Por Swing Completo
Muchos peloteros cubanos del pasado tuvieron el talento suficiente para llegar al máximo nivel del béisbol, las Grandes Ligas, pero un grupo de factores y su propia decisión, mantuvo el sueño sin hacerse realidad y hoy todo queda en especulación de la gente y la lamentación de algunos que si pudiesen darle hacia atrás al tiempo buscarían la forma de cambiar su destino.
Uno de los que ansió llegar a las Ligas Mayores y que se nota algo frustrado por no haber jugado ese béisbol es el santiaguero Gabriel Pierre, uno de los jonroneros más extraclases en la historia de la pelota en la Isla.
Con 306 cuadrangulares de por vida que lo sitúan en la élite histórica, una de las mejores frecuencias, y varias temporadas disputándole nada menos que a su coterráneo Orestes Kindelán la supremacía como el mejor slugger del país, Pierre fue quizá uno de esos jugadores con más parecido por físico y sistema de bateo a los “big leaguers” de aquellos años noventa. Fue uno de los líderes de la mítica escuadra de Santiago conocida como “La Aplanadora”, monarca en la Serie Nacional por tres años consecutivos (1999-2001).
Pero al margen de eso, el carismático tercera base que desde hace cinco años reside en Estados Unidos, manifestó al líder del grupo de fanáticos “Avispas Santiagueras” que en aquel momento la mayoría de los peloteros pensaban de otra forma, especialmente por el tema de la familia, aunque ya había unos cuantos que habían tomado la decisión de abandonar Cuba para tratar de jugar Grandes Ligas. Algunos de los primeros en llegar fueron René Arocha, Osvaldo Fernández, Rey Ordóñez, Liván Hernández, Rolando Arrojo y Orlando “El Duque” Hernández.
«Eso no pasaba por mi mente en realidad, porque no es como ahora que es un poco más fácil. Muy pocos lo hacían en comparación con lo que sucedió después, y uno no se ponía ni a pensar en eso para evitar sentirse mal por el tema de saber que uno tenía la calidad para estar en ese béisbol, pero el camino era complejo por la separación de tu gente y romper ese vínculo con tu país», confesó.
A la pregunta de si recibió ofertas de los scouts de Grandes Ligas, el temible bateador dijo que en muchas ocasiones se le acercaron como también lo hicieron con todos los estelares de la selección nacional. «Yo siempre decía que no, y lo mismo pasaba con otros a los que se le acercaron, pero seguro estoy que muchos de nosotros hubiéramos triunfado y posiblemente hasta el Salón de la Fama no parábamos».
Sobre lo que pasaría con él si tuviera la posibilidad de volver a ese pasado, Pierre evidenció que viendo lo que sucedió después con su carrera, las cosas buenas y las injusticias, el camino a seguir hubiera sido diferente. «Me hubiera encantado haber venido aquí a las Grandes Ligas y no solo probar mi calidad sino la del béisbol cubano en general. Hoy mismo lo estamos viendo con los cubanos que están jugando con ese nivel buenísimo. Son “fieras”, y uno orgulloso porque al final todos somos cubanos», e insistió nuevamente en haber querido ser un pelotero del llamado “big show” para demostrar que él tenía tanta calidad como muchos de los que actualmente brillan en la máxima categoría mundial.
Más allá de la Serie Nacional y de los eventos internacionales con el equipo Cuba (lo llevaron menos de lo que mereció), lo único que pudo jugar Pierre fue una liga industrial japonesa bien distante al principal circuito de ese país. Hay que recordar que todavía en Cuba había un rechazo a la pelota profesional y junto a determinadas leyes en Cuba y Estados Unidos el acceso a las Grandes Ligas solo era posible renunciando a la residencia cubana.
Eso frenó la intención de muchísimos peloteros talentosos, sumado al hecho que a diferencia de hoy había menos posibilidades de viaje legal, y todo se circunscribía a “desertar” en un torneo internacional o tener la temeridad suficiente de lanzarle al mar en la embarcación que apareciera y comenzar un camino complejo por múltiples factores.
En casi todas las opciones la separación indefinida con los seres queridos era la realidad, conjuntamente con la renuncia casi definitiva a ciertas cosas de suma importancia que los unían con su Patria.
Hoy es muy fácil hablar por parte de aquellos que cuestionan la actitud de Pierre y de otros que se mantuvieron en Cuba en su etapa activa, de la misma forma que es el criticar aún más el hecho por haber emigrado ya después de su retiro, como también la frustración por no haber jugado en Estados Unidos y que si pudieran regresar a esa época tratarían de cambiar su destino.
Mucho de lo que actualmente es normal o menos complejo era muy distinto en la época del estelar slugger y en las precedentes a la que le tocó jugar. Es cierto que las oportunidades hay que aprovecharlas en el momento que llegan, pero romper ciertos lazos en la época que sea, además de ser una decisión muy personal jamás será tan sencillo.
Lo único cierto es que todo quedará eternamente en el campo de la especulación, aún cuando la mayoría piense que llevan razón las palabras de Pierre y su entrevistador sobre su talento real para destacarse en las Grandes Ligas.
Y la mejor prueba de ello es lo que está demostrando la nueva generación de estrellas cubanos dentro de ese béisbol, muchos de los cuales tienen menos actitudes que las que se cansó de demostrar el sonriente Pierre, a quien no por gusto bautizaron “el Mark McGwire cubano”.