Hace poco, el fallecimiento del excampeón y recordista mundial Roberto Urrutia desenterró el recuerdo del ilustre pasado de las pesas cubanas. Un pasado donde, entre el brillo de las medallas y el hervidero mediático, aflora también la “oreja peluda” del dopaje.
No fue el caso de Urrutia, a quien jamás se le acusó de consumir sustancias prohibidas. Tampoco el de Pablo Lara, monarca olímpico en Atlanta 1996. Sin embargo, otros nombres sonoros como Daniel Núñez y Alberto Blanco, premiados ambos en la cita estival de Moscú 1980, sí debieron cumplir vergonzosas sanciones por dopaje.
En el caso de Núñez, coronado en la categoría de 56 kilogramos, su gloriosa carrera quedó en entredicho a partir de los Juegos Panamericanos de Caracas, efectuados en 1983.
“La sanción que recibí por dopaje fue merecida”, le confesó al periódico oficial Trabajadores. “Mi compañero Alberto Blanco y yo jamás tuvimos conocimiento del medicamento que nos suministró el entrenador. En esa competencia yo vencía fácil, no tenía rivales. Tres días después de ganar supe del positivo en la prueba de laboratorio. El viaje de regreso fue duro, en el avión me felicitaban y yo quería m***rme. Sabía la verdad”.
La declaración del halterofilista santiaguero fue corroborada a la misma fuente por Blanco, quien también puso la responsabilidad en hombros del preparador del equipo.
“Recuerdo que ingerimos un medicamento que nos dio nuestro entrenador”, reveló el bronceado en los 90 kilos de la justa moscovita. “Confiábamos en él y jamás imaginamos que ocurriría aquello. Si llegamos a saberlo no lo hubiéramos tocado. Él reconoció que se equivocó”.
Los nombres del dopaje
Más enfático, Ciro Ibáñez (uno de los mejores levantadores cubanos en tiempos de Núñez y Blanco) le puso nombre y apellido a los promotores del dopaje en las pesas nacionales. En entrevista con Cubalite, el exatleta culpó al directivo Marcelino del Frade y el entrenador Manuel Suárez.
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“En 1977, cuando llevaba pocos días en el equipo nacional, este último me pidió que fuera a una taquilla a tomarme unas pastillas que yo no sabía qué eran, aunque tampoco pregunté, porque en aquel entonces ese tipo de actitudes podían meterte en problemas. Luego supe lo que era y también que el dopaje con esteroides anabólicos, testosterona y otras sustancias, fue traído por Del Frade desde Europa y duró unos años, hasta que comenzó la lucha mundial contra esa práctica y poco a poco fue desapareciendo”.
Ibáñez llegó a admitir que “Daniel Núñez y yo dimos positivo en los Centroamericanos de La Habana 1982, pero eso se quedó tapado ahí, a lo interno”. Dicho sea de paso, en ese escenario Núñez implantó el primer récord universal de las pesas regionales.
Así las cosas, todo apunta a que el programa estatal de dopaje de los antiguos países socialistas europeos campó por sus respetos en Cuba, a contrapelo del manido discurso de juego limpio y sano amateurismo proclamado a los cuatro vientos por las autoridades deportivas del país.
Otra mancha para el lomo del tigre.