Por Alexander García
Quizás algunos ni se acuerdan de él, tal vez otros solo sepan sobre su persona por sus años de servicio como coach en los equipos Matanzas de Víctor Mesa.
Lo cierto es que el nombre de Pedro José Rodríguez, es otro de esos tantos que intentan zafarse de las tenazas que el postrero olvido impone.
Si en las Grandes Ligas, hablar de Babe Ruth, Hank Aaron y Barry Bonds, es hablar del jonrón como el momento cumbre del juego; señores en Cuba, hablar de “Cheíto”, de Muñoz, de Kindelán, de Junco o de Romelio es hablar de los mismo, quizás con menos connotación pero con idéntico simbolismo…
Con Pedro José hay que remontarse a sus 16 años, cuando en un evento de esa categoría celebrados en tierras venezolanas, el cienfueguero conectó 5 jonrones en 11 juegos, siendo además líder en average e impulsadas.
Primeros pasos
En su momento, su comienzo en las Series Nacionales fue por todo lo alto, pues en ese entonces impuso las mejores marcas para un novato en los torneos domésticos, quedando tercero en jonrones con 11.
Como refiere el ya mencionado historiador Fernando Rodríguez Álvarez en su ensayo, Cinco Diamantes; a la par de su inicio en los campeonatos cubanos fue su entrada al equipo Cuba y de igual modo Cheíto lució inmenso, pues compiló en Japón, seis jonrones en siete partidos, además de comandar a los bateadores.
Para muchos entendidos, como el mismo Rodríguez Álvarez, desde 1975 y por toda una década, Pedro José fue el hombre grande del bateo en la Isla.
Entre sus hazañas memorables cabe destacar que durante la Serie Selectiva en 1978, implantó record de jonrones para un campeonato nacional con 28 en 60 juegos.
Esta marca duró hasta 1986, cuando fue superada por Orestes Kindelán, en la Serie Selectiva de ese año.
De igual manera, en los Juegos Centroamericanos de Medellín, en 1978, Pedro José estableció récord de jonrones e impulsadas para esos certámenes, con 15 y 37 respectivamente.
Al mismo tiempo, fue el líder indiscutible de la selección cubana durante la Copa Intercontinental de 1979, efectuada en Cuba. En este evento cabe destacar sus tres jonrones contra Panamá y los batazos decisivos en los choques ante Estados Unidos.
Para 1985, Cheíto estaba en la cúspide de su carrera pero la sombra se tendió sobre este ídolo de multitudes, el mismo que en constantes oportunidades rechazara ofertas millonarios de elencos en Grandes Ligas.
Carrera truncada
Tras constatarse la tenencia de dólares, como parte de un regalo recibido por un atleta venezolano; Pedro José Rodríguez es sancionado de forma indefinida y por ende separado del béisbol.
Hoy poco se habla de esta medida injusta y excesiva, si bien es cierto que la tenencia de divisas estaba penada, su amplia y meritoria hoja de servicios debió ser valorada en toda su dimensión.
A pesar de su regreso a las Series Nacionales, 4 años después, la merma en su rendimiento fue notable, con la medida impuesta lo habían relegado también a la condición de paria, internándolo en un rincón apartado donde debía entrenar a niños.
No retornó en la mejor forma y al poco tiempo llegó su retiro.
Números de primer nivel
Como se puede constatar en las distintas Guías del Béisbol y de acuerdo con su historial, recogido en Cinco Diamantes, al momento de su separación y con doce campeonatos jugados, Pedro José, era segundo en jonrones con 276 y tercero en impulsadas con 935.
En el mismo orden, resaltan su frecuencia de jonrones, 29.1 por temporada, para compilar un cuadrangular cada 12,69 veces al bate y su frecuencia de impulsadas, una cada 3,95 comparecencias; así como una average de 295 y slugging de 582.
Estos números fueron malogrados sutilmente, después de haber vuelto a las Serie Nacionales pero dan la justa medida de lo imponente y determinante que fue Pedro José Rodríguez.
Sus años como manager de Cienfuegos pasaron si penas ni glorias y las promesas de redención quedaron en eso, en promesas…
Su historia, con todos estos matices ni se menciona casi, como tantas otras ha quedado ahí medio sepultada, pero como siempre en esta oportunidad hemos llegado a darle un poco de luz.
El honor de los hombres grandes es algo infranqueable, está ahí y ante estos peloterazos hay que quitarse siempre el sombrero.
Nos vemos a la vuelta.