Grand slam de Oscar Valdés e Industriales sonríe ante Holguín

Por Boris Luis Cabrera Un zarpazo de Oscarito Valdés con las almohadillas repletas de Leones, les arrebató el hueso de la boca a los Cachorros holguineros este lunes en el Latinoamericano, mientras Marcos Ortega volvía a crecerse en el montículo provocando una retirada de los canes a la cueva de primera base. El máscara azul […]

Por Boris Luis Cabrera

Un zarpazo de Oscarito Valdés con las almohadillas repletas de Leones, les arrebató el hueso de la boca a los Cachorros holguineros este lunes en el Latinoamericano, mientras Marcos Ortega volvía a crecerse en el montículo provocando una retirada de los canes a la cueva de primera base.

El máscara azul decidió el choque cerrando el primer tercio de juego frente a los envíos de Wilson Paredes, cazando un lanzamiento que se quedó en zona y poniendo a viajar la esférica por encima de los colchones del jardín izquierdo.

Par de sencillos de Yoandry Urguellés y Stayler Hernández y un pelotazo al “torito” Barcelán habían congestionado los ángulos antes del bambinazo que sonó como un látigo en el terreno y ahuyentó a los rivales por el resto de la tarde.

Antes, en el mismo primer episodio, Lisbán Correa ya le había puesto número a la casa con un cohete remolcador que encontró a Urguellés en la intermedia después de un batazo de dos bases.

Con la pizarra vieja del coloso del Cerro exhibiendo con sus luces rojas un 5-0 alentador para la fanaticada capitalina, Ortega se mantuvo ocho capítulos encaramado en el box permitiendo apenas un par de imparables en todo el trayecto para lograr así su primera victoria en Series Nacionales.

Unos ladridos apenas imperceptibles o quizás unos aullidos desesperados, se escucharon a la altura de la sexta entrada cuando Maikel Cáceres empujó a un compañero para el plato con un elevado de sacrificio para que sus sabuesos se sacudieran la pintura blanca de su anatomía, pero la suerte ya estaba echada.

Mientras los Leones del “Rey” lamían la recompensa de la jornada, convertida en un gigante hueso que los sigue manteniendo con opciones reales para luchar por uno de los comodines en esta temporada, llegó Andy Rodriguez con un traje prestado de “encantador de perros”, y aunque toleró en apenas unos minutos los mismo incogibles que habían ligado en todo el partido, dejó a la jauría contraria con deseos de anotar para ponerle el punto final al desafío.

Anglada, otra vez apelando a la cábula de sacudir la mata antes del despegue final, había bajado a la reserva este fin de semana a cuatro de sus protagonistas (tres de ellos por bajo rendimiento) y le salieron bien las cosas sobre la grama.

El tirón de orejas parece haber funcionado, la maniobra pudiera haber despertado motivaciones o al mismísimo genio azul de la lámpara maravillosa. Es la hora de pedir deseos. Nos vemos en el estadio.

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