Por Aliet Arzola
Ya van dos veces que en la LX Serie Nacional de Béisbol se reportan casos de coronavirus después del primer partido de una subserie, a pesar de que los protocolos sanitarios de la lid están enfocados, precisamente, en detectar positivos antes del inicio de los compromisos particulares.
El 15 de diciembre del 2020, Industriales y Pinar del Río jugaron el primer choque de su subserie, y solo después del mismo se conocieron los primeros positivos de los Leones. Lo que vino luego, ya ustedes lo saben: un brote de 15 jugadores contagiados, casi una decena de partidos suspendidos y varios elencos con el calendario afectado.
Uno pensaría que tras aquel episodio existiría más rigor o mayor exigencia con los plazos establecidos para tener los resultados de las pruebas PCR a la que se someten los equipos, pero no, de nuevo afloraron fallas en el mecanismo.
Este martes 5 de enero, Pinar del Río y Holguín jugaron el primer choque de su subserie, y solo después del mismo se conoció de un caso positivo en el cuerpo técnico de las filas vueltabajeras. Lo que vendrá a partir de ahora, todavía no lo sabemos.
Pinareños y holguineros deberán estar al menos cinco días aislados, a la espera de nuevos exámenes. Si salen todos negativos, podrán regresar al diamante la semana próxima; si hay otros positivos, perdurará la incertidumbre en que se ha sumido el clásico cubano de las bolas y los strikes, cuya postemporada arrancará, como mínimo, con dos semanas de atraso respecto al calendario original.
Pero regresemos al punto inicial. Estos dos casos guardan un punto en común, y para nada tiene que ver con la presencia reiterada de Pinar del Río, o con el hecho de que, en ambas ocasiones, los sucesos se produjeron en el parque Capitán San Luis. Esos, en realidad, son detalles menores.
Lo que es verdaderamente importante es que los implicados (afectados y contactos directos) conocieron los resultados de sus pruebas PCR después de saltar al terreno y jugar un partido completo. En teoría, esto no debería suceder, de hecho, hasta podría considerarse una infracción por los riesgos que entraña.
Si demoran los resultados de los controles aleatorios realizados antes de cada subserie, pues no deberían comenzar los partidos de otro compromiso. Esa tendría que ser la máxima, sobre todo para evitar que más equipos se vean involucrados en posibles cadenas de contagios. Sin embargo, ya vemos que, al menos en par de ocasiones, no se ha cumplido.
La Serie Nacional 60 se desarrolló durante tres meses sin afectaciones por la pandemia. La gestión es en ese lapso fue notable, una grata sorpresa teniendo en cuenta lo complicado que ha sido controlar la propagación del coronavirus en los más diversos torneos internacionales.
Sin embargo, desde mediados de diciembre hemos visto algunas irregularidades relacionadas al control sanitario. Lo primera gran incertidumbre se generó por el momento en que se realizan los controles en el campeonato.
De acuerdo con lo dispuesto en el Reglamento del torneo (segundo punto del artículo 7.3 referido a las obligaciones, particularidades y responsabilidades ante la Covid-19), “los atletas, entrenadores, médicos, directivos, árbitros, choferes y personal de apoyo” debían someterse a test rápidos “una vez terminada cada subserie antes del traslado a otra provincia (jueves y domingo)”.
Y digo “debían” porque eso cambió. En algún momento desconocido del campeonato, la Comisión Nacional de Béisbol decidió no realizar más pruebas rápidas por irregularidades en los resultados y apostó por los PCR en tiempo real, pero redujo a tres la cantidad de personas examinadas –de manera aleatoria– en cada equipo al concluir las subseries.
Ninguna de estas decisiones se informó a los fanáticos, no se anunció por los canales oficiales del béisbol cubano y tampoco se notificó a los medios acreditados para la cobertura de la 60 Serie. Invaluable acto de transparencia. No obstante, la torpeza comunicativa –un mal ya arraigado en el béisbol cubano–, es el menor de los problemas en este punto.
Si seguimos en la cuerda del protocolo sanitario, podemos encontrar otra violación de las autoridades.
Cuando se destaparon los primeros casos de coronavirus en Industriales el martes 15 de diciembre, se desconocía la fuente de infección. Una semana antes, los Leones estaban jugando en La Habana con Mayabeque y después viajaron a Nueva Gerona para medirse a Isla de la Juventud. En cualquiera de esas dos plazas pudieron contagiarse.
Teniendo en cuenta estos detalles, Piratas y Huracanes debieron ser considerados contactos directos de los Azules y, como tal, pasar un tiempo de cuarentena sin importar los resultados de sus propias pruebas. Pasado el aislamiento de cinco días, tendrían que someterse a nuevos exámenes y, si salían negativos, podían volver al terreno.
Buena parte de este procedimiento se violó, porque ni Isla de la Juventud ni Mayabeque pasaron por cuarentena alguna, al contrario, continuaron con su calendario como si nada hubiera pasado, a riesgo de comprometer a otros equipos que no habían tenido vínculos con Industriales.
¿Y si de casualidad hubiera salido algún positivo en las filas de Piratas o Huracanes? ¿Cuántos juegos suspendidos acumularíamos ahora? ¿Cuántos equipos hubieran entrado en la cadena de contagios inmensa? Es cierto, nada sucedió al final, pero estuvimos al borde del abismo, a las puertas de una catástrofe que pudo acabar con la temporada.