LA ÚLTIMA NOCHE de Javier Méndez con Industriales

Por Yanio Zulueta Santa Clara, Villa Clara — Incluso camino del Hotel al estadio Augusto César Sandino para el Juego 4 de la final entre Industriales y Villa Clara, dos horas antes del playball a las 9:12 de la noche, el ambiente nunca fue nostálgico para Javier Méndez González. No es lo típico que esperas […]

Santa Clara, Villa Clara — Incluso camino del Hotel al estadio Augusto César Sandino para el Juego 4 de la final entre Industriales y Villa Clara, dos horas antes del playball a las 9:12 de la noche, el ambiente nunca fue nostálgico para Javier Méndez González.

No es lo típico que esperas ver cuando un pelotero con 1856 juegos jugados sabe, desde hace 24 horas antes, que el próximo podría ser su último desafío luego de 22 años. Bajo esa condición, como han dicho miles de atletas, la nostalgia es inevitable. Sin embargo, “El Javy” Méndez o “El 5 estrellas Méndez” o el “Hombre del guantazo azul”, como quieras recordarlo, no sintió tristeza por la esperada despedida de los diamantes.

Al contrario. Javier, tras una campaña donde implantó récord en dobles (381) —para entonces en la pelota cubana— y empujadas, tras registrar 92 “CI” durante el circuito clasificatorio, tenía una doble emoción a la expectativa: Ganar su cuarto campeonato con Industriales, quienes dirigidos por Rey Vicente Anglada aventajaban a las “Naranjas” de Víctor Mesa en la final de la 42 Serie Nacional.

Para entonces, antes de iniciar el match entre el zurdo Zaidel Beltrán, por los de casa, y el diestro Jorge Luis Machado, “El Dibujante de Guanajay” por los Leones de la Capital, el presagio de que sería la última noche del mítico “17” de los Azules estaba rondando el Coloso santaclareño.

Javier, que salió del juego en la noche anterior por un pelotazo en la cabeza en el mismísimo primer round, calentó con Doelsis Linares por la parte derecha y entre sonrisas recibía el afecto de sus compañeros. Grabadora en mano, Andy Vargas, el narrador de los Leones por la Radio Coco, parecía seguro y listo para realizarle la última entrevista a Javier como pelotero activo, poco antes de que salieran los árbitros.

Enriquito Díaz, el hombre proa de los Azules, sacudió su bate con un poco del polvo de la ‘pesrubia’. Y, como mismo anotó su carrera número 100 en el juego 90 —otro record nacional implantado—, curiosamente con un jonrón del Javy que marcó la nueva cifra de 92 CI, se mandó como un bólido para el plato. Carlos Tabares, el segundo en la tanda de Anglada, escogió bates mientras compartía con Javier. Y, a las 9:12 de la noche del 4 de mayo de 2003, Beltrán tiró el primer pitcheo.

A partir de ese momento, como le dijo días después Javier a Julita Osendi, sintió escalofríos. Estaba feliz por el día que podía subir al trono una vez más entre los Azules, pero al mismo tiempo era ineludible cierta nostalgia por ver sus últimos pitcheos luego de 22 años a pura acción en estadios de béisbol.

En su primer turno, no engarzó la tersa curva del flaco Zaidel. Pero luego, en el tercer inning, dibujó a pura disciplina de “viejo zorro” una base por bolas. Luego, en el quinto acto, falló con elevado de foul a tercera y se fue contrariado hacia el banco, para terminar con fly al bosque derecho en el “lucky seven”.

Javier estaba de 3-0… Tal vez escuchando la voz de su hijo “Javielito”, que le preguntaba desde pequeño: “¿Papi, qué diste?” Muchas cosas pensó el mítico “17” de los Azules en su viaje del dugout al cajón de bateo. No somos adivinos para leer su mente aquella noche, pero un hombre tan familiar como Javier debe haber estado pensando, primero que todo, en su familia. En sus hijos, Javier y Luna, y en su esposa Alba. En sus entrañables amigos y compañeros, y en la fanaticada que nunca le dio la espalda.

Entonces, no era una noche tan fácil para jugar béisbol, a pesar de que era Javier, un pelotero extra clase, muy respetado incluso por sus compañeros y hasta por los árbitros. Por todos. Pero esa última noche no era fácil de vivirla. En la frialdad del leftfield durante los ocho innings, no hubo ni una conexión. ¡Nada! Ni hit, ni elevados, ni líneas, ni rollings! Así que Javier tuvo todo el tiempo del mundo para despedirse triunfante, desde que Industriales tomó ventaja de 2-0 con triple de Antonio Scull —¿recuerdas cómo Eddy Rojas reclamó que la bola se había incrustado en el right y era doble por regla?— y cañonazo de Doelsis Linares.

Tres entradas después, en el noveno, vino el ponche y wild con el cual se embasó Rudy Reyes. Sencillo y robo de Enriquito, como preámbulo, y jonronazo de Carlos Tabares para poner la pizarra 5-1. Tras el bambinazo del “56”, le tocaba a Javier empuñar en el noveno, pero el respetado veterano le cedió su turno a Yasser Gómez.

Esa fue otra muestra de clase de Javier, quien, sin dudas, hacía años ya se había convertido en ídolo y figura representativa en la historia de los Industriales. En la baja del noveno, aquel bounce de Gustavo Olano donde Rudy pivoteó al guante de Enriquito en segunda, selló una gran temporada récord con el título para Industriales.

Entre abrazos y gritos de campeones, el equipo en pleno se acercó a Javier y le entregó el trofeo. Y, al instante, la inconfundible sonrisa de un hombre de béisbol se dibujó en su rostro, dando muestras de que nunca podría haber final.

Era, únicamente, la última noche con ese uniforme de béisbol en activo. El final de 22 largos años entregándose por completo, más que por su apellido, por un equipo histórico: Sus Industriales del alma.

Entonces, nunca habrá un final realmente. Para el “Javy Méndez”, el mítico ‘17’, aquella no era la última noche. Era, simplemente, la gloria. Y el homenaje final de los Industriales… de la afición que valoró su calidad y amor a la camiseta.

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