cuando lo dinamita el contrario, las historias pasadas pesan más que las presentes, y el aire se llena de tensiones que contraen los músculos de los atletas.

Yo estoy en el bando de los optimistas, de los que no se cansan de levantarse del fango después de cada competencia, de ese grupo que tiene una fe ciega en los suyos y pasan años esperando la llegada de un elegido que sepa canalizar en el césped las calidades de sus pupilos.

No creo en milagros ni me alimento de falsas expectativas, pero tampoco creo en seguidillas de derrotas, en Alemania y Aruba dominando a Cuba sobre el campo de juego, ni en la perdida de las supremacías en todas las categorías.

Me mantengo aquí, en este campo de batalla surrealista y humeante de las redes sociales, en medio de bombas y del tableteo de ametralladoras verbales, esperando la victoria.

Nos vemos en el estadio.

Actuación de los cubanos en la Liga Can-Am

Raúl González de 5-3, 2 2B, 1CI, 3BB (600 AVE)

César Prieto de 20-8, 2B, HR, 2CI, 1BB, 3K (400 AVE)

Carlos Benítez de 15-6, 2B, HR, 4CI, 2BB, 4K (400 AVE)

Yovany Alarcón de 15-6, 2B, HR, 3CI, 3K (400 AVE)

Yuniesky Larduet de 16-4, 2CI, 1BB, 5K (250 AVE)

Frank Camilo Morejón de 3-1, K (333 AVE)

Yoelkis Céspedes de 16-3, 6K (188 AVE)

Andrés Hernández de 5-1, 1CI, K (200 AVE)

Jorge E. Alomá de 17-4, 2B, 4K (235 AVE)

Yordanis Samón de 24-7, 2HR, 4CI, 2K (292 AVE)