Nadie que evoque al Industriales de los años 80 y 90 puede pasar por alto la mención de Roberto Colina, aquel zurdo corpulento que defendía la inicial con elegancia y le pegaba a la pelota con impresionante solidez. Un típico talento MLB.
Para mi gusto, se trata de uno de esos casos que debieron llegar mucho más lejos. Siempre digo que tenía un punto de rigidez heredado del gimnasio, pero eso no le impedía inspirar una confianza ciega en sus compañeros del infield. Con Roberto Colina en primera el out estaba asegurado.
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De él tengo clavadas en la retina dos imágenes: una, cuando factura el último out del campeonato 1991-1992, se saca la pelota del guante y la manda a los celajes; la otra, del día que hizo polvo a Villa Clara (2 tubeyes y 2 cuadrangulares) en el tercer encuentro del playoffs decisivo de 1996.
Bateador de respeto, Roberto Colina cerró su aventura en las Series Nacionales con average de .293 en 11 series, altísimo OPS de .882 y (acaso lo más sorprendente) una relación boletos/ponches de 519/460, indiscutiblemente menos propia de sluggers que de bateadores de contacto.
roberto colina tardó en salir a buscar la mlb
Así que tenía las herramientas para acceder a la MLB, y por ende enseguida llegó a la titularidad en un equipo que lo enorgullecía, recibiendo los disparos a la almohadilla de leyendas como Lázaro Vargas, Germán Mesa y Juan Padilla. Estaba a gusto en la pelota y, sin embargo, algo le faltaba.
Roberto Colina había viajado varias veces a Estados Unidos y, por una u otra causa, siempre regresó a La Habana. Alguna vez el propio René Arocha trató de convencerlo para que diera el paso y buscara llegar a la MLB, pero en vano.
Finalmente, a punto ya de cumplir los 30 años, en 1996 se decidió. “A esas alturas ya no aguantaba más en el país (me contó en una entrevista para Cubanet) y aproveché la oportunidad de ganar con el manager Pedro Medina para desertar en México durante el viaje que se le dio al campeón”.
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Cuando eso sucedió, no pocos imaginaron que más temprano que tarde verían a Roberto Colina en un terreno de la MLB. De hecho firmó pronto con Tampa Bay Devil Rays, que llegaron a promoverlo hasta el nivel Triple A. Pero nunca tocó el techo.
A criterio del propio jugador, la razón estribó en sus dificultades para asimilar la transición del bate de aluminio al de madera.
“Incidieron varios factores, aunque el fundamental fue que yo no cogí el bate de madera en Cuba. La adaptación es difícil, unos se adaptan más rápido, otros se demoran… Creo que el no haber llegado a la MLB se lo debo al cambio brusco de un bate a otro. Porque después me fui acostumbrando y teniendo mejores resultados, pero ya había pasado el tiempo. Y como todo el mundo sabe, aquí no puedes venir viejo”.
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