ENTREVISTA Faustino Corrales, la deuda del Oro Olímpico

Kiara Gonzalez

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Por Andy Lans     El calendario marcaba el 20 de diciembre del 2000. Esa fría noche, los Vegueros de Pinar del Río recibieron a los Cachorros de Holguín en el estadio Capitán San Luis. Como era miércoles, le tocaba lanzar al zurdo pinareño Faustino Corrales:     «Jorge Fuentes se reunió con el staff de abridores para…

Por Andy Lans 

   El calendario marcaba el 20 de diciembre del 2000. Esa fría noche, los Vegueros de Pinar del Río recibieron a los Cachorros de Holguín en el estadio Capitán San Luis. Como era miércoles, le tocaba lanzar al zurdo pinareño Faustino Corrales: 

   «Jorge Fuentes se reunió con el staff de abridores para que escogiéramos el día que nos conviniera lanzar. Elegí los miércoles porque el martes los muchachos entraban un poco cansados, los jueves, andaban locos por irse a sus casas y los fines de semana era la misma historia», relata el oriundo de Mantua. 

   Pero tan pronto como en el calentamiento, Faustino notó algo especial en su brazo: «Sentí que la bola me llevaba una velocidad estable. Con respecto al control, podía colocar sin problemas la recta, la curva y el screwball».  

   Tampoco faltaron los retos de los aficionados: 

   «Unos amigos jimaguas me prometieron un litro de gasolina por cada ponche que diera. Al terminar el partido, me esperaron en las afueras del estadio para cumplir su palabra», recuerda. 

   Sin embargo, lo que nunca imaginaron aquellos efervescentes seguidores de los Vegueros es que Faustino Corrales implantaría el récord de más abanicados para un choque de nueve innings en la Serie Nacional. En total 22 litros, o mejor dicho, 22 ponches.   

   A lo largo de 23 clásicos cubanos, Faustino Corrales lanzó 445 encuentros y 2 mil 544 entradas y un tercio. Acumuló 172 victorias, 135 reveses y ocho salvamentos. Su promedio de limpias (PCL) quedó en 3,29. Ponchó a 2 mil 360 adversarios para colocarse como el mejor zurdo de las Series Nacionales en dicho departamento, y tercero en el ranking general. Por si fuera poco, los rivales le promediaron un anémico 230 y obtuvo dos títulos con Pinar del Río en 1997 y 1998. 

A los 16 años, usted debutó en los clásicos cubanos, precisamente en la edición 1981-82. ¿Recuerda el primer bateador que enfrentó? 

   -En rol de relevo, salí contra Agustín Marquetti en un partido entre Forestales e Industriales. Recuerdo que le di la base por bolas para que no se diera banquete conmigo. 

¿Qué significó para Faustino Corrales aquel liderazgo de ponches de 1984, con tan solo 19 primaveras?  

   -Apenas jugaba mi tercera Serie Nacional, y encabezar los ponches con 143, después de un tremendo duelo con José Riveira me deparó una gran satisfacción. Ese año, el mejor ponchador se decidió el último día del campeonato cuando trabajé ante Metropolitanos en el estadio Latinoamericano. 

En 1992, repitió el liderazgo de ponches tanto en la Serie Nacional, como en la Selectiva, sin embargo, no asistió a los Juegos Olímpicos de Barcelona ¿Por qué razón? 

   -Este tipo de cosas pasan en la pelota, y en otros deportes también. Ya ahí, contaba con 10 temporadas de experiencia que me proporcionaron mayor maestría deportiva; pero a veces, uno tiene un rendimiento estable y no lo llevan por no caerle bien a ciertas personas. Pese a las decepciones, la vida continúa. 

Una vez más, en 1996, coincidió su primacía en abanicados con los Juegos Olímpicos ¿Era casualidad o usted ponía el extra a la preparación en los años de Olimpiada? 

   -Bueno, en realidad, entrenaba al máximo siempre. Los coaches de pitcheo José Ramón Cortina y Román Suárez así nos lo exigían. En el caso de Román, patentó un sistema de preparación que no he visto en ninguna otra provincia. Se basaba en el fortalecimiento del tren inferior. A veces, empezábamos a las 9:00 a.m. y a la 1:00 p.m. no habíamos terminado porque practicábamos varias situaciones tácticas en el terreno. 

   »En cuanto a las Olimpiadas, no comprendo que pudo pasar. Precisamente en 1995 cuajé una excelente campaña en la liga italiana. 

   Durante su paso por la Serie A1 italiana, Faustino Corrales defendió los colores del Parma Baseball. El vueltabajero consiguió el mejor PCL del circuito con 1,65 en 114.2 innings, nadie igualó su marca de 184 strikeouts y solo le conectaron para 160. En cuanto a las victorias, logró 11 con las que se posicionó a tres del líder Gianni Ricci. Lo derrotaron en par de oportunidades. 

   Al llegar los playoffsCorrales finalizó con tres sonrisas, un fracaso y efectividad de 1,25 para ayudar a la consagración del Parma. 

   «Venía de Camagüey para Pinar del Río, y en la terminal de ómnibus, Miguel Valdés conversó con Román Suárez respecto a mí. El Parma solicitaba mis servicios para disputar la temporada italiana», agrega.  

   «Aquel año, Higinio Vélez dirigió al Parma y la misión deportiva en Italia. Julio Romero se encargó de preparar a los pitchers. Me sentí muy cómodo con sus métodos. Entrenábamos a las 7:00 p.m. con mucha rigurosidad aprovechando la frescura la noche,» rememora el estelarísimo serpentinero. 

¿Cómo caracterizaría el béisbol de Italia en esa época? 

   -La Serie italiana contaba con un nivel aceptable. Contrataban bastante extranjeros, dígase venezolanos, americanos o dominicanos. Evenecer Godínez y yo figurábamos en el Parma, antes, el pitcher pinareño Alberto Torres Chacón pasó por el club.  

   »Por aquel entonces, el presidente de la Federación Italiana Aldo Notari modificó las reglas para que los conjuntos pudieran contratar hasta tres extranjeros. Por esa razón, Torres Chacón volvió con nosotros en calidad de refuerzo. Participamos en la Copa de Europa celebrada en Holanda, y la ganamos. 

¿Alguna anécdota en particular sobre el no hit no run que le propinó a los Piratas de la Isla de la Juventud el 19 de noviembre de 1991? 

   -En el Cristóbal Labra se jugaba de día. Yo en particular, nunca llevaba la presión de ir camino a un no hit no run. Lo mío consistía en enfocarme en aras de conseguir la victoria. Pero en el octavo capítulo del choque, el entrenador me puso al tanto de la posibilidad de la hazaña para que no me confiara.

  »Se me habían embasado dos corredores por boleto y error, mas en esa entrada Michel Enríquez tomó el primer turno al bate, después vendría la tanda de cuarto y quinto. 

   »Opté por abrirles con strike. Ellos nunca le tiraban al primer lanzamiento. Luego, les alternaba una bola por dentro y otra por fuera. Así caminé las lo que me faltaba hasta consumar esa gran actuación. 

Si le dan a escoger entre el juego de los 22 ponches o el no hit no run ¿Con cuál se queda? 

   -Bueno, los 22 poches resultan más complicados, aunque en el no hit no run debes pensar mucho. Rogelio García propinó 24 ponches, pero lo hizo en 16 episodios. Sin duda alguna, los 22 ponches me estimulan más. 

   Si de apariciones con el equipo Cuba se trata, La Copa Intercontinental de 1999 y el Torneo de Puertos (Holanda) en 2001 constituyen los certámenes donde más lució Faustino con el uniforme de las cuatro letras.  

   En la Intercontinental, registró dos triunfos sin fracasos ni carreras limpias en contra. Estucó a 18 oponentes en 14 actos, a lo que sumó una lechada de dos imparables ante Taiwán: 

   «De cara a la Copa de 1999, conformaron una Selección cubana donde confluyeron los jugadores jóvenes con algunos atletas del Panamericano de Winnipeg, un equipo muy compacto. Quedé como el mejor zurdo del torneo. En la final contra Australia, calenté para enfrentarme al bateador zurdo Paul González, sin embargo, no me trajeron. González le dio un hit a Carlos Yanes que nos costó las carreras de la derrota». 

   La historia cambió para Faustino en tierras holandesas. Ganó dos juegos, incluida la final contra los locales y finalizó como el más ponchador con 21 abanicados en 15.2 innings: 

   «Cuando aquello los holandeses bateaban muy mal los rompimientos, por tal motivo, les combinaba los envíos para dominarlos», nos dice. 

Mientras usted colaboraba en Venezuela, Cuba jugaba en el Clásico Mundial de 2006 ¿Nunca sintió el deseo de ayudar a Cuba?  

   -Veía los juegos desde Venezuela y pensaba que podía incluirme en ese equipo. Pero cuando partí para la misión, nos dijeron que tenía la opción de jugar allá, y en resumidas cuentas no fue tan así. Nos mandaron a trabajar como entrenadores y cumplir otras funciones. No obstante, los domingos lanzaba con un plantel del estado Aragua donde coincidí con Juan Carlos Linares. 

   »Al regresar a Cuba, busqué reinsertarme en la Serie Nacional pero querían que jugara las Provinciales. Sinceramente, mi currículo me permitía ahorrarme esas formalidades. 

   De ese modo, Faustino Corrales cerró su trayectoria deportiva. Una trayectoria merecedora de más oportunidades internacionales. Un hombre con el que las autoridades del béisbol cubano mantienen la deuda de un Oro Olímpico.

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