Hacia fines del siglo pasado, Andy Morales (un avileño radicado en San Nicolás de Bari) apuntaba a tener plaza fija en el team Cuba. Se había ganado el acceso con batazos de todos los colores y supo aprovechar a plenitud la oportunidad de intervenir en el recordado tope contra Baltimore Orioles en 1999.
Andy Morales fue titular en los dos juegos. Para el choque de marzo, dirimido en La Habana, alineó como designado, quinto del lineup y conectó de 5-2. En el de mayo, con sede en Camden Yards, recibió la misma responsabilidad ofensiva y terminó de 5-3, con el añadido de un jonrón con dos en bases que devino el único batazo de esas dimensiones conectado por las huestes insulares.
Lo recuerdo como si fuera ahora. Enfrente estaba el relevista Gabe Molina y Andy Morales le botó la pelota de foul por el right para instantes después desaparecerla por el medio del terreno y decretar el definitivo desbalance en el score.
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Andy Morales fue visto como posible emigrante y le cerraron las puertas
Aquel cuadrangular desató la locura en un país que había soñado durante décadas con derrotar a las escuadras de Major League Baseball. Y como él había sido protagonista de la hazaña, pareció que el muchacho, quien había integrado el Cuba B por varios años, ya tenía el visto bueno de los mandamases de la pelota doméstica para ser parte de la escuadra principal.
Desafortunadamente, la oreja peluda de la política asomó por la ventana de Andy Morales en el momento justo que vivía su ascensión. Según ha contado él, su suegro (cubano con nacionalidad estadounidense) estuvo de visita en la isla y ese suceso baladí dio pie a que se le empezaran a cerrar todos los caminos.
Que lo vieran montado en un carro de turismo fue suficiente para acusarlo de divisionismo ideológico y plantarle el cartel de posible emigrante. Desde ese momento lo apartaron: ni hizo equipo a los Panamericanos de Winnipeg ni a la Copa Intercontinental en Australia.
“Estaba sentenciado”, ha dicho Andy Morales en repetidas ocasiones, y “me dije que si allá no me querían me buscaría la vida en otra parte”.
Así que se lanzó al mar en una lancha, pero la misma se quedó sin combustible, pasó dos días a la deriva y a la postre los tripulantes fueron repatriados por la Guardia Costera de Estados Unidos.
Acá lo vieron como la pest*, le asignaron vigilancia permanente, pero en una de esas logró volver a lanzarse al agua y conseguir el objetivo. Llegó a Estados Unidos el 17 de julio de 2000, después fijó residencia en Perú para optar por la agencia libre y en febrero de 2001 firmó con New York Yankees por cuatro años y 4.5 millones de dólares.
Lástima que no le fuera bien. Asignado a Doble A, Andy Morales apenas dio cinco extrabases en 160 visitas oficiales a la caja de bateo, con average de .231 y OPS por debajo de .600.
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Decepcionados, los directivos del equipo del Bronx lo liberaron poco tiempo después (la adult*ración de la edad del antesalista fue la gota que colmó el vaso), mas no tardó en surgir una nueva ocasión de llegar a las Ligas Mayores vía Boston Red Sox, el rival jurado de Yankees.
Sin embargo, tampoco funcionó. Enviado igualmente a Doble A, Andy Morales participó en 16 desafíos y volvió a quedarse corto en materia de ofensiva, lo cual decretó el fin de sus ilusiones de saltar a los diamantes del mejor béisbol del mundo.
Hoy, la imagen de su cuadrangular en Baltimore sigue siendo una estampa cimera en la biografía del team Cuba.
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