Eddy Rojas: Brazo legendario, año increíble y… a la gaveta del olvido

Por Boris Luis Cabrera Pocos peloteros cubanos a lo largo de 59 Series Nacionales pueden contarles a sus nietos que rechazaron en cuatro ocasiones propuestas para firmar como profesional con cheques en blanco incluidos para que garabateara la cantidad que quisiera. Eddy Rojas, jardinero derecho de los equipos de Villa Clara en las décadas de […]

Por Boris Luis Cabrera

Pocos peloteros cubanos a lo largo de 59 Series Nacionales pueden contarles a sus nietos que rechazaron en cuatro ocasiones propuestas para firmar como profesional con cheques en blanco incluidos para que garabateara la cantidad que quisiera. Eddy Rojas, jardinero derecho de los equipos de Villa Clara en las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo, es uno de los que pueden contar esas historias que hoy nos parecen increíbles. 

Integrante y figura clave del equipo Cuba juvenil que ganó tres campeonatos mundiales de forma consecutiva, llamó la atención de todos los técnicos del planeta por su versatilidad al moverse por todas las posiciones al campo, el poderío de sus muñecas y un arma que lo haría inmortal y sería la causante de leyendas urbanas que se mantienen vivas en el tiempo: un brazo poderoso. 

Perseguido por los scouts y envuelto en una aureola mítica entró a los campeonatos caseros con apenas 18 años a codearse con las grandes figuras que por aquellos tiempos engrosaban la nómina de la “Maquinaria naranja” y antes de cumplir los 23-en la Serie Selectiva de 1989-la estrella explotó en el campo de juego acaparando titulares y adueñándose de varios lideratos en un campeonato de ensueños que lo llevó a adueñarse del bosque derecho en la selección nacional. 

Máximo productor de cuadrangulares con 25, rey de las empujadas con 76 y de las anotadas con 72; el joven Eddy Rojas pegó además 100 imparables, algo que nadie pudo hacer jamás mientras se mantuvieron vivos esos fuertes torneos selectivos y por supuesto, fue elegido el jardinero derecho del equipo Todo Estrellas. 

La gran estrella jugó en 20 Series Nacionales y fue campeón tres veces consecutivas con el Villa Clara del mentor Pedro Jova, pero nunca más pudo alcanzar esos guarismos increíbles. Terminó su carrera con 182 bambinazos y 947 carreras impulsadas y un average ofensivo de 290, producto de mil 846 hits en 6 mil 369 veces al bate, números aceptables para la época que de por sí solos le hubieran reservado un puesto en la memoria popular. 

Con la selección nacional estuvo en varias ocasiones-pocas quizás para la calidad que mostraba-y obtuvo medallas de oro en Copas Intercontinentales y en par de Campeonatos Mundiales.  

Sin embargo, el mito de Eddy Rojas va más allá de todos esos números y de aquella Serie Selectiva memorable. Al menos yo -y sé que es la misma opinión de muchos aficionados- jamás he visto un jugador de posición con semejante potencia en el brazo. 

Capaz de poner en zona de strike una pelota lanzada desde lo profundo del jardín central, muchas veces sorprendió a corredores rápidos lanzando desde el ángulo final del jardín derecho a la tercera almohadilla, imponiendo así un respeto tremendo entre sus adversarios dentro del ruedo. 

Muchas historias se han tejido alrededor de su brazo transmitiéndose de boca en boca entre los aficionados de varias generaciones, con todos los extras que la imaginación popular le puede agregar, pero lo cierto es que la impronta de Eddy quedó y no será fácil de olvidar. 

La última vez que lo vi era el entrenador de bateo de los anaranjados en la Serie Nacional para menores de 23 años, bajo las órdenes de Ariel Pestano. Su nombre apenas se menciona en espacios beisboleros y las juventudes de hoy pueden pasar por su lado sumidos en la ignorancia sin poder apreciar la gloria que los roza ni la leyenda que los circunda. La gaveta del olvido está desbordada de nombres honoríficos que hicieron del béisbol un deporte hermoso e imprescindible en nuestras vidas, y Eddy no es la excepción de la regla.   

Tal vez lo llamen un día de estos para colaborar con alguna preparación y alguien le dé una palmadita en la espalda o le entregue un diploma de reconocimiento. Él estará ahí como siempre con su risa contagiosa, pensando quizás más que nunca en aquellas historias increíbles de cheques en blanco y sueños truncos, queriendo halarle los pelos al tiempo para que vuelva atrás, quien sabe. Nos vemos en el estadio. 

https://www.youtube.com/watch?v=TwQtUeQKiBc

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